| Miguel de Cervantes Saavedra [Principal| Biografía |Obras | CEC | Galería|Debates |Enlaces |Buscar | Novedades| Sugerencias |Libro de invitados | Tabla de contenidos |Universidad] |
| Oyó el señor del húmido tridente | ||
| las plegarias de Apolo, y escuchólas | ||
| con alma tierna y corazón clemente; | ||
| hizo de ojo y dio del pie a las olas, | ||
| y, sin que lo entendiesen los poetas, | 5 |
|
| en un punto hasta el cielo levantólas; | ||
| y él, por ocultas vías y secretas, | ||
| se agazapó debajo del navío, | ||
| y usó con él de sus traidoras tretas. | ||
| Hirió con el tridente en lo vacío | 10 |
|
| del buco, y el estómago le llena | ||
| de un copioso corriente amargo río. | ||
| Advertido el peligro, al aire suena | ||
| una confusa voz, la cual resulta | ||
| de otras mil que el temor forma y la pena; | 15 |
|
| poco a poco el bajel pobre se oculta | ||
| en las entrañas del cerúleo y cano | ||
| vientre, que tantas ánimas sepulta. | ||
| Suben los llantos por el aire vano | ||
| de aquellos miserables, que suspiran | 20 |
|
| por ver su irreparable fin cercano; | ||
| trepan y suben por las jarcias, miran | ||
| cuál del navío es el lugar más alto, | ||
| y en él muchos se apiñan y retiran. | ||
| La confusión, el miedo, el sobresalto | 25 |
|
| les turba los sentidos, que imaginan | ||
| que desta a la otra vida es grande el salto; | ||
| con ningún medio ni remedio atinan; | ||
| pero, creyendo dilatar su muerte, | ||
| algún tanto a nadar se determinan; | 30 |
|
| saltan muchos al mar de aquella suerte, | ||
| que al charco de la orilla saltan ranas | ||
| cuando el miedo o el rüido las advierte. | ||
| Hienden las olas, del romperse canas, | ||
| menudean las piernas y los brazos, | 35 |
|
| aunque enfermos están y ellas no sanas; | ||
| y, en medio de tan grandes embarazos, | ||
| la vista ponen en la amada orilla, | ||
| deseosos de darla mil abrazos. | ||
| Y sé yo bien que la fatal cuadrilla, | 40 |
|
| antes que allí, holgara de hallarse | ||
| en el Compás famoso de Sevilla; | ||
| que no tienen por gusto el ahogarse | ||
| (discreta gente al parecer en esto), | ||
| pero valióles poco el esforzarse; | 45 |
|
| que el padre de las aguas echó el resto | ||
| de su rigor, mostrándose en su carro | ||
| con rostro airado y ademán funesto. | ||
| Cuatro delfines, cada cual bizarro, | ||
| con cuerdas hechas de tejidas ovas | 50 |
|
| le tiraban con furia y con desgarro. | ||
| Las ninfas en sus húmidas alcobas | ||
| sienten tu rabia, ¡oh vengativo nume!, | ||
| y de sus rostros la color les robas. | ||
| El nadante poeta que presume | 55 |
|
| llegar a la ribera defendida, | ||
| sus ayes pierde y su tesón consume; | ||
| que su corta carrera es impedida | ||
| de las agudas puntas del tridente, | ||
| entonces fiero y áspero homicida. | 60 |
|
| ¿Quién ha visto muchacho diligente | ||
| que en goloso a sí mesmo sobrepuja | ||
| (que no hay comparación más conveniente), | ||
| picar en el sombrero la granuja, | ||
| que el hallazgo le puso allí, o la sisa, | 65 |
|
| con punta alfileresca, o ya de aguja? | ||
| Pues no con menor gana o menor prisa, | ||
| poetas ensartaba el nume airado | ||
| con gusto infame y con dudosa risa. | ||
| En carro de cristal venía sentado, | 70 |
|
| la barba luenga y llena de marisco, | ||
| con dos gruesas lampreas coronado; | ||
| hacían de sus barbas firme aprisco | ||
| la almeja, el morsillón, pulpo y cangrejo, | ||
| cual le suelen hacer en peña o risco. | 75 |
|
| Era de aspecto venerable y viejo; | ||
| de verde, azul y plata era el vestido, | ||
| robusto al parecer y de buen rejo, | ||
| aunque, como enojado, denegrido | ||
| se mostraba en el rostro, que la saña | 80 |
|
