| Miguel de Cervantes Saavedra [Principal| Biografía |Obras | CEC | Galería|Debates |Enlaces |Buscar | Novedades| Sugerencias |Libro de invitados | Tabla de contenidos |Universidad] |
| Eran los remos de la real galera | ||
| de esdrújulos, y dellos compelida | ||
| se deslizaba por el mar ligera. | ||
| Hasta el tope la vela iba tendida, | ||
| hecha de muy delgados pensamientos, | 5 |
|
| de varios lizos por amor tejida. | ||
| Soplaban dulces y amorosos vientos, | ||
| todos en popa, y todos se mostraban | ||
| al gran vïaje solamente atentos. | ||
| Las sirenas en torno navegaban, | 10 |
|
| dando empellones al bajel lozano, | ||
| con cuya ayuda en vuelo le llevaban. | ||
| Semejaban las aguas del mar cano | ||
| colchas encarrujadas, y hacían | ||
| azules visos por el verde llano. | 15 |
|
| Todos los del bajel se entretenían: | ||
| unos glosando pies dificultosos, | ||
| otros cantaban, otros componían; | ||
| otros, de los tenidos por curiosos, | ||
| referían sonetos, muchos hechos | 20 |
|
| a diferentes casos amorosos; | ||
| otros, alfeñicados y deshechos | ||
| en puro azúcar, con la voz süave, | ||
| de su melifluidad muy satisfechos, | ||
| en tono blando, sosegado y grave, | 25 |
|
| églogas pastorales recitaban, | ||
| en quien la gala y la agudeza cabe; | ||
| otros de sus señoras celebraban, | ||
| en dulces versos, de la amada boca | ||
| los escrementos que por ella echaban. | 30 |
|
| Tal hubo a quien amor así le toca, | ||
| que alabó los riñones de su dama | ||
| con gusto grande y no elegancia poca. | ||
| Uno cantó que la amorosa llama | ||
| en mitad de las aguas le encendía, | 35 |
|
| y como toro agarrochado brama. | ||
| Desta manera andaba la Poesía | ||
| de en uno en otro, haciendo que hablase | ||
| éste latín, aquél algarabía. | ||
| En esto, sesga la galera, vase | 40 |
|
| rompiendo el mar con tanta ligereza, | ||
| que el viento aun no consie[n]te que la pase; | ||
| y, en esto, descubrióse la grandeza | ||
| de la escombrada playa de Valencia, | ||
| por arte hermosa y por naturaleza. | 45 |
|
| Hizo luego de sí grata presencia | ||
| el gran don Luis Ferrer, marcado el pecho | ||
| de honor y el alma de divina ciencia; | ||
| desembarcóse el dios, y fue derecho | ||
| a darle cuatro mil y más abrazos, | 50 |
|
| de su vista y su ayuda satisfecho. | ||
| Volvió la vista, y reiteró los lazos | ||
| en don Guillén de Castro, que venía | ||
| deseoso de verse en tales brazos. | ||
| Cristóbal de Virués se le seguía, | 55 |
|
| con Pedro de Aguilar, junta famosa | ||
| de las que Turia en sus riberas cría. | ||
| No le pudo llegar más valerosa | ||
| escuadra al gran Mercurio, ni él pudiera | ||
| desearla mejor ni más honrosa. | 60 |
|
| Luego se descubrió por la ribera | ||
| un tropel de gallardos valencianos, | ||
| que a ver venían la sin par galera; | ||
| todos con instrumentos en las manos | ||
| de estilos y librillos de memoria, | 65 |
|
| por bizarría y por ingenio ufanos, | ||
| codiciosos de hallarse en la vitoria, | ||
| que ya tenían por segura y cierta, | ||
| de las heces del mundo y de la escoria. | ||
| Pero Mercurio les cerró la puerta, | 70 |
|
| digo, no consintió que se embarcasen, | ||
| y el porqué no lo dijo, aunque se acierta. | ||
| Y fue, porque temió que no se alzasen, | ||
| siendo tantos y tales, con Parnaso, | ||
| y nuevo imperio y mando en él fundasen. | 75 |
|
| En esto, vióse con brïoso paso | ||
| venir al magno Andrés Rey de Artieda, | ||
| no por la edad descaecido o laso; | ||
