Miguel de Cervantes Saavedra [Principal| Biografía |Obras | CEC | Galería|Debates |Enlaces |Buscar | Novedades| Sugerencias |Libro de invitados | Tabla de contenidos |Universidad] |
Preliminares
FEE DE ERRATAS
Vi las doce novelas compuestas por Miguel de Cervantes, y en
ellas no hay cosa digna que notar que no corresponda con su
original. Dada en Madrid, a siete de agosto de 1613.
El licenciado Murcia de la Llana.
TASA
Yo, Hernando de Vallejo, escribano de Cámara del Rey nuestro
señor, de los que residen en su Consejo, doy fe que, habiéndose
visto por los señores dél un libro, que con su licencia fue
impreso, intitulado Novelas ejemplares, compuesto por Miguel de
Cervantes Saavedra, le tasaron a cuatro maravedís el pliego, el
cual tiene setenta y un pliegos y medio, que al dicho precio suma
y monta docientos y ochenta y seis maravedís en papel; y
mandaron que a este precio, y no más, se venda, y que esta tasa
se ponga al principio de cada volumen del dicho libro, para que
se sepa y entienda lo que por él se ha de pedir y llevar, como
consta y parece por el auto y decreto que está y queda en mi
poder, a que me refiero. Y, para que dello conste, de mandamiento
de los dichos señores del Consejo, y pedimiento de la parte del
dicho Miguel de Cervantes, di esta fe, en la villa de Madrid, a
doce días del mes de agosto de mil y seiscientos y trece años.
Hernando de Vallejo.
Monta ocho reales y catorce maravedís en papel.
Vea este libro el padre presentado Fr. Juan Bautista, de la orden
de la Santísima Trinidad, y dígame si tiene cosa contra la fe o
buenas costumbres, y si será justo imprimirse. Fecho en Madrid,
a 2 de julio de 1612.
El doctor Cetina.
APROBACIÓN
Por comisión del señor doctor Gutierre de Cetina, vicario
general por el ilustrísimo cardenal D. Bernardo de Sandoval y
Rojas, en Corte, he visto y leído las doce Novelas ejemplares,
compuestas por Miguel de Cervantes Saavedra; y, supuesto que es
sentencia llana del angélico doctor Santo Tomás que la
eutropelia es virtud, la que consiste en un entretenimiento
honesto, juzgo que la verdadera eutropelia está en estas
novelas, porque entretienen con su novedad, enseñan con sus
ejemplos a huir vicios y seguir virtudes, y el autor cumple con
su intento, con que da honra a nuestra lengua castellana, y avisa
a las repúblicas de los daños que de algunos vicios se siguen,
con otras muchas comodidades; y así, me parece se le puede y
debe dar la licencia que pide, salvo &c. En este convento de
la Santísima Trinidad, calle de Atocha, en 9 de julio de 1612.
El padre presentado Fr. Juan Bautista.
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APROBACIÓN
Por comisión y mandado de los señores del Consejo de su
Majestad, he hecho ver este libro de Novelas ejemplares, y no
contiene cosa contra la fe ni buenas costumbres, antes con
semejantes argumentos nos pretende enseñar su autor cosas de
importancia, y el cómo nos hemos de haber en ellas; y este fin
tienen los que escriben novelas y fábulas; y ansí, me parece se
puede dar licencia para imprimir. En Madrid, a nueve de julio de
mil y seiscientos y doce.
El doctor Cetina.
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APROBACIÓN
Por comisión de vuestra Alteza, he visto el libro intitulado
Novelas ejemplares, de Miguel de Cervantes Saavedra, y no hallo
en él cosa contra la fe y buenas costumbres, por donde no se
pueda imprimir; antes hallo en él cosas de mucho entretenimiento
para los curiosos lectores, y avisos y sentencias de mucho
provecho, y que proceden de la fecundidad del ingenio de su
autor, que no lo muestra en éste menos que en los demás que ha
sacado a luz. En este Monasterio de la Santísima Trinidad, en
ocho de agosto de mil y seiscientos y doce.
Fray Diego de Hortigosa.
