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COMEDIA FAMOSA DE

LA CASA DE LOS CELOS Y SELVAS DE ARDENIA

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Jornada Primera

  Entra Reinaldos y Malgesí.

 

Reinaldos Sin duda que el ser pobre es causa desto;  
  pues, ¡vive Dios!, que pueden estas manos  
  echar a todas horas todo el resto  
  con bárbaros, franceses y paganos.  
  ¿A mí, Roldán, a mí se ha de hacer esto?

5

  Levántate a los cielos soberanos,  
  el confalón que tienes de la Iglesia.  
  O reniego, o descreo...  
Malgesí ¡Oh, hermano!  
Reinaldos ¡Oh, pesia...!  
Malgesí Mira que suenan mal esas razones.  
Reinaldos Nunca las pasa mi intención del techo.

10

Malgesí Pues, ¿por qué a pronunciallas te dispones?  
Reinaldos ¡Rabio de enojo y muero de despecho!  
Malgesí Pónesme en confusión.  
Reinaldos Y tú me pones...  
  ¡Déjame, que revienta de ira el pecho!  
Malgesí ¡Por Dios!, que has de decirme en este instante

15

  con quién las has.  
Reinaldos Con el señor de Aglante.  
  Con aquese bastardo, malnacido,  
  arrogante, hablador, antojadizo,  
  más de soberbia que de honor vestido.  
Malgesí ¿No me dirás, Reinaldos, qué te hizo?

20

Reinaldos ¿Que a tanto desprecio he yo venido,  
  que así ose atrevérseme un mestizo?  
  Pues ¡juro a fe que, aunque le valga Roma,  
  que le mate, y le guise, y me le coma!  
  En un balcón estaba de palacio,

25

  y con él Galalón junto a su lado;  
  yo entraba por el patio, muy de espacio,  
  cual suelo, de mí mismo acompañado;  
  los dos miraron mi bohemio lacio  
  y no de perlas mi capelo ornado;

30

  tomáronse a reír, y a lo que creo,  
  la risa fue de ver mi pobre arreo.  
  Subí, como con alas, la escalera,  
  de rabia lleno y de temor vacío;  
  no los hallé donde los vi, y quisiera

35

  ejecutar en mí mi furia y brío.  
  Entráronse allá dentro, y, si no fuera  
  porque debo respeto al señor mío,  
  en su presencia le sacara el alma,  
  pequeña a tanta injuria, y débil palma.

40

  De aquel traidor de Galalón no hago  
  cuenta ninguna, que es cobarde y necio;  
  de Roldán, sí, y en ira me deshago,  
  pues me conoce, y no me tiene en precio.  
  Pero presto tendrán los dos el pago,

45

  pagando con sus vidas mi desprecio,  
  aunque lo estorbe...  
Malgesí ¿No ves que desatinas?  
Reinaldos Con aquesas palabras más me indinas.  
Malgesí Roldán es éste, vesle aquí que sale,  
  y con él Galalón.  
Reinaldos Hazte a una parte,

50

  que quiero ver lo que este infame vale,  
  que es tenido en el mundo por un Marte.  

 

  Entra Roldán y Galalón.

 

  ¡Agora, sí, burlón, que no te cale  
  en la estancia de Carlos retirarte,  
  ni a ti forjar traiciones y mentiras

55

  para volver pacíficas mis iras!  
Galalón Vuélvome, porque es éste un atrevido  
  y el decir y hacer pone en un punto.  

 

  [Vase.]

 

Reinaldos ¡Bien os habéis de mi ademán reído  
  los dos, a fe!  
Roldán ¡Que está loco barrunto!

60

Reinaldos ¿Dónde está aquel cobarde?  
Malgesí Ya se ha ido.  
Reinaldos Tuvo temor de no quedar difunto  
  si un soplo le alcanzara de mi boca.  
Roldán ¡A risa su arrogancia me provoca!  
  ¿Con quién las has, Reinaldos?  
Reinaldos ¿Yo? Contigo.