| hicieron todos espaciosa rueda, | ||
| y, cogiéndole en medio, le embarcaron, | 80 |
|
| más rico de valor que de moneda. | ||
| Al momento las áncoras alzaron, | ||
| y las velas, ligadas a la entena, | ||
| los grumetes apriesa desataron. | ||
| De nuevo por el aire claro suena | 85 |
|
| el son de los clarines, y de nuevo | ||
| vuelve a su oficio cada cual sirena. | ||
| Miró el bajel por entre nubes Febo, | ||
| y dijo en voz que pudo ser oída: | ||
| «Aquí mi gusto y mi esperanza llevo». | 90 |
|
| De remos y sirenas impelida, | ||
| la galera se deja atrás el viento, | ||
| con milagrosa y próspera corrida. | ||
| Leíase en los rostros el contento | ||
| que llevaban los sabios pasajeros, | 95 |
|
| durable por no ser nada violento. | ||
| Unos por el calor iban en cueros; | ||
| otros, por no tener godescas galas, | ||
| en traje se vistieron de romeros. | ||
| Hendía en tanto las neptúneas salas | 100 |
|
| la galera, del modo como hiende | ||
| la grulla el aire con tendidas alas. | ||
| En fin, llegamos donde el mar se estiende | ||
| y ensancha y forma el golfo de Narbona, | ||
| que de ningunos vientos se defiende. | 105 |
|
| Del gran Mercurio la cabal persona, | ||
| sobre seis resmas de papel sentada, | ||
| iba con cetro y con real corona; | ||
| cuando una nube, al parecer preñada, | ||
| parió cuatro poetas en crujía, | 110 |
|
| o los llovió (razón más concertada). | ||
| Fue el uno aquél de quien Apolo fía | ||
| su honra: Juan Luis de Casanate, | ||
| poeta insigne de mayor cuantía; | ||
| el mismo Apolo de su ingenio trate, | 115 |
|
| él le alabe, él le premie y recompense, | ||
| que el alabarle yo sería dislate. | ||
| Al segundo llovido, el uticense | ||
| Catón no le igualó, ni tiene Febo | ||
| que tanto por él mire ni en él piense; | 120 |
|
| del contador Gaspar de Bar[r]ionuevo, | ||
| mal podrá el corto flaco ingenio mío | ||
| loar el suyo así como yo debo. | ||
| Llenó del gran bajel el gran vacío | ||
| el gran Francisco de Rioja, al punto | 125 |
|
| que saltó de la nube en el navío. | ||
| A Cristóbal de Mesa vi allí junto | ||
| a los pies de Mercurio, dando fama | ||
| a Apolo, siendo dél propio trasumpto. | ||
| A la gavia un grumete se encarama, | 130 |
|
| y dijo a voces: «La ciudad se muestra | ||
| que Génova, del dios Jano, se llama». | ||
| «Déjese la ciudad a la siniestra | ||
| mano», dijo Mercurio; «el bajel vaya, | ||
| y siga su derrota por la diestra». | 135 |
|
| Hacer al Tíber vimos blanca raya | ||
| dentro del mar, habiendo ya pasado | ||
| la ancha, romana y peligrosa playa. | ||
| De lejos vióse el aire condensado | ||
| del humo que el Estrómbalo vomita, | 140 |
|
| de azufre y llamas y de horror formado. | ||
| Huyen la isla infame, y solicita | ||
| el süave poniente así el viaje, | ||
| que lo acorta, lo allana y facilita. | ||
| Vímonos en un punto en el paraje | 145 |
|
| do la nutriz de Eneas pïadoso | ||
| hizo el forzoso y último pasaje. | ||
| Vimos desde allí a poco el más famoso | ||
| monte que encierra en sí nuestro emisfero, | ||
| más gallardo a la vista y más hermoso; | 150 |
|
| las cenizas de Títiro y Sincero | ||
| están en él, y puede ser por esto | ||
| nombrado entre los montes por primero. | ||
| Luego se descubrió donde echó el resto | ||
| de su poder Naturaleza, amiga | 155 |
|
| de formar de otros muchos un compuesto. | ||
| Viose la pesadumbre sin fatiga | ||
| de la bella Parténope, sentada | ||
| a la orilla del mar, que sus pies liga, | ||
| de castillos y torres coronada, | 160 |
|