APROBACIÓN
Por comisión de los señores del
Supremo Consejo de Aragón, vi un libro intitulado Novelas
ejemplares, de honestísimo entretenimiento, su autor Miguel de
Cervantes Saavedra, y no sólo [no] hallo en él cosa escrita en
ofensa de la religión cristiana y perjuicio de las buenas
costumbres, antes bien confirma el dueño desta obra la justa
estimación que en España y fuera della se hace de su claro
ingenio, singular en la invención y copioso en el lenguaje, que
con lo uno y lo otro enseña y admira, dejando desta vez
concluidos con la abundancia de sus palabras a los que, siendo
émulos de la lengua española, la culpan de corta y niegan su
fertilidad; y así, se debe imprimir: tal es mi parecer. En
Madrid, a treinta y uno de julio de mil y seiscientos y trece.
Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo.
EL REY
Por cuanto por parte de vos, Miguel de
Cervantes, nos fue fecha relación que habíades compuesto un
libro intitulado Novelas ejemplares, de honestísimo
entretenimiento, donde se mostraba la alteza y fecundidad de la
lengua castellana, que os había costado mucho trabajo el
componerle, y nos suplicastes os mandásemos dar licencia y
facultad para le poder imprimir, y privilegio por el tiempo que
fuésemos servido, o como la nuestra merced fuese; lo cual, visto
por los del nuestro Consejo, por cuanto en el dicho libro se hizo
la diligencia que la pragmática por nos sobre ello fecha
dispone, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra
cédula en la dicha razón, y nos tuvímoslo por bien. Por la
cual vos damos licencia y facultad para que, por tiempo y espacio
de diez años cumplidos primeros siguientes, que corran y se
cuenten desde el día de la fecha desta nuestra cédula en
adelante, vos, o la persona que para ello vuestro poder hubiere,
y no otra alguna, podáis imprimir y vender el dicho libro, que
desuso se hace mención. Y por la presente damos licencia y
facultad a cualquier impresor destos nuestros reinos que
nombráredes, para que durante el dicho tiempo lo pueda imprimir
por el original que en el nuestro Consejo se vio, que va
rubricado, y firmado al fin, de Antonio de Olmedo, nuestro
Escribano de Cámara, y uno de los que en el nuestro Consejo
residen, con que antes que se venda le traigáis ante ellos,
juntamente con el dicho original, para que se vea si la dicha
impresión está conforme a él, o traigáis fee en pública
forma, como por corrector por nos nombrado se vio y corrigió la
dicha impresión por el dicho original. Y mandamos al impresor
que ansí imprimiere el dicho libro, no imprima el principio y
primer pliego dél, ni entregue más de un solo libro con el
original al autor y persona a cuya costa lo imprimiere, ni a otra
alguna, para efecto de la dicha corrección y tasa, hasta que,
antes y primero, el dicho libro esté corregido y tasado por los
del nuestro Consejo. Y estando hecho, y no de otra manera, pueda
imprimir el dicho principio y primer pliego, en el cual,
inmediatamente, se ponga esta nuestra licencia, y la aprobación,
tasa y erratas; ni lo podáis vender ni vendáis vos, ni otra
persona alguna, hasta que esté el dicho libro en la forma
susodicha, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en
la dicha pragmática y leyes de nuestros reinos que sobre ello
disponen. Y mandamos que durante el dicho tiempo persona alguna,
sin vuestra licencia, no lo pueda imprimir ni vender, so pena
que, el que lo imprimiere y vendiere haya perdido y pierda
cualesquier libros, moldes y aparejos que dél tuviere, y más
incurra en pena de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo
contrario hiciere. De la cual dicha pena sea la tercia parte para
nuestra Cámara, y la otra tercia parte para el juez que lo
sentenciare, y la otra tercia parte para el que lo denunciare. Y
mandamos a los del nuestro Consejo, presidente y oidores de las
nuestras Audiencias, alcaldes, alguaciles de la nuestra Casa y
Corte y Chancillerías, y otras cualesquier justicias de todas
las ciudades, villas y lugares destos nuestros reinos y
señoríos, y a cada uno dellos, ansí a los que agora son como a
los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta
nuestra cédula y merced, que ansí vos hacemos, y contra ella no
vayan, ni pasen, ni consientan ir, ni pasar en manera alguna, so
pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la
nuestra Cámara. Fecha en Madrid, a veinte y dos días del mes de
noviembre de mil y seiscientos y doce años.
YO, EL REY.
Por mandado del rey nuestro señor:
Jorge de Tovar.
