| Miguel de Cervantes Saavedra [Principal| Biografía |Obras | CEC | Galería|Debates |Enlaces |Buscar | Novedades| Sugerencias |Libro de invitados | Tabla de contenidos |Universidad] |
Soneto
de Miguel de Cervantes,
gentilhombre español, en loor del autor
| ¡Oh cuán claras señales habéis dado, | |
| alto Bartholomeo de Ruffino, | |
| que de Parnaso y Ménalo el camino | |
| habéis dichosamente paseado! | |
| Del siempre verde lauro coronado | |
| seréis, si yo no soy mal adivino, | |
| si ya vuestra fortuna y cruel destino | |
| os saca de tan triste y bajo estado, | |
| pues, libre de cadenas vuestra mano, | |
| reposando el ingenio, al alta cumbre | |
| os podéis levantar seguramente, | |
| oscureciendo al gran Livio romano, | |
| dando de vuestras obras tanta lumbre | |
| que bien merezca el lauro vuestra frente. |
Del mismo,
en alabanza de la presente obra
| Si, ansí como de nuestro mal se canta | |
| en esta verdadera, clara historia, | |
| se oyera de cristianos la victoria, | |
| ¡cuál fuera el fruto d'esta rica planta! | |
| Ansí cual es, al cielo se levanta | |
| y es digna de inmortal, larga memoria, | |
| pues, libre de algún vicio y baja escoria, | |
| al alto ingenio admira, al bajo espanta. | |
| Verdad, orden, estilo claro y llano | |
| cual a perfecto historiador conviene, | |
| en esta breve summa está cifrado. | |
| ¡Felice ingenio, venturosa mano, | |
| que, entre pesados yerros apretado, | |
| tal arte y tal virtud en sí contiene! |
De Miguel de Cervante[s],
captivo,
a M. Vázquez, mi señor
| Si el bajo son de la zampoña mía, | |
| señor, a vuestro oído no ha llegado | |
| en tiempo que sonar mejor debía, | |
| no ha sido por la falta de cuidado | |
| sino por sobra del que me ha traído | |
| por estraños caminos desvïado. | |
| También, por no adquirirme de atrevido | |
| el nombre odioso, la cansada mano | |
| ha encubierto las faltas del sentido. | |
| Mas ya que el valor vuestro sobrehumano, | |
| de quien tiene noticia todo el suelo, | |
| la graciosa altivez, el trato llano | |
| aniquilan el miedo y el recelo | |
| que ha tenido hasta aquí mi humilde pluma | |
| de no quereros descubrir su vuelo, | |
| de vuestra alta bondad y virtud summa | |
| diré lo menos, que lo más no siento | |
| quién de cerrarlo en verso se presuma. | |
| Aquél que os mira en el subido asiento | |
| do el humano favor puede encumbrarse, | |
| y que no cesa el favorable viento, | |
| y él se ve entre las ondas anegarse | |
| del mar de la privanza, do procura, | |
| o por fas o por nefas, levantarse, | |
| ¿quién duda que no dice: «La ventura | |
| ha dado en levantar este mancebo | |
| hasta ponerle en la más alta altura: | |
| ayer le vimos inesperto y nuevo | |
| en las cosas que agora mide y trata | |
| tan bien que tengo envidia y las apruebo»? | |
| D'esta manera se congoja y mata | |
| el envidioso, que la gloria ajena | |
| le destruye, marchita y desbarata. | |
| Pero aquél que con mente más serena | |
| contempla vuestro trato y vida honrosa | |
| y del alma dentro, de virtudes llena, | |
| no la inconstante rueda presurosa | |
| de la falsa fortuna, suerte o hado, | |
| signo, ventura, estrella ni otra cosa | |
| dice qu'es causa que en el buen estado | |
| que agora poseéis os haya puesto, | |
| con esperanza de más alto grado, | |
| mas solo el modo del vivir honesto, | |
| la virtud escogida que se muestra | |
| en vuestras obras y apacible gesto, | |
| ésta dice, señor, que os da su diestra | |
| y os tiene asido con sus fuertes lazos | |
| y a más y a más subir siempre os adiestra. | |
| ¡Oh sanctos, oh agradables dulces brazos | |
| de la sancta virtud, alma y divina, | |
| y sancto quien recibe sus abrazos! | |
| Quien con tal guía, como vos, camina, | |
| ¿de qué se admira el ciego vulgo bajo | |
| si a la silla más alta se avecina? | |
| Y, puesto que no hay cosa sin trabajo, | |
| quien va sin la virtud va por rodeo, | |
| y el que la lleva va por el atajo. | |
| Si no me engaña la experiencia, creo | |
| que se ve mucha gente fatigada | |