| por fuerte y por hermosa en igual grado | ||
| tenida, conocida y estimada. | ||
| Mandóme el del alígero calzado | ||
| que me aprestase y fuese luego a tierra | ||
| a dar a los Lupercios un recado, | 165 |
|
| en que les diese cuenta de la guerra | ||
| temida, y que a venir les persuadiese | ||
| al duro y fiero asalto, al ¡cierra, cierra! | ||
| «Señor», le respondí, «si acaso hubiese | ||
| otro que la embajada les llevase, | 170 |
|
| que más grato a los dos hermanos fuese | ||
| que yo no soy, sé bien que negociase | ||
| mejor». Dijo Mercurio: «No te entiendo, | ||
| y has de ir antes que el tiempo más se pase». | ||
| «Que no me han de escuchar estoy temiendo», | 175 |
|
| le repliqué; «y así, el ir yo no importa, | ||
| puesto que en todo obedecer pretendo. | ||
| Que no sé quién me dice y quién me exhorta | ||
| que tienen para mí, a lo que imagino, | ||
| la voluntad, como la vista, corta. | 180 |
|
| Que si esto así no fuera, este camino | ||
| con tan pobre recámara no hiciera, | ||
| ni diera en un tan hondo desatino. | ||
| Pues si alguna promesa se cumpliera | ||
| de aquellas muchas que al partir me hicieron, | 185 |
|
| lléveme Dios si entrara en tu galera. | ||
| Mucho esperé, si mucho prometieron, | ||
| mas podía ser que ocupaciones nuevas | ||
| les obligue a olvidar lo que dijeron. | ||
| Muchos, señor, en la galera llevas | 190 |
|
| que te podrán sacar el pie del lodo: | ||
| parte, y escusa de hacer más pruebas». | ||
| «Ninguno», dijo, «me hable dese modo, | ||
| que si me desembarco y los embisto, | ||
| voto a Dios, que me traiga al Conde y todo. | 195 |
|
| Con estos dos famosos me enemisto, | ||
| que, habiendo levantado a la Poesía | ||
| al buen punto en que está, como se ha visto, | ||
| quieren con perezosa tiranía | ||
| alzarse, como dicen, a su mano | 200 |
|
| con la ciencia que a ser divinos guía. | ||
| ¡Por el solio de Apolo soberano | ||
| juro...! Y no digo más». Y, ardiendo en ira, | ||
| se echó a las barbas una y otra mano, | ||
| y prosiguió diciendo: «El dotor Mira, | 205 |
|
| apostaré, si no lo manda el Conde, | ||
| que también en sus puntos se retira. | ||
| Señor galán, parezca: ¿a qué se asconde? | ||
| Pues a fee, por llevarle, si él no gusta, | ||
| que ni le busque, aseche ni le ronde. | 210 |
|
| ¿Es esta empresa acaso tan injusta | ||
| que se esquiven de hallar en ella cuantos | ||
| tienen conciencia limitada y justa? | ||
| ¿Carece el cielo de poetas santos, | ||
| puesto que brote a cada paso el suelo | 215 |
|
| poetas, que lo son tantos y tantos? | ||
| ¿No se oyen sacros himnos en el cielo? | ||
| ¿La arpa de David allá no suena, | ||
| causando nuevo acidental consuelo? | ||
| ¡Fuera melindres! ¡Ícese la entena, | 220 |
|
| que llegue al tope!» Y luego obedecido | ||
| fue de la chusma, sobre buenas buena. | ||
| Poco tiempo pasó, cuando un rüido | ||
| se oyó, que los oídos atronaba, | ||
| y era de perros áspero ladrido. | 225 |
|
| Mercurio se turbó, la gente estaba | ||
| suspensa al triste son, y en cada pecho | ||
| el corazón más válido temblaba. | ||
| En esto descubrióse el corto estrecho | ||
| que Scila y que Caribdis espantosas | 230 |
|
| tan temeroso con su furia han hecho. | ||
| «Estas olas que veis presunt[ü]osas | ||
| en visitar las nubes de contino, | ||
| y aun de tocar el cielo codiciosas, | ||
| venciólas el prudente peregrino | 235 |
|
| amante de Calipso, al tiempo cuando | ||
| hizo», dijo Mercurio, «este camino. | ||
| Su prudencia nosotros imitando, | ||