65

Roldán ¿Conmigo? Pues, ¿por qué?  
Reinaldos Ya tú lo sabes.  
Roldán No sé más de que siempre fui tu amigo,  
  pues de mi voluntad tienes las llaves.  
Reinaldos Tu risa ha sido deso buen testigo;  
  no hay para qué tan sin porqué te alabes.

70

  Dime: ¿puede, por dicha, la pobreza  
  quitar lo que nos da naturaleza?  
  Que yo trujera con anillos de oro  
  adornadas mis manos y trujera  
  con pompa, a modo de real decoro,

75

  mi persona compuesta; ¿adóndequiera  
  rindiera yo con esto al fuerte moro  
  o al gallardo español, que nos espera?  
  No; que no dan costosos atavíos  
  fuerza a los brazos y a los pechos bríos.

80

  Mi persona desnuda, y esta espada,  
  y este indomable pecho que conoces,  
  ancha se harán adondequiera entrada,  
  como en la seca mies agudas hoces.  
  Mi fuerza conocida y estimada

85

  está por todo el orbe dando voces,  
  diciendo quién yo soy; y así, tu burla  
  contra toda razón de mí se burla.  
  Y, porque veas que en razón me fundo,  
  mete mano a la espada y haz la prueba:

90

  verás que en nada no te soy segundo,  
  ni es para mí el probarte cosa nueva.  
  ¿Que de nuevo te ríes, pese al mundo?  
Roldán ¿Qué endiablado furor, primo, te lleva  
  a romper nuestras paces, o qué risa

95

  así el aviso tuyo desavisa?  
Malgesí Dice que dél hiciste burla cuando  
  entraba por el patio de palacio,  
  su poco fausto y soledad mirando,  
  y su bohemio, por antiguo, lacio.

100

  Pensólo, y, su estrecheza contemplando,  
  y creyendo la burla, en poco espacio  
  la escalera subió; y, si allí os hallara,  
  en llanto vuestra risa se tornara.  
Roldán Hiciera mal, porque por Dios os juro

105

  que no me pasó tal por pensamiento;  
  y desto puede estar cierto y seguro,  
  pues yo lo digo y más con juramento.  
  Al pilar de la Iglesia, al fuerte muro,  
  al amparo de Francia y al aliento

110

  de los pechos valientes, ¿quién osara,  
  aunque en ello la vida le importara?  
  Esta disculpa baste, ¡oh primo amado!,  
  para templar vuestra no vista furia;  
  que no es costumbre de mi pecho honrado

115

  hacer a nadie semejante injuria.  
  Y más a vos, que solo habéis ganado  
  más oro que tendrá y tiene Liguria,  
  si es que la honra vale más que el oro  
  que en Tíbar cierne el mal vestido moro.

120

  Dadme esa mano, ¡oh primo!, porque, en uno  
  estas dos que imagino sin iguales,  
  no siento yo que habrá valor alguno  
  que de su puerta llegue a los umbrales.  

 

  Vuelve Galalón con el emperador Carlomagno.

 

Emperador ¿Que así comenzó a hablar el importuno,

125

  y descubrió en el modo indicios tales,  
  que presto de la lengua desmandada  
  pasaría la cólera a la espada?  
Galalón No los pongas en paz, porque es prudencia,  
  y en materia de estado esto se advierte,

130

  tener a tales dos en diferencia,  
  que son ministros de tu vida y muerte;  
  que, habiendo entre dos grandes competencia  
  y entre dos consejeros, de tal suerte  
  el uno y otro a sus contrarios temen,

135

  que es fuerza que en virtud ambos se estremen,  
  por temor de las ciertas parlerías  
  que te podrá decir aquél de aquéste;  
  y no desprecies las razones mías,  
  si no quieres que caro no te cueste.

140

Emperador No están de aquel talante que decías.  
  Di: ¿Roldán no es aquél? ¿Reinaldos, éste?  
  En paz están, y asidos de la mano.  
Galalón Señores, ¿no habéis visto a Carlomano?  
Roldán ¡Oh grande emperador!  
Emperador ¡Oh amados primos!

145

  ¿Habéis tenido algún enojo acaso?  
Roldán Sin padrinos los dos nos avenimos  
  cuando torcemos de amistad el paso.  
  Muchas veces confieso que reñimos,  
  mas ninguna de veras.  
Galalón A hablar paso

150

  Reinaldos y sin cólera, no hiciera  
  que nuestro emperador aquí viniera;  
  que yo le truje imaginando, cierto,  
  que estábades los dos ya en gran batalla.  
Malgesí Holgáraste que el uno fuera muerto,

155

  y aun los dos; que este intento en ti se halla.  
Emperador Tu temor ha salido en todo incierto.  
  De lo que a mí me place, es que la malla  
  y los aceros destos dos varones  
  requieren más honrosas ocasiones.

160

Roldán Reinaldos, no le tengas ojeriza  
  a Galalón, que a fe que es nuestro amigo.  
Malgesí ¡Así le viese yo hecho ceniza,  
  o de la suerte que en mi mente digo!  
  Éste es el soplo que aquel fuego atiza

165

  y enciende, por quien siempre es enemigo  
  nuestro buen rey de nuestro buen linaje.  
Reinaldos ¡Cuán sin aliento viene aqueste paje!  
Paje Señor, si quieres ver una ventura,  
  que en la vida se ha visto semejante,

170

  ponte a ese corredor: que te aseguro  
  que es aventicio hermoso y elegante.  
Reinaldos ¡Donoso ha estado el paje!  
Paje Yo lo juro  
  por vida de mi padre. Trae delante  
  una diosa del cielo dos salvajes

175

  que sirven de escuderos y de pajes;  
  una que debe ser su bisabuela  
  viene detrás sobre una mula puesta.  
  Digo que es cosa de admirar. Mas hela  
  do asoma: ved si viene bien compuesta.

180

Malgesí ¿Si viene con mistura de cautela  
  tan grande novedad?  
Emperador Poco te cuesta  
  saberlo si tu libro traes a mano.  
Malgesí Aquí le tengo, y el saberlo es llano.  

 

 

  Apártase Malgesí a un lado del teatro, saca un libro pequeño, pónese a leer en él, y luego sale una figura de demonio por lo hueco del teatro y pónese al lado de Malgesí; y han de haber comenzado a entrar por el patio Angélica la bella, sobre un palafrén, embozada y la más ricamente vestida que ser pudiere; traen la rienda dos salvaje[s], vestidos de yedra o de cáñamo teñido de verde; detrás viene una dueña sobre una mula con gual[d]ra-pa: trae delante de sí un rico cofrecillo y a una perrilla de falda; en dando una vuelta al patio, la apean los salvajes, y va donde está el emperador, el cual, como la vee, dice:

 

Emperador Digo que trae gallarda compostura

185

  y que es gallardo el traje y peregrino,  
  y que si llega al brío la hermosura,  
  que pasa de lo humano a lo divino.  
Malgesí ¿Aventura es aquésta? Es desventura.  
Emperador ¿Qué dices, Malgesí?  
Malgesí No determino

190

  aún bien lo que es.  
Emperador Pues mira más atento.  
Malgesí Ya procuro cumplir tu mandamiento.  
Emperador Salid a la escalera a recebilla,  
  y traed a la dama a mi presencia.  
Reinaldos Cierto que es ésta estraña maravilla.

195

Malgesí Cierto que no yerra aquí mi ciencia.  
Emperador ¿Qué es eso, Malgesí?  
Malgesí Darás a oílla  
  gratos oídos, pero no creencia;  
  que esta dama que ves... Aún no sé el resto;  
  escúchala, que yo lo sabré presto.

200

 

  Entra en el teatro Angélica con los salvajes y la Dueña, acompañada de Reinaldos, Roldán y Galalón; viene Angélica embozada.

 

Angélica Prospere el alto cielo,  
  poderoso señor, tu real estado,  
  y seas en el suelo  
  por uno y otro siglo prolongado  
  de tan rara ventura,

205

  que del tiempo mudable esté segura.  
  Puesto que tu presciencia  
  de un sí cortés me tiene asegurada,  
  no osaré sin licencia  
  decirte, ¡oh gran señor!, una embajada,

210

  que aumentará la fama  
  que a tanto prez y a tanto honor te llama.  
Emperador Decid lo que os pluguiere.  
Angélica Hizo verdad tu sí mi pensamiento.  
  Presta a lo que dijere,

215

  sagrado emperador, oído atento,  
  y préstenmele aquéllos  
  a quien la gola señaló sus cuellos.  
  Soy única heredera  
  del gran rey Galafrón, cuyo ancho imperio

220

  deste mar la ribera,  
  ni aun casi la mitad del hemisferio,  
  sus límites describe;  
  que en otros mares y otros cielos vive.  
  A su grandeza iguala

225

  su saber, en el cual tuvo noticia  
  ser mi ventura mala,  
  si así como el estado real codicia,  
  a varón me entregase  
  que en sangre y en grandeza me igualase.

230

  Halló por cierto y llano  
  que el que venciese en singular batalla  
  a un mi pequeño hermano  
  que viste honrosa, aunque temprana malla,  
  éste, cierto, sería

235

  bien de su reino y la ventura mía.  
  Por provincias diversas  
  he venido con él, donde he tenido  
  ya prósperas, ya adversas  
  venturas, y a la fin me he conducido

240

  a este reino de Francia,  
  donde tengo por cierta mi ganancia.  
  De Ardenia en las umbrosas  
  selvas queda mi hermano, allí esperando  
  quien, ya por codiciosas

245

  prendas, o esta belleza deseando,  

 

  Desembózase.

 

  su fuerte brazo pruebe;  
  y es lo que he de decir lo que hacer debe.  
  Quien fuere derribado  
  del golpe de la lanza, ha de ser preso,

250

  porque le está vedado  
  poner mano a la espada; y es expreso  
  del rey este mandato,  
  o, por mejor decir, concierto y pacto.  
  Y si tocare el suelo

255

  mi hermano, quedará quien le venciere  
  levantado a mi cielo,  
  o noble sea, o sea el que se fuere,  
  y no de otra manera.  
Malgesí ¡Qué bien que lo relata la hechicera!

260

Angélica ¡Ea, pues, caballeros!,  
  quien reinos apetece y gentileza,  
  aprestad los aceros,  
  que a poco precio venden la belleza  
  que veis, venid en vuelo.

265

Roldán ¡Por Dios, que encanta!  
Reinaldos Admira, ¡vive el cielo!  
Angélica Ya te he dicho mi intento.  
  Conviéneme que dé la vuelta luego.  

 

  Éntrase la Sombra.

 

Emperador Deteneos un momento,  
  si es que puede con vos mi mando o ruego,

270

  porque seáis servida  
  según vuestra grandeza conocida.  
Angélica Lo imposible me pides;  
  dame licencia y queda en paz.  
Emperador Pues veo  
  que a tu gusto te mides,

275

  en buen hora te vuelve, y el deseo  
  de servirte recibe.  
Malgesí ¡El mismo engaño en esta falsa vive!  

 

  Vase Angélica y su compañía.

 

Reinaldos ¿Para qué vas tras ella,  
  Roldán?  
Roldán Son escusadas tus demandas.

280

Reinaldos Yo solo he de ir con ella.  
Roldán ¡Qué impertinente y qué soberbio andas!  
Reinaldos ¡Detente, no la sigas!  
Roldán Reinaldos, bueno está; no me persigas.  
Malgesí Deténlos, no los dejes;

285

  haz, señor, que se prenda aquella maga.  
Reinaldos Como de aquí te alejes,  
  daréte de tu intento justa paga.  
Emperador ¿Qué desvergüenza es ésta?  
Malgesí Manda prender aquella deshonesta,

290

  que será, a lo que veo,  
  la ruina de Francia en cierto modo.  
Roldán Cumpliré mi deseo  
  a tu pesar, y aun al del mundo todo.  
Reinaldos Camina, pues, y guarte.

295

Emperador Acaba, Malgesí, de declararte.  
Malgesí Ésta que has visto es hija  
  del Galafrón, cual dijo; mas su intento,  
  que el cielo le corrija,  
  es diferente del fingido cuento,

300

  porque su padre ordena  
  tener tus Doce Pares en cadena;  
  y, si los prende, piensa  
  venir sobre tu reino y conquistalle;  
  y trázase esta ofensa

305

  con enviar su hijo y adornalle  
  con una hermosa lanza,  
  con que de todos la vitoria alcanza.  
  La lanza es encantada,  
  y tiene tal virtud, que, aquel que toca,

310

  le atierra, y es dorada;  
  por eso pide aquella infame y loca  
  que la espada no prueben  
  los que a la empresa con valor se atreven.  
  Por añagaza pone

315

  aquella incomparable hermosura,  
  que el corazón dispone  
  aun de la más cobarde criatura  
  para que el hecho intente,  
  do, aunque se pierda, nunca se arrepiente.

320

  Serán tus Doce Pares  
  presos si no lo estorbas, señor mío,  
  y otros muchos millares  
  de los tuyos que tienen fuerza y brío  
  para mayores cosas.

325

Emperador Las que has contado son bien espantosas;  
  mas no sé remediallas,  
  y es porque no las creo. A ti te queda  
  creellas y estorballas.  
Malgesí Haré cuanto mi industria y ciencia pueda.

330

Galalón No son muy verdaderos,  
  a decirte verdad, tus consejeros.  

 

  Éntrase el Emperador y Galalón.

 

Malgesí Mi hermano va enojado  
  con Roldán; estorbar quiero su daño.  
  En laberinto he entrado

335

  que apenas saldré dél. ¡Oh ciego engaño,  
  oh fuerza poderosa  
  de la mujer que es, sobre falsa, hermosa!  

 

  Éntrase Malgesí, y entra Bernardo del Carpio, armado, y tráele la celada un Vizcaíno, su escudero, con botas y fieltro y su espada.

 

Bernardo Aquí, fuera de camino,  
  podré reposar un poco.

340

Vizcaíno Señor sabio, que estás loco,  
  tino vuelves desatino.  
  Vizcaíno que escudero  
  llevas contigo, te avisa  
  camines no tanta prisa,

345

  paso lleves de arriero.  
  Tierra buscas, tierra dejas,  
  tanta parece hazaña,  
  pues, metiendo en tierra estraña,  
  por Dios, de propria te alejas.

350

  Bien que en España hay que hacer;  
  moros tienes en fronteras,  
  tambores, pitos, banderas  
  hay allá; ya puedes ver.  
Bernardo ¿Ya no te he dicho el intento

355

  que a esta tierra me ha traído?  
Vizcaíno Curioso mucho atrevido  
  goza nunca pensamiento.  
  Bien podrás, bien podrás,  
  dejar mala tanto hazaña;

360

  a las de guerra y España  
  llama.  
Bernardo Ya te entiendo, Blas.  
Vizcaíno Bien es que sepas de yo  
  buenos que consejos doy;  
  que, por Juan Gaicoa, soy

365

  vizcaíno; burro, no.  
  Señor, mira, si es que ver  
  poder quieres del francés,  
  camino aqueste no es  
  derecho; puedes volver.

370

Bernardo Dicen que estas selvas son  
  donde se hallan de contino,  
  por cualquier senda o camino,  
  venturas de admiración,  
  y que en la mitad o al fin,

375

  o al principio, o no sé dónde,  
  entre unos bosques se esconde  
  el gran padrón de Merlín,  
  aquel grande encantador,  
  que fue su padre el demonio.

380

Vizcaíno Echado está testimonio,  
  y levántanle, señor.  
Bernardo Hele de buscar y hallar,  
  si mil veces rodease  
  estas selvas.  
Vizcaíno Tiempo vase;

385

  duerme, o vuelve a caminar.  
Bernardo Vuelve, y ve si Ferraguto  
  viene, que se quedó atrás,  
  y a do quedo le dirás.  
Vizcaíno Escudero siempre puto.

390

Bernardo Dura y detestable guerra,  
  por sólo aquesto eres buena:  
  que en pluma vuelves la arena,  
  y en blanda cama la tierra.  
  Tú ofreces, doquier que estás,

395

  anchos y estendidos lechos,  
  si no es que hay campos estrechos  
  por donde los pasos das.  
  Eres un cierto beleño  
  que, entre cuidados y enojos,

400

  ofreces siempre a los ojos  
  blando, aunque forzoso sueño.  
  Eres de su calidad,  
  según muestra la experiencia,  
  madre de la diligencia,

405

  madrastra de ociosidad.  
  Venid acá vos, cimera,  
  rica y estremada pieza,  
  y, pues sois de la cabeza,  
  servidme de cabecera,

410

  que ya el sueño de rondón  
  va ocupando mis sentidos.  
  ¡Bien dicen que los dormidos  
  imagen de muerte son!  

 

  Échase a dormir Bernardo junto al padrón de Merlín, que ha de ser un mármol jaspeado, que se pueda abrir y cerrar, y a este instante parece encima de la montaña el mancebo Argalia, hermano de Angélica la bella, armado y con una lanza dorada.

 

Argalia Mucha tierra se descubre

415

  de encima desta montaña:  
  de aquesta parte es campaña,  
  de estotra el bosque la cubre;  
  allí el camino blanquea,  
  y hasta París va derecho.

420

  ¡Si mi hermana hubiese hecho  
  el gran caso que desea!  
  Mas, si no me miente acaso  
  la vista, aquélla es, sin duda,  
  que el camino trueca y muda,

425

  y hacia aquí endereza el paso.  
  Los palafrenes envía  
  por el camino real.  
  En cuanto hace, no hace mal;  
  recebirla es cortesía.

430

 

  Éntrase Argalia y sale Angélica con los salvajes y la dueña.

 

Angélica Cierto que es ésta la senda,  
  o no acierto bien las señas,  
  y a la vuelta destas peñas  
  sin duda está nuestra tienda.  
Dueña ¿Cuándo, señora, veremos

435

  el fin de nuestros caminos?  
  ¿Cuándo destos desatinos  
  a buen acuerdo saldremos?  
  ¿Cuándo me veré, ¡ay de mí!,  
  con mi almohadilla, sentada

440

  en estrado y descansada,  
  como algún tiempo me vi?  
  ¿Cuándo dejaré de andar,  
  cuando el sol salga o tramonte,  
  deste monte en aquel monte,

445

  de un lugar a otro lugar?  
  ¿Cuándo de mis redomillas  
  veré los blancos afeites,  
  las unturas, los aceites,  
  las adobadas pasillas?

450

  ¿Cuándo me daré un buen rato  
  en reposo y sin sospecha?  
  Que traigo esta cara hecha  
  una suela de zapato.  
  Los crudos aires de Francia

455

  me tienen de aqueste modo.  
Angélica Calla, que bien se hará todo.  
Dueña No te arriendo la ganancia;  
  que según yo vi el denuedo  
  de aquellos dos paladines,

460

  de tus caminos y fines  
  esperar buen fin no puedo.  
Angélica No atinas con la verdad;  
  calla, que mi hermano viene.  

 

  Entra Argalia.

 

Argalia ¡Oh rico archivo, do tiene

465

  sus tesoros la beldad!  
  ¿Cómo vienes, y en qué modo  
  has salido con tu intento?  
Angélica Midióse a mi pensamiento  
  la ventura casi en todo.

470

  Vámonos al pabellón,  
  que allí, de espacio y sentada,  
  contaré de mi embajada  
  el principio y conclusión.  
Argalia Bien dices, hermana; ven,

475

  que bien cerca de aquí está.  
Dueña La triste que cual yo va,  
  yo sé que no va muy bien;  
  que de la madre me aprieta  
  un gran dolor en verdad.

480

  Todo aquesto es frialdad  
  deste andar a la jineta.  

 

  Éntranse todos, sino es Bernardo, que aún duerme; suene música de flautas tristes; despierta Bernardo, ábrese el padrón, pare una figura de muerto, y dice:

 

Espíritu Valeroso español, cuyo alto intento  
  de tu patria y amigos te destierra,  
  vuelve a tu amado padre el pensamiento,

485

  a quien larga prisión y escura encierra.  
  A tal hazaña es gran razón que atento  
  estés, y no en buscar inútil guerra  
  por tan remotas partes y escusadas,  
  adonde son las dichas desdichadas.

490

  Tiempo vendrá que del francés valiente,  
  al margen de los montes Pireneos,  
  bajes la altiva y generosa frente  
  y goces de honrosísimos trofeos.  
  Sigue de tu ventura la corriente,

495

  que iguala al gran valor de tus deseos;  
  verás como te sube tu fortuna  
  sobre la faz convexa de la luna.  
  Por ti tu patria se verá en sosiego,  
  libre de ajeno mando y señorío;

500

  tú serás agua al encendido fuego  
  que arde en el pecho que de casto es frío.  
  Deja estas selvas, do caminas ciego,  
  llevado de un curioso desvarío.  
  Vuelve, vuelve, Bernardo, a do te llama

505

  un inmortal renombre y clara fama.  
  De Merlín el espíritu encantado  
  soy, que aquí yago en esta selva obscura,  
  del cielo para bien y mal guardado,  
  aunque en mis males siempre se conjura;

510

  y no seré deste lugar llevado  
  a la negra región do el llanto dura,  
  hasta que crucen estas selvas fieras  
  muchas y cristianísimas banderas.  
  Mil cosas se me quedan por contarte,

515

  que otra vez te diré, porque ahora importa  
  detrás de aquestas ramas ocultarte,  
  donde será tu estada breve y corta.  
  A dos, que cada cual por sí es un Marte,  
  pondrás en paz, o mostrarás que corta

520

  tu espada. Y, sin hablar, haz lo que digo,  
  y entiende que te soy y seré amigo.  

 

  Ciérrase el padrón, éntrase en él Bernardo sin hablar palabra, y luego sale Reinaldos.

 

Reinaldos En vano mis pasos muevo  
  pues, entre estas flores tantas  
  no hay señales de las plantas

525

  que por guía y norte llevo.  
  Que si aquí hubieran pisado,  
  claro estaba que este suelo  
  fuera un traslado del cielo,  
  de varias lumbres pintado.

530

  ¿Qué flor tocará la bella  
  planta, a mí tan dulce y cara,  
  que luego no se tornara,  
  o ya en sol, o en clara estrella?  
  Lejos estoy del camino

535

  que a do está mi cielo guía,  
  pues este suelo no envía,  
  o luz clara, o olor divino.  
  Mas ya no tendré pereza  
  en buscar este sol bello,

540

  pues me han de guiar a vello  
  ya su luz, ya su belleza.  
  Pero, ¿qué es esto, que el sueño  
  así me acosa y aprieta?  
  ¡Oh fuerza libre, sujeta

545

  a fuerzas de tan vil dueño!  
  Aquí me habré de acostar,  
  al pie deste risco yerto,  
  haciendo imagen de un muerto,  
  pues estoy para espirar.

550

 

  Recuéstase Reinaldos, pone el escudo por cabecera, y entra luego Roldán embrazado de el suyo.

 

Roldán ¡Tantas vueltas sin provecho!  
  ¿Dónde, ¡oh sol!, te tramontaste  
  después que tu luz dejaste  
  en lo mejor de mi pecho?  
  Descúbrete, sol hermoso,

555

  que voy buscando tu lumbre  
  por el llano y por la cumbre,  
  desalentado y ansioso.  
  ¡Oh, Angélica, luz divina  
  de mi humana ceguedad,

560

  norte cuya claridad  
  a nuevo ser me encamina!  
  ¿Cuándo te verán mis ojos,  
  o cuándo, si no he de verte,  
  vendrá la espantosa muerte

565

  a triunfar de mis despojos?  
  Mas, ¿quién es este holgazán  
  que duerme con tal remanso?  
  No hay quien no viva en descanso  
  sino el mísero Roldán.

570

  ¿Qué es esto? Reinaldos es  
  el que yace aquí dormido.  
  ¡Oh primo, al mundo nacido  
  para grillos de mis pies,  
  para esposas de mis manos,

575

  para infierno de mis glorias,  
  para opuesto a mis vitorias,  
  para hacer mis triunfos vanos,  
  para acíbar de mi gusto!  
  Mas yo haré que no lo seas:

580

  sin que el mundo ni tú veas  
  que paso el término justo,  
  quitarte quiero la vida.  
  Mas, ¡ay, Roldán! ¿Cómo es esto?  
  ¿Ansí os arrojáis tan presto

585

  a ser traidor y homicida?  
  ¿Qué decís, mal pensamiento?  
  ¿Decísme que es mi rival,  
  y que consiste en su mal  
  todo el bien de mi tormento?

590

  Sí decís; mas yo sé, al fin,  
  que el que es buen enamorado  
  tiene más de pecho honrado  
  que de traidor y de ruin.  
  Yo fui Roldán sin amor,

595

  y seré Roldán con él,  
  en todo tiempo fïel,  
  pues en todo busco honor.  
  Duerme, pues, primo, en sazón;  
  que arrimo te sea mi escudo;

600

  que, aunque amor vencerme pudo,  
  no me vence la traición.  
  El tuyo quiero tomar,  
  porque adviertas, si despiertas,  
  que amistades que son ciertas

605

  nadie las puede turbar.  

 

  Échase Roldán junto a Reinaldos y pone a su cabecera el escudo de Reinaldos, y luego despierta Reinaldos.

 

Reinaldos ¡Angélica! ¡Oh estraña vista!  
  ¿No es Roldán este que veo,  
  y el que del bien que deseo  
  procura hacer la conquista?

610

  Él es; pero, ¿quién me puso  
  su escudo para mi arrimo?  
  Tu cortés bondad, ¡oh primo!,  
  sin duda que esto dispuso.  
  Bien me pudieras matar,

615

  pues durmiendo me hallaste,  
  por quitar aquel contraste  
  que en mi vida has de hallar;  
  empero tu cortesía  
  más que amor pudo en tu pecho,

620

  por la costumbre que has hecho  
  de hacer actos de hidalguía.  
  Mas, ¿si fue por menosprecio  
  el dejarme con la vida?  
  No, por ser cosa sabida

625

  que yo soy hombre de precio;  
  y tú mismo lo has probado  
  una y otra vez y ciento.  
  No atino cuál pensamiento  
  tenga por más acertado:

630

  si me deja de arrogante,  
  o si fue por amistad;  