Nos, Don Felipe, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de Aragón, de León, de las dos Sicil[i]as, de Jerusalén, de Portugal, de Hungría, de Dalmacia, de Croacia, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierrafirme del mar Océano; Archiduque de Austria; Duque de Borgoña, de Bravante, de Milán, de Atenas y Neopatria, Conde de Abspurg, de Flandes, de Tyrol, de Barcelona, de Rosellón y Cerdaña, Marqués de Oristán y Conde de Goceano. Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervantes Saavedra, nos ha sido hecha relación que con vuestra industria y trabajo habéis compuesto un libro intitulado Novelas ejemplares, de honestísimo entretenimiento, el cual es muy útil y provechoso, y le deseáis imprimir en los nuestros reinos de la Corona de Aragón, suplicándonos fuésemos servido de haceros merced de licencia para ello. E nos, teniendo consideración a lo sobredicho, y que ha sido el dicho libro reconocido por persona experta en letras, y por ella aprobado, para que os resulte dello alguna utilidad, y, por la común, lo habemos tenido por bien. Por ende, con tenor de las presentes, de nuestra cierta ciencia y real autoridad, deliberadamente y consulta, damos licencia, permiso y facultad a vos, Miguel de Cervantes, que, por tiempo de diez años, contaderos desde el día de la data de las presentes en adelante, vos, o la persona o personas que vuestro poder tuvieren, y no otro alguno, podáis y puedan hacer imprimir y vender el dicho libro de las Novelas ejemplares, de honestísimo entretenimiento, en los dichos nuestros reinos de la Corona de Aragón, prohibiendo y vedando expresamente que ningunas otras personas lo puedan hacer por todo el dicho tiempo, sin vuestra licencia, permiso y voluntad, ni le puedan entrar en los dichos reinos, para vender, de otros adonde se hubiere imprimido. Y si, después de publicadas las presentes, hubiere alguno o algunos que durante el dicho tiempo intentaren de imprimir o vender el dicho libro, ni meterlos impresos para vender, como dicho es, incurran en pena de quinientos florines de oro de Aragón, dividideros en tres partes; a saber: es una para nuestros cofres reales; otra, para vos, el dicho Miguel de Cervantes Saavedra; y otra, para el acusador. Y, demás de la dicha pena, si fuere impresor, pierda los moldes y libros que así hubiere imprimido, mandando con el mismo tenor de las presentes a cualesquier lugartenientes y capitanes generales, regentes la Cancellaría, regente el oficio, y portants veces de nuestro general gobernador, alguaciles, vergueros, porteros y otros cualesquier oficiales y ministros nuestros, mayores y menores, en los dichos nuestros reinos y señoríos constituidos y constituideros, y a sus lugartenientes y regentes los dichos oficios, so incurrimiento de nuestra ira e indignación y pena de mil florines de oro de Aragón de bienes del que lo contrario hiciere exigideros, y a nuestros reales cofres aplicaderos, que la presente nuestra licencia y prohibición, y todo lo en ella contenido, os tengan guardar, tener, guardar y cumplir hagan, sin contradición alguna, y no permitan ni den lugar a que sea hecho lo contrario en manera alguna, si, demás de nuestra ira e indignación, en la pena susodicha desean no incurrir. En testimonio de lo cual, mandamos despachar las presentes, con nuestro sello real común en el dorso selladas. Datt. en San Lorenzo el Real, a nueve días del mes de agosto, año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, mil y seiscientos y trece.
YO, EL REY.
Dominus rex mandauit mihi D. Francisco Gassol, visa per Roig
Vicecancellarium, Comitem generalem Thesaurarium, Guardiola,
Fontanet, Martínez ( Pérez Manrique, regentes Cancellariam.
Quisiera yo, si fuera posible, lector
amantísimo, escusarme de escribir este prólogo, porque no me
fue tan bien con el que puse en mi Don Quijote, que quedase con
gana de segundar con éste. Desto tiene la culpa algún amigo, de
los muchos que en el discurso de mi vida he granjeado, antes con
mi condición que con mi ingenio; el cual amigo bien pudiera,
como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja
deste libro, pues le diera mi retrato el famoso don Juan de
Jáurigui, y con esto quedara mi ambición satisfecha, y el deseo
de algunos que querrían saber qué rostro y talle tiene quien se
atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo, a
los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato:
Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño,
frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva,
aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte
años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña,
los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y
ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen
correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos
estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que
morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste
digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de
la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del
de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí
descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase
comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos
años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia
en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la
mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea,
él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más
memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni
esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras
banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice
memoria.
Y cuando a la deste amigo, de quien me
quejo, no ocurrieran otras cosas de las dichas que decir de mí,
yo me levantara a mí mismo dos docenas de testimonios, y se los
dijera en secreto, con que estendiera mi nombre y acreditara mi
ingenio. Porque pensar que dicen puntualmente la verdad los tales
elogios es disparate, por no tener punto preciso ni determinado
las alabanzas ni los vituperios.
En fin, pues ya esta ocasión se pasó, y yo he quedado en blanco
y sin figura, será forzoso valerme por mi pico, que, aunque
tartamudo, no lo será para decir verdades, que, dichas por
señas, suelen ser entendidas. Y así, te digo otra vez, lector
amable, que destas novelas que te ofrezco, en ningún modo
podrás hacer pepitoria, porque no tienen pies, ni cabeza, ni
entrañas, ni cosa que les parezca; quiero decir que los
requiebros amorosos que en algunas hallarás, son tan honestos, y
tan medidos con la razón y discurso cristiano, que no podrán
mover a mal pensamiento al descuidado o cuidadoso que las leyere.
Heles dado nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay
ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso; y
si no fuera por no alargar este sujeto, quizá te mostrara el
sabroso y honesto fruto que se podría sacar, así de todas
juntas como de cada una de por sí. Mi intento ha sido poner en
la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno
pueda llegar a entretenerse, sin daño de barras: digo, sin daño
del alma ni del cuerpo, porque los ejercicios honestos y
agradables antes aprovechan que dañan.
Sí, que no siempre se está en los templos, no siempre se ocupan
los oratorios, no siempre se asiste a los negocios, por
calificados que sean. Horas hay de recreación, donde el afligido
espíritu descanse. Para este efeto se plantan las alamedas, se
buscan las fuentes, se allanan las cuestas y se cultivan con
curiosidad los jardines. Una cosa me atreveré a decirte: que si
por algún modo alcanzara que la lección destas novelas pudiera
inducir a quien las leyera a algún mal deseo o pensamiento,
antes me cortara la mano con que las escribí que sacarlas en
público. Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que
al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la
mano.
A esto se aplicó mi ingenio, por aquí me lleva mi inclinación,
y más, que me doy a entender, y es así, que yo soy el primero
que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que
en ella andan impresas todas son traducidas de lenguas
estranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas:
mi ingenio las engendró, y las parió mi pluma, y van creciendo
en los brazos de la estampa. Tras ellas, si la vida no me deja,
te ofrezco los Trabajos de Persiles, libro que se atreve a
competir con Heliodoro, si ya por atrevido no sale con las manos
en la cabeza; y primero verás, y con brevedad dilatadas, las
hazañas de don Quijote y donaires de Sancho Panza, y luego las
Semanas del jardín. Mucho prometo con fuerzas tan pocas como las
mías, pero ¿quién pondrá rienda a los deseos? Sólo esto
quiero que consideres: que, pues yo he tenido osadía de dirigir
estas novelas al gran Conde de Lemos, algún misterio tienen
escondido que las levanta.
No más, sino que Dios te guarde y a mí me dé paciencia para
llevar bien el mal que han de decir de mí más de cuatro sotiles
y almidonados. Vale.
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A DON PEDRO FERNÁNDEZ DE CASTRO,
Conde de Lemos, de Andrade y de
Villalba,
Marqués de Sarriá, Gentilhombre de la Cámara
de su Majestad, Virrey, Gobernador
y Capitán General del Reino de Nápoles,
Comendador de la Encomienda de la Zarza
de la Orden de la Alcántara.
En dos errores, casi de ordinario, caen los que dedican sus obras a algún príncipe. El primero es que en la carta que llaman dedicatoria, que ha de ser breve y sucinta, muy de propósito y espacio, ya llevados de la verdad o de la lisonja, se dilatan en ella en traerle a la memoria, no sólo las hazañas de sus padres y abuelos, sino las de todos sus parientes, amigos y bienhechores. Es el segundo decirles que las ponen debajo de su protección y amparo, porque las lenguas maldicientes y murmuradoras no se atrevan a morderlas y lacerarlas. Yo, pues, huyendo destos dos inconvenientes, paso en silencio aquí las grandezas y títulos de la antigua y Real Casa de Vuestra Excelencia, con sus infinitas virtudes, así naturales como adqueridas, dejándolas a que los nuevos Fidias y Lisipos busquen mármoles y bronces adonde grabarlas y esculpirlas, para que sean émulas a la duración de los tiempos. Tampoco suplico a Vuestra Excelencia reciba en su tutela este libro, porque sé que si él no es bueno, aunque le ponga debajo de las alas del Hipogrifo de Astolfo y a la sombra de la clava de Hércules, no dejarán los Zoilos, los Cínicos, los Aretinos y los Bernias de darse un filo en su vituperio, sin guardar respecto a nadie. Sólo suplico que advierta Vuestra Excelencia que le envío, como quien no dice nada, doce cuentos, que, a no haberse labrado en la oficina de mi entendimiento, presumieran ponerse al lado de los más pintados. Tales cuales son, allá van, y yo quedo aquí contentísimo, por parecerme que voy mostrando en algo el deseo que tengo de servir a Vuestra Excelencia como a mi verdadero señor y bienhechor mío. Guarde Nuestro Señor, &c. De Madrid, a catorce de julio de mil y seiscientos y trece.
Criado de Vuestra Excelencia,
Miguel de Cervantes Saavedra.
DEL
MARQUÉS DE ALCAÑICES,
A MIGUEL DE CERVANTES
Soneto
Si en el moral ejemplo y dulce aviso,
Cervantes, de la diestra grave lira,
en docta frasis el concepto mira
el lector retratado un paraíso;
mira mejor que con el arte quiso
vuestro ingenio sacar de la mentira
la verdad, cuya llama sólo aspira
a lo que es voluntario hacer preciso.
Al asumpto ofrecidas las memorias
dedica el tiempo, que en tan breve suma
caben todos sucintos los estremos;
y es noble calidad de vuestras glorias,
que el uno se le deba a vuestra pluma,
y el otro a las grandezas del de Lemos.
DE FERNANDO BERMÚDEZ Y CARVAJAL,
CAMARERO DEL DUQUE DE SESA,
A MIGUEL DE CERVANTES
Hizo la memoria clara
de aquel Dédalo ingenioso,
el laberinto famoso,
obra peregrina y rara;
mas si tu nombre alcanzara
Creta en su monstro cruel,
le diera al bronce y pincel,
cuando, en términos distintos,
viera en doce laberintos
mayor ingenio que en él;
y si la naturaleza,
en la mucha variedad
enseña mayor beldad,
más artificio y belleza,
celebre con más presteza,
Cervantes, raro y sutil,
aqueste florido abril,
cuya variedad admira
la fama veloz, que mira
en él variedades mil.
DE
DON FERNANDO DE LODEÑA,
A MIGUEL DE CERVANTES
Soneto
Dejad, Nereidas, del albergue umbroso
las piezas de cristales fabricadas,
de la espuma ligera mal techadas,
si bien guarnidas de coral precioso;
salid del sitio ameno y deleitoso,
Dríades de las selvas no tocadas,
y vosotras, ¡oh Musas celebradas!,
dejad las fuentes del licor copioso;
todas juntas traed un ramo solo
del árbol en quien Dafne convertida,
al rubio dios mostró tanta dureza,
que, cuando no lo fuera para Apolo,
hoy se hiciera laurel, por ver ceñida
a Miguel de Cervantes la cabeza.
DE
JUAN DE SOLÍS MEJÍA,
GENTILHOMBRE CORTESANO,
A LOS LECTORES
Soneto
¡Oh tú, que aquestas fábulas leíste:
si lo secreto dellas contemplaste,
verás que son de la verdad engaste,
que por tu gusto tal disfraz se viste!
Bien, Cervantes insigne, conociste
la humana inclinación, cuando mezclaste
lo dulce con lo honesto, y lo templaste
tan bien que plato al cuerpo y alma hiciste.
Rica y pomposa vas, filosofía;
ya, dotrina moral, con este traje
no habrá quien de ti burle o te desprecie.
Si agora te faltare compañía,
jamás esperes del mortal linaje
que tu virtud y tus grandezas precie.