| echaremos al mar en qué se ocupen, | ||
| en tanto que el bajel pasa volando, | 240 |
|
| que en tanto que ellas tasquen, roan, chupen | ||
| el mísero que al mar ha de entregarse, | ||
| seguro estoy que el paso desocupen. | ||
| Miren si puede en la galera hallarse | ||
| algún poeta desdichado, acaso, | 245 |
|
| que a las fieras gargantas pueda darse». | ||
| Buscáronle y hallaron a Lofraso, | ||
| poeta militar, sardo, que estaba | ||
| desmayado a un rincón, marchito y laso; | ||
| que a sus Diez libros de Fortuna andaba | 250 |
|
| añadiendo otros diez, y el tiempo escoge | ||
| que más desocupado se mostraba. | ||
| Gritó la chusma toda: «¡Al mar se arroje; | ||
| vaya Lofraso al mar sin resistencia!» | ||
| «Por Dios», dijo Mercurio, «que me enoje. | 255 |
|
| ¿Cómo, y no será cargo de conciencia, | ||
| y grande, echar al mar tanta poesía, | ||
| puesto que aquí nos hunda su inclemencia? | ||
| Viva Lofraso, en tanto que dé al día | ||
| Apolo luz, y en tanto que los hombres | 260 |
|
| tengan discreta, alegre fantasía. | ||
| Tócante a ti, ¡oh Lofraso!, los renombres | ||
| y epítetos de agudo y de sincero, | ||
| y gusto que mi cómitre te nombres». | ||
| Esto dijo Mercurio al caballero, | 265 |
|
| el cual en la crujía en pie se puso | ||
| con un rebenque despiadado y fiero. | ||
| Creo que de sus versos le compuso, | ||
| y no sé cómo fue, que, en un momento | ||
| (o ya el cielo, o Lofraso lo dispuso), | 270 |
|
| salimos del estrecho a salvamento, | ||
| sin arrojar al mar poeta alguno: | ||
| ¡tanto del sardo fue el merecimiento! | ||
| Mas luego otro peligro, otro importuno | ||
| temor amenazó, si no gritara | 275 |
|
| Mercurio cual jamás gritó ninguno, | ||
| diciendo al timonero: «¡A orza, para, | ||
| amáinese de golpe!» Y todo a un punto | ||
| se hizo, y el peligro se repara. | ||
| «Estos montes que veis, que están tan junto, | 280 |
|
| son los que Acroceraunos son llamados, | ||
| de infame nombre, como yo barrunto». | ||
| Asieron de los remos los honrados, | ||
| los tiernos, los melifluos, los godescos, | ||
| y los de a cantimplora acostumbrados; | 285 |
|
| los fríos los asieron y los frescos; | ||
| asiéronlos también los calurosos, | ||
| y los de calzas largas y greguescos; | ||
| del sopraestante daño temerosos, | ||
| todos a una la galera empujan | 290 |
|
| con flacos y con brazos poderosos. | ||
| Debajo del bajel se somurmujan | ||
| las sirenas, que dél no se apartaron, | ||
| y a sí mismas en fuerzas sobrepujan; | ||
| y en un pequeño espacio la llevaron | 295 |
|
| a vista de Corfú, y a mano diestra | ||
| la isla inexpugnable se dejaron; | ||
| y, dando la galera a la siniestra, | ||
| discurría de Grecia las riberas, | ||
| adonde el cielo su hermosura muestra. | 300 |
|
| Mostrábanse las olas lisonjeras, | ||
| impeliendo el bajel süavemente, | ||
| como burlando con alegres veras. | ||
| Y luego, al parecer por el Oriente | ||
| rayando el rubio sol nuestro horizonte | 305 |
|
| con rayas rojas, hebras de su frente, | ||
| gritó un grumete y dijo: «El monte, el monte; | ||
| el monte se descubre donde tiene | ||
| su buen rocín el gran Belorofonte». | ||
| Por el monte se arroja, y a pie viene | 310 |
|
| Apolo a recebirnos. «Yo lo creo», | ||
| dijo Lofraso, «y llega a la Hipocrene. | ||
| Yo desde aquí columbro, miro y veo | ||
| que se andan solazando entre unas matas | ||
| las Musas con dulcísimo recreo: | 315 |
|
| unas antiguas son, otras novatas, | ||
| y todas con ligero paso y tardo | ||
| andan las cinco en pie, las cuatro a gatas». | ||