| así turba el color como el sentido. | ||
| Airado, contra aquéllos más se ensaña | ||
| que nadan más, y sáleles al paso, | ||
| juzgando a gloria tan cobarde hazaña. | ||
| En esto (¡oh nuevo y milagroso caso, | 85 |
|
| digno de que se cuente poco a poco | ||
| y con los versos de Torcato Taso! | ||
| Hasta aquí no he invocado, ahora invoco | ||
| vuestro favor, ¡oh Musas !, necesario | ||
| para los altos puntos en que toco; | 90 |
|
| descerrajad vuestro más rico almario, | ||
| y el aliento me dad que el caso pide, | ||
| no humilde, no ratero ni ordinario), | ||
| las nubes hiende, el aire pisa y mide | ||
| la hermosa Venus Acidalia, y baja | 95 |
|
| del cielo, que ninguno se lo impide. | ||
| Traía vestida de pardilla raja | ||
| una gran saya entera, hecha al uso, | ||
| que le dice muy bien, cuadra y encaja; | ||
| luto que por su Adonis se le puso | 100 |
|
| luego que el gran colmillo del berraco | ||
| a atravesar sus ingles se dispuso. | ||
| A fe que si el mocito fuera maco, | ||
| que él guardara la cara al colmilludo, | ||
| que dio a su vida y su belleza saco. | 105 |
|
| ¡Oh valiente garzón, más que sesudo!, | ||
| ¿cómo, estando avisado, tu mal tomas, | ||
| entrando en trance tan horrendo y crudo? | ||
| En esto, las mansísimas palomas | ||
| que el carro de la diosa conducían | 110 |
|
| por el llano del mar y por las lomas, | ||
| por unas y otras partes discurrían, | ||
| hasta que con Neptuno se encontraron, | ||
| que era lo que buscaban y querían. | ||
| Los dioses, que se ven, se respetaron, | 1I 5 |
|
| y, haciendo sus zalemas a lo moro, | ||
| de verse juntos en estremo holgaron. | ||
| Guardáronse real grave decoro, | ||
| y procuró Ciprinia en aquel punto | ||
| mostrar de su belleza el gran tesoro: | 120 |
|
| ensanchó el verdugado, y dióle el punto | ||
| con ciertos puntapiés, que fueron coces | ||
| para el dios, que las vio y quedó difunto. | ||
| Un poeta, llamado don Quincoces, | ||
| andaba semivivo en las saladas | 125 |
|
| ondas, dando gemidos y no voces; | ||
| con todo, dijo en mal articuladas | ||
| palabras: «¡Oh señora, la de Pafo, | ||
| y de las otras dos islas nombradas, | ||
| muévate a compasión el verme gafo | 130 |
|
| de pies y manos, y que ya me ahogo | ||
| en otras linfas que las del garrafo. | ||
| Aquí será mi pira, aquí mi rogo, | ||
| aquí será Quincoces sepultado, | ||
| que tuvo en su crianza pedagogo!» | 135 |
|
| Esto dijo el mezquino; esto escuchado | ||
| fue de la diosa con ternura tanta, | ||
| que volvió a componer el verdugado; | ||
| y luego en pie y piadosa se levanta, | ||
| y, poniendo los ojos en el viejo, | 140 |
|
| desembudó la voz de la garganta, | ||
| y, con cierto desdén y sobrecejo, | ||
| entre enojada y grave y dulce, dijo | ||
| lo que al húmido dios tuvo perplejo; | ||
| y, aunque no fue su razonar prolijo, | 145 |
|
| todavía le trujo a la memoria | ||
| hermano de quién era y de quién hijo; | ||
| representóle cuán pequeña gloria | ||
| era llevar de aquellos miserables | ||
| el triunfo infausto y la crüel vitoria. | 150 |
|
| Él dijo: «Si los hados inmudables | ||
| no hubieran dado la fatal sentencia | ||
| destos en su ignorancia siempre estables, | ||
| una brizna no más de tu presencia | ||
| que viera yo, bellísima señora, | 155 |
|
| fuera de mi rigor la resistencia. | ||
| Mas ya no puede ser, que ya la hora | ||
| llegó donde mi blanda y mansa mano | ||
| ha de mostrar que es dura y vencedora; | ||
| que éstos, de proceder siempre inhumano, | 160 |
|
| en sus versos han dicho cien mil veces: | ||
| «azotando las aguas del mar cano...» | ||
| «Ni azotado ni viejo me pareces», | ||
| replicó Venus. Y él le dijo a ella: | ||
| «Puesto que me enamoras, no enterneces; | 165 |