| de un solo pensamiento y un deseo: | |
| pretenden más de dos llave dorada, | |
| muchos un mesmo cargo, y quien aspira | |
| a la fidelidad de una embajada. | |
| Cada qual por sí mesmo al blanco tira | |
| donde asestan otros mil, y sólo es uno | |
| cuya saeta dio do fue la mira; | |
| y éste quizá, qu'a nadie fue importuno | |
| ni a la soberbia puerta del privado | |
| se halló, después de vísperas, ayuno, | |
| ni dio ni tuvo a quien pedir prestado: | |
| sólo con la virtud se entretenía | |
| y en Dios y en ella estaba confiado. | |
| Vos sois, señor, por quien decir podría | |
| (y lo digo y diré sin estar mudo) | |
| que sola la virtud fue vuestra guía, | |
| y que ella sola fue bastante y pudo | |
| levantaros al bien do estáis agora, | |
| privado humilde, de ambición desnudo. | |
| ¡Dichosa y felicísima la hora, | |
| donde tuvo el real conoscimiento | |
| noticia del valor que anida y mora | |
| en vuestro reposado entendimiento, | |
| cuya fidelidad, cuyo secreto | |
| es de vuestras virtudes el cimiento! | |
| Por la senda y camino más perfecto | |
| van vuestros pies, que es la que el medio | |
| tiene y la que alaba el seso más discreto; | |
| quien por ella camina, vemos viene | |
| a aquel dulce, süave paradero | |
| que la felicidad en sí contiene. | |
| Yo, que el camino más bajo y grosero | |
| he caminado en fría noche escura, | |
| he dado en manos del atolladero, | |
| y en la esquiva prisión, amarga y dura, | |
| adonde agora quedo, estoy llorando | |
| mi corta, infelicísima ventura, | |
| con quejas tierra y cielo importunando, | |
| con suspiros el aire escuresciendo, | |
| con lágrimas el mar acrescentando. | |
| Vida es ésta, señor, do estoy muriendo, | |
| entre bárbara gente descreída | |
| la mal lograda juventud perdiendo. | |
| No fue la causa aquí de mi venida | |
| andar vagando por el mundo acaso | |
| con la vergüenza y la razón perdida: | |
| diez años ha que tiendo y mudo el paso | |
| en servicio del gran Filipo nuestro, | |
| ya con descanso, ya cansado y laso; | |
| y, en el dichoso día que siniestro | |
| tanto fue el hado a la enemiga armada | |
| cuanto a la nuestra favorable y diestro, | |
| de temor y de esfuerzo acompañada, | |
| presente estuvo mi persona al hecho, | |
| más de speranza que de hierro armada. | |
| Vi el formado escuadrón roto y deshecho, | |
| y de bárbara gente y de cristiana | |
| rojo en mil partes de Neptuno el lecho; | |
| la muerte airada con su furia insana | |
| aquí y allí con priesa discurriendo, | |
| mostrándose a quién tarda, a quién temprana; | |
| el son confuso, el espantable estruendo, | |
| los gestos de los tristes miserables | |
| que entre el fuego y agua iban muriendo; | |
| los profundos sospiros lamentables | |
| que los heridos pechos despedían, | |
| maldiciendo sus hados detestables. | |
| Helóseles la sangre que tenían | |
| cuando, en el son de la trompeta nuestra, | |
| su daño y nuestra gloria conoscían; | |
| con alta voz, de vencedora muestra, | |
| rompiendo el aire claro, el son mostraba | |
| ser vencedora la cristiana diestra. | |
| A esta dulce sazón yo, triste, estaba | |
| con la una mano de la espada asida, | |
| y sangre de la otra derramaba; | |
| el pecho mío de profunda herida | |
| sentía llagado, y la siniestra mano | |
| estaba por mil partes ya rompida. | |
| Pero el contento fue tan soberano | |
| qu'a mi alma llegó, viendo vencido | |
| el crudo pueblo infiel por el cristiano, | |
| que no echaba de ver si estaba herido, | |
| aunque era tan mortal mi sentimiento, | |
| que a veces me quitó todo el sentido. | |
| Y en mi propia cabeza el escarmiento | |
| no me pudo estorbar que el segundo año | |
| no me pusiese a discreción del viento, | |
| y al bárbaro, medroso pueblo estraño | |
| vi recogido, triste, amedrentado | |
| y con causa temiendo de su daño, | |
| y al reino tan antiguo y celebrado, | |
| a do la hermosa Dido fue rendida | |
| al querer del troyano desterrado, | |
| también, vertiendo sangre aún la herida | |