| «Si tú tal ves», dijo Mercurio, «¡oh sardo | ||
| poeta!, que me corten las orejas, | 320 |
|
| o me tengan los hombres por bastardo. | ||
| Dime: ¿por qué algún tanto no te alejas | ||
| de la ignorancia, pobretón, y adviertes | ||
| lo que cantan tus rimas en tus quejas? | ||
| ¿Por qué con tus mentiras nos diviertes | 325 |
|
| de recebir a Apolo cual se debe, | ||
| por haber mejorado vuestras suertes?» | ||
| En esto, mucho más que el viento leve, | ||
| bajó el lucido Apolo a la marina, | ||
| a pie, porque en su carro no se atreve. | 330 |
|
| Quitó los rayos de la faz divina, | ||
| mostróse en calzas y en jubón vistoso, | ||
| porque dar gusto a todos determina. | ||
| Seguíale detrás un numeroso | ||
| escuadrón de doncellas bailadoras, | 335 |
|
| aunque pequeñas, de ademán brïoso. | ||
| Supe poco después que estas señoras, | ||
| sanas las más, las menos malparadas, | ||
| las del tiempo y del sol eran las Horas: | ||
| las medio rotas eran las menguadas; | 340 |
|
| las sanas, las felices, y con esto | ||
| eran todas en todo apresuradas. | ||
| Apolo luego con alegre gesto | ||
| abrazó a los soldados que esperaba | ||
| para la alta ocasión que se ha propuesto; | 345 |
|
| y no de un mismo modo acariciaba | ||
| a todos, porque alguna diferencia | ||
| hacía con los que él más se alegraba; | ||
| que a los de señoría y excelencia | ||
| nuevos abrazos dio, razones dijo, | 350 |
|
| en que guardó decoro y preeminencia. | ||
| Entre ellos abrazó a don Juan de Arguijo, | ||
| que no sé en qué, o cómo, o cuándo hizo | ||
| tan áspero viaje y tan prolijo; | ||
| Con él a su deseo satisfizo | 355 |
|
| Apolo, y confirmó su pensamiento: | ||
| mandó, vedó, quitó, hizo y deshizo. | ||
| Hecho, pues, el sin par recebimiento, | ||
| do se halló don Luis de Barahona, | ||
| llevado allí por su merecimiento, | 360 |
|
| del siempre verde lauro una corona | ||
| le ofrece Apolo en su intención, y un vaso | ||
| del agua de Castalia y de Helicona; | ||
| y luego vuelve el majestoso paso, | ||
| y el escuadrón pensado y de repente | 365 |
|
| le sigue por las faldas del Parnaso. | ||
| Llegóse, en fin, a la Castalia fuente, | ||
| y, en viéndola, infinitos se arrojaron, | ||
| sedientos, al cristal de su corriente: | ||
| unos no solamente se hartaron, | 370 |
|
| sino que pies y manos y otras cosas | ||
| algo más indecentes se lavaron; | ||
| otros, más advertidos, las sabrosas | ||
| aguas gustaron poco a poco, dando | ||
| espacio al gusto, a pausas melindrosas. | 375 |
|
| El bríndez y el caraos se puso en bando, | ||
| porque los más de bruces, y no a sorbos, | ||
| el süave licor fueron gustando; | ||
| de ambas manos hacían vasos corvos | ||
| otros, y algunos de la boca al agua | 380 |
|
| temían de hallar cien mil estorbos. | ||
| Poco a poco la fuente se desagua, | ||
| y pasa en los estómagos bebientes, | ||
| y aún no se apaga de su sed la fragua. | ||
| Mas díjoles Apolo: «Otras dos fuentes | 385 |
|
| aún quedan, Aganipe e Hipocrene, | ||
| ambas sabrosas, ambas excelentes; | ||
| cada cual de licor dulce y perene, | ||
| todas de calidad aumentativa | ||
| del alto ingenio que a gustarlas viene». | 390 |
|
| Beben, y suben por el monte arriba, | ||
| por entre palmas y entre cedros altos | ||
| y entre árboles pacíficos de oliva; | ||
| de gusto llenos y de angustia faltos, | ||
| siguiendo a Apolo el escuadrón camina, | 395 |
|
| unos a pedicoj, otros a saltos. | ||
| Al pie sentado de una antigua encina, | ||