|
| que de tal modo la fatal estrella | ||
| influye destos tristes, que no puedo | ||
| dar felice despacho a tu querella; | ||
| del querer de los hados sólo un dedo | ||
| no me puede apartar, ya tú lo sabes: | 170 |
|
| ellos han de acabar, y ha de ser cedo». | ||
| «Primero acabarás que los acabes», | ||
| le respondió madama, la que tiene | ||
| de tantas voluntades puerta y llaves; | ||
| «que, aunque el hado feroz su muerte ordene, | 175 |
|
| el modo no ha de ser a tu contento, | ||
| que muchas muertes el morir contiene». | ||
| Turbóse en esto el líquido elemento, | ||
| de nuevo renovóse la tormenta, | ||
| sopló más vivo y más apriesa el viento; | 180 |
|
| la hambrienta mesnada, y no sedienta, | ||
| se rinde al huracán recién venido | ||
| y, por más no penar, muere contenta. | ||
| ¡Oh raro caso y por jamás oído | ||
| ni visto ! ¡Oh nuevas y admirables trazas | 185 |
|
| de la gran reina obedecida en Nido!: | ||
| en un instante, el mar de calabazas | ||
| se vio cuajado, algunas tan potentes, | ||
| que pasaban de dos y aun de tres brazas; | ||
| también hinchados odres y valientes, | 190 |
|
| sin deshacer del mar la blanca espuma, | ||
| nadaban de mil talles diferentes. | ||
| Esta trasmutación fue hecha, en suma, | ||
| por Venus, de los lánguidos poetas, | ||
| porque Neptuno hundirlos no presuma; | 195 |
|
| el cual le pidió a Febo sus saetas, | ||
| cuya arma, arrojadiza desde aparte, | ||
| a Venus defraudara de sus tretas. | ||
| Negóselas Apolo; y veis dó parte | ||
| enojado el vejón, con su tridente | 200 |
|
| pensándolos pasar de parte a parte. | ||
| Mas éste se resbala, aquél no siente | ||
| la herida, y dando esguince se desliza, | ||
| y él queda de la cólera impaciente. | ||
| En esto Bóreas su furor atiza, | 205 |
|
| y lleva antecogida la manada, | ||
| que con la de los Cerdas simboliza. | ||
| Pidióselo la diosa, aficionada | ||
| a que vivan poetas zarabandos | ||
| de aquellos de la seta almidonada; | 210 |
|
| de aquellos blancos, tiernos, dulces, blandos, | ||
| de los que por momentos se dividen | ||
| en varias setas y en contrarios bandos; | ||
| los contrapuestos vientos se comiden | ||
| a complacer la bella rogadora, | 215 |
|
| y con un solo aliento la mar miden, | ||
| llevando a la pïara gruñidora | ||
| en calabazas y odres convertida, | ||
| a los reinos contrarios del Aurora. | ||
| Desta dulce semilla referida, | 220 |
|
| España, verdad cierta, tanto abunda, | ||
| que es por ella estimada y conocida; | ||
| que, aunque en armas y en letras es fecunda | ||
| más que cuantas provincias tiene el suelo, | ||
| su gusto en parte en tal semilla funda. | 225 |
|
| Después desta mudanza que hizo el cielo, | ||
| o Venus, o quien fuese, que no importa | ||
| guardar puntualidad como yo suelo, | ||
| no veo calabaza, o luenga o corta, | ||
| que no imagine que es algún poeta | 230 |
|
| que allí se estrecha, encubre, encoge, acorta. | ||
| Pues, ¿qué cuando veo un cuero? ¡Oh mal discreta | ||
| y vana fantasía, así engañada, | ||
| que a tanta liviandad estás sujeta!: | ||
| pienso que el piezgo de la boca atada | 235 |
|
| es la faz del poeta, transformado | ||
| en aquella figura mal hinchada; | ||
| y cuando encuentro algún poeta honrado | ||
| (digo poeta firme y valedero, | ||
| hombre vestido bien y bien calzado), | 240 |
|
| luego se me figura ver un cuero, | ||
| o alguna calabaza, y desta suerte | ||
| entre contrarios pensamientos muero. | ||
| Y no sé si lo yerre o si lo acierte | ||
| en que a las calabazas y a los cueros | 245 |
|
| y a los poetas trate de una suerte. | ||
| Cernícalos que son lagartijeros, | ||
| no esperen de gozar las preeminencias | ||
| que gozan gavilanes no pecheros. | ||
| Puestas en paz, pues, ya las diferencias | 250 |
|
| de Delio, y los poetas transformados | ||
| en tan vanas y huecas apariencias, | ||
| los mares y los vientos sosegados, | ||
| sumergióse Neptuno malcontento | ||
| en sus palacios de cristal labrados. | 255 |
|
| Las mansísimas aves por el viento | ||
| volaron, y a la bella Ciprïana | ||
| pusieron en su reino a salvamento. | ||
| Y, en señal que del triunfo quedó ufana | ||
| (lo que hasta allí nadie acabó con ella), | 260 |
|
| del luto se quitó la saboyana, | ||
| quedando en cuezo, tan briosa y bella, | ||
| que se supo después que Marte anduvo | ||
| todo aquel día y otros dos tras ella. | ||
| Todo el cual tiempo, el escuadrón estuvo | 265 |
|
| mirando atento la fatal rüina | ||
| que la canalla transformada tuvo; | ||
| y, viendo despejada la marina, | ||
| Apolo, del socorro mal venido, | ||
| de dar fin al gran caso determina. | 270 |
|
| Pero en aquel instante un gran rüido | ||
| se oyó, con que la turba se alboroza | ||
| y pone vista alerta y presto oído; | ||
| y era quien le formaba una carroza | ||
| rica, sobre la cual venía sentado | 275 |
|
| el grave don Lorenzo de Mendoza, | ||
| de su felice ingenio acompañado, | ||
| de su mucho valor y cortesía, | ||
| joyas inestimables, adornado. | ||
| Pedro Juan de Rejaule le seguía | 280 |
|
| en otro coche, insigne valenciano | ||
| y grande defensor de la poesía. | ||
| Sentado viene a su derecha mano | ||
| Juan de Solís, mancebo generoso, | ||
| de raro ingenio, en verdes años cano. | 285 |
|
| Y Juan de Carvajal, doctor famoso, | ||
| les hace tercio, y no por ser pesado | ||
| dejan de hacer su curso presuroso, | ||
| porque al divino ingenio, al levantado | ||
| valor de aquestos tres que el coche encierra, | 290 |
|
| no hay impedirle monte ni collado. | ||
| Pasan volando la empinada sierra, | ||
| las nubes tocan, llegan casi al cielo, | ||
| y alegres pisan la famosa tierra. | ||
| Con este mismo honroso y grave celo, | 295 |
|
| Bartolomé de Mola y Gabriel Laso | ||
| llegaron a tocar del monte el suelo. | ||
| Honra las altas cimas de Parnaso | ||
| don Diego, que de Silva tiene el nombre, | ||
| y por ellas alegre tiende el paso. | 300 |
|
| A cuyo ingenio y sin igual renombre | ||
| toda ciencia se inclina y le obedece, | ||
| y le levanta a ser más que de hombre. | ||
| Dilátanse las sombras y descrece | ||
| el día, y de la noche el negro manto | 305 |
|
| guarnecido de estrellas aparece; | ||
| y el escuadrón, que había esperado tanto | ||
| en pie, se rinde al sueño perezoso | ||
| de hambre y sed, y de mortal quebranto. | ||
| Apolo, entonces poco luminoso, | 310 |
|
| dando hasta los antípodas un brinco, | ||
| siguió su occidental curso forzoso; | ||
| pero primero licenció a los cinco | ||
| poetas titulados, a su ruego, | ||
| que lo pidieron con estraño ahínco, | 315 |
|
| por parecerles risa, burla y juego | ||
| empresas semejantes; y así, Apolo | ||
| condecendió con sus deseos luego; | ||
| que es el galán de Dafne único y solo | ||
| en usar cortesía sobre cuantos | 320 |
|
| descubre el nuestro y el contrario polo. | ||
| Del lóbrego lugar de los espantos | ||
| sacó su hisopo el lánguido Morfeo, | ||
| con que ha rendido y embocado a tantos; | ||
| y del licor que dicen que es leteo, | 325 |
|
| que mana de la fuente del olvido, | ||
| los párpados bañó a todos arreo. | ||
| El más hambriento se quedó dormido; | ||
| dos cosas repugnantes, hambre y sueño, | ||
| privilegio a poetas concedido. | 330 |
|
| Yo quedé, en fin, dormido como un leño, | ||
| llena la fantasía de mil cosas, | ||
| que de contallas mi palabra empeño, | ||
| por más que sean en sí dificultosas. |