| mayor, con otras dos, quise hallarme | |
| por ver ir la morisma de vencida. | |
| ¡Dios sabe si quisiera allí quedarme | |
| con los que allí quedaron esforzados | |
| y perderme con ellos, o ganarme! | |
| Pero mis cortos, implacables hados, | |
| en tan honrosa empresa no quisieron | |
| que acabase la vida y los cuidados, | |
| y al fin por los cabellos me trujeron | |
| a ser vencido por la valentía | |
| de aquellos que después no la tuvieron. | |
| En la galera Sol, que escurescía | |
| mi ventura su luz, a pesar mío, | |
| fue la pérdida de otros y la mía. | |
| Valor mostramos al principio y brío, | |
| pero después, con la esperiencia amarga, | |
| conoscimos ser todo desvarío. | |
| Sentí de ajeno yugo la gran carga, | |
| y en las manos sacrílegas malditas | |
| dos años ha que mi dolor se alarga. | |
| Bien sé que mis maldades infinitas | |
| y la poca atrición qu'en mí se encierra | |
| me tiene entre estos falsos ismaelitas. | |
| Cuando llegué vencido y vi la tierra | |
| tan nombrada en el mundo, qu'en su seno | |
| tantos piratas cubre, acoge y cierra, | |
| no pude al llanto detener el freno, | |
| que a mi despecho, sin saber lo que era, | |
| me vi el marchito rostro de agua lleno. | |
| Ofrescióse a mis ojos la ribera | |
| y el monte donde el grande Carlo tuvo | |
| levantada en el aire su bandera, | |
| y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo, | |
| pues, movido de envidia de su gloria, | |
| airado entonces más que nunca estuvo. | |
| Estas cosas, volviendo en mi memoria, | |
| las lágrimas trujeron a los ojos, | |
| movidas de desgracia tan notoria. | |
| Pero si el alto cielo en darme enojos | |
| no está con mi ventura conjurado, | |
| y aquí no lleva muerte mis despojos, | |
| cuando me vea en más alegre estado, | |
| si vuestra intercesión, señor, me ayuda | |
| a verme ante Filipo arrodillado, | |
| mi lengua balbuciente y cuasi muda | |
| pienso mover en la real presencia, | |
| de adulación y de mentir desnuda, | |
| diciendo: «Alto señor, cuya potencia | |
| sujetas trae mil bárbaras naciones | |
| al desabrido yugo de obediencia, | |
| a quien los negros indios con sus dones | |
| reconoscen honesto vasallaje, | |
| trayendo el oro acá de sus rincones: | |
| despierte en tu real pecho el gran coraje, | |
| la gran soberbia con que una bicoca | |
| aspira de contino a hacerte ultraje. | |
| La gente es mucha, mas su fuerza es poca, | |
| desnuda, mal armada, que no tiene | |
| en su defensa fuerte, muro o roca; | |
| cada uno mira si tu armada viene | |
| para dar a sus pies el cargo y cura | |
| de conservar la vida que sostiene. | |
| Del amarga prisión triste y escura, | |
| adonde mueren veinte mil cristianos, | |
| tienes la llave de su cerradura. | |
| Todos, cual yo, de allá, puestas las manos, | |
| las rodillas por tierra, sollozando, | |
| cercados de tormentos inhumanos, | |
| valeroso señor, te están rogando | |
| vuelvas los ojos de misericordia | |
| a los suyos, que están siempre llorando; | |
| y, pues te deja agora la discordia, | |
| que hasta aquí te ha oprimido y fatigado, | |
| y gozas de pacífica concordia, | |
| haz, ¡oh buen rey!, que sea por ti acabado | |
| lo que con tanta audacia y valor tanto | |
| fue por tu amado padre comenzado. | |
| Sólo el pensar que vas pondrá un espanto | |
| en la enemiga gente, que adevino | |
| ya desde aquí su pérdida y quebranto». | |
| ¿Quién dubda que el real pecho begnino | |
| no se muestre, escuchando la tristeza | |
| en que están estos míseros contino? | |
| Bien paresce que muestro la flaqueza | |
| de mi tan torpe ingenio, que pretende | |
| hablar tan bajo ante tan alta alteza, | |
| pero el justo deseo la defiende. | |
| Mas a todo silencio poner quiero, | |
| que temo que mi pluma ya os ofende, | |
| y al trabajo me llaman donde muero. |
Al señor Antonio Veneziani
| Si el lazo, el fuego, el dardo, el puro yelo | |
| que os tiene, abrasa, hiere y pone fría | |
| vuestra alma, trae su origen desde el cielo, | |
| ya que os aprieta, enciende, mata, enfría, | |
| ¿qué nudo, llama, llaga, nieve o celo | |
| ciñe, arde, traspasa o yela hoy día, | |
| con tan alta ocasión como aquí muestro, | |
| un tierno pecho, Antonio, como el vuestro? | |
| El cielo, que el ingenio vuestro mira, | |
| en cosas que son d'él quiso emplearos | |
| y, según lo que hacéis, vemos que aspira | |
| por Celia al cielo empíreo levantaros; | |
| ponéis en tal objecto vuestra mira, | |
| que dais materia al mundo de envidiaros: | |
| ¡dichoso el desdichado a quien se tiene | |
| envidia de las ansias que sostiene! | |
| En los conceptos que la pluma | |
| de la alma en el papel ha trasladado | |
| nos dais no sólo indicio pero muestra | |
| de que estáis en el cielo sepultado, | |
| y allí os tiene de amor la fuerte diestra | |
| vivo en la muerte, a vida reservado, | |
| que no puede morir quien no es del suelo, | |
| teniendo el alma en Celia, que es un cielo. | |
| Sólo me admira el ver que aquel divino | |
| cielo de Celia encierre un vivo infierno | |
| y que la fuerza de su fuerza y sino | |
| os tenga en pena y llanto sempiterno; | |
| al cielo encamináis vuestro camino, | |
| mas, según vuestra suerte, yo dicierno | |
| que al cielo sube el alma y se apresura, | |
| y en el suelo se queda la ventura. | |
| Si con benino y favorable aspecto | |
| a alguno mira el cielo acá en la tierra, | |
| obra ascondidamente un bien perfeto | |
| en el que cualquier mal de sí destierra; | |
| mas si los ojos pone en el objeto | |
| airados, le consume en llanto y guerra | |
| ansí como a vos hace vuestro cielo: | |
| ya os da guerra, ya paz, y[a] fuego y yelo. | |
| No se ve el cielo en claridad serena | |
| de tantas luces claro y alumbrado | |
| cuantas con rica habéis y fértil vena | |
| el vuestro de virtudes adornado; | |
| ni hay tantos granos de menuda arena | |
| en el desierto líbico apartado | |
| cuantos loores creo que merece | |
| el cielo que os abaja y engrandece. | |
| En Scitia ardéis, sentís en Libia frío, | |
| contraria operación y nunca vista; | |
| flaqueza al bien mostráis, al daño brío; | |
| más que un lince miráis, sin tener vista; | |
| mostráis con discreción un desvarío, | |
| que el alma prende, a la razón conquista, | |
| y esta contrariedad nace de aquella | |
| que es vuestro cielo, vuestro sol y estrella. | |
| Si fuera un caos, una materia unida | |
| sin forma vuestro cielo, no espantara | |
| de que del alma vuestra entristecida | |
| las continuas querellas no escuchara; | |
| pero, estando ya en partes esparcida | |
| que un fondo forman de virtud tan rara, | |
| es maravilla tenga los oídos | |
| sordos a vuestros tristes alaridos. | |
| Si es lícito rogar por el amigo | |
| que en estado se halla peligroso, | |
| yo, como vuestro, desde aquí me obligo | |
| de no mostrarme en esto perezoso; | |
| mas si me he de oponer a lo que digo | |
| y conducirlo a término dichoso, | |
| no me deis la ventura, que es muy poca, | |
| mas las palabras sí de vuestra boca. | |
| Diré: «Celia gentil, en cuya mano | |
| está la muerte y vida y pena y gloria | |
| de un mísero captivo que, temprano | |
| ni aun tarde, no saldrás de su memoria: | |
| vuelve el hermoso rostro blando, humano, | |
| a mirar de quien llevas la victoria; | |
| verás el cuerpo en dura cárcel triste | |
| del alma que primero tú rendiste. | |
| Y, pues un pecho en la virtud constante | |
| se mueve en casos de honra y muestra airado, | |
| muévale al tuyo el ver que de delante | |
| te han un firme amador arrebatado; | |
| y si quiere pasar más adelante | |
| y hacer un hecho heroico y estremado, | |
| rescata allá su alma con querella, | |
| que el cuerpo, que está acá, se irá tras ella. | |
| El cuerpo acá y el alma allá captiva | |
| tiene el mísero amante que padece | |
| por ti, Celia hermosa, en quien se aviva | |
| la luz que al cielo alumbra y esclarece; | |
| mira que el ser ingrata, cruda, esquiva | |
| mal con tanta beldad se compadece: | |
| muéstrate agradecida y amorosa | |
| al que te tiene por su cielo y diosa». |