| vi a Alonso de Ledesma, componiendo | ||
| una canción angélica y divina; | ||
| conocíle, y a él me fui corriendo | 400 |
|
| con los brazos abiertos como amigo, | ||
| pero no se movió con el estruendo. | ||
| «¿No ves», me dijo Apolo, «que consigo | ||
| no está Ledesma agora? ¿No ves claro | ||
| que está fuera de sí y está conmigo?» | 405 |
|
| A la sombra de un mirto, al verde amparo, | ||
| Jerónimo de Castro sesteaba, | ||
| varón de ingenio peregrino y raro; | ||
| un motete imagino que cantaba | ||
| con voz süave; yo quedé admirado | 410 |
|
| de verle allí, porque en Madrid quedaba. | ||
| Apolo me entendió y dijo: «Un soldado | ||
| como éste no era bien que se quedara | ||
| entre el ocio y el sueño sepultado. | ||
| Yo le truje, y sé cómo, que a mi rara | 415 |
|
| potencia no la impide otra ninguna, | ||
| ni inconviniente alguno la repara». | ||
| En esto, se llegaba la oportuna | ||
| hora, a mi parecer, de dar sustento | ||
| al estómago pobre, y más si ayuna. | 420 |
|
| Pero no le pasó por pensamiento | ||
| a Delio, que el ejército conduce, | ||
| satisfacer al mísero hambriento. | ||
| Primero a un jardín rico nos reduce, | ||
| donde el poder de la Naturaleza | 425 |
|
| y el de la industria más campea y luce. | ||
| Tuvieron los Hespérides belleza | ||
| menor; no le igualaron los Pensiles | ||
| en sitio, en hermosura y en grandeza; | ||
| en su comparación, se muestran viles | 430 |
|
| los de Alcinöo, en cuyas alabanzas | ||
| se han ocupado ingenios bien sotiles. | ||
| No sujeto del tiempo a las mudanzas, | ||
| que todo el año primavera ofrece | ||
| frutos en posesión, no en esperanzas, | 435 |
|
| Naturaleza y arte allí parece | ||
| andar en competencia, y está en duda | ||
| cuál vence de las dos, cuál más merece. | ||
| Muéstrase balbuciente y casi muda, | ||
| si le alaba, la lengua más experta, | 440 |
|
| de adulación y de mentir desnuda. | ||
| Junto con ser jardín, era una huerta, | ||
| un soto, un bosque, un prado, un valle ameno, | ||
| que en todos estos títulos concierta, | ||
| de tanta gracia y hermosura lleno, | 445 |
|
| que una parte del cielo parecía | ||
| el todo del bellísimo terreno. | ||
| Alto en el sitio alegre Apolo hacía, | ||
| y allí mandó que todos se sentasen | ||
| a tres horas después de mediodía; | 450 |
|
| y, porque los asientos señalasen | ||
| el ingenio y valor de cada uno, | ||
| y unos con otros no se embarazasen, | ||
| a despecho y pesar del importuno | ||
| ambicioso deseo, les dio asiento | 455 |
|
| en el sitio y lugar más oportuno. | ||
| Llegaban los laureles casi a ciento, | ||
| a cuya sombra y troncos se sentaron | ||
| algunos de aquel número contento; | ||
| otros los de las palmas ocuparon; | 460 |
|
| de los mirtos y yedras y los robles | ||
| también varios poetas albergaron. | ||
| Puesto que humildes, eran de los nobles | ||
| los asientos cual tronos levantados, | ||
| porque tú, ¡oh Envidia!, aquí tu rabia dobles. | 465 |
|
| En fin, primero fueron ocupados | ||
| los troncos de aquel ancho circüito, | ||
| para honrar a poetas dedicados, | ||
| antes que yo en el número infinito | ||
| hallase asiento; y así en pie quedéme, | 470 |
|
| despechado, colérico y marchito. | ||
| Dije entre mí: «¿Es posible que se estreme | ||
| en perseguirme la Fortuna airada, | ||
| que ofende a muchos y a ninguno teme?» | ||
| Y, volviéndome a Apolo, con turbada | 475 |
|
| lengua le dije lo que oirá el que gusta | ||
| saber, pues la tercera es acabada, | ||
| la cuarta parte desta empresa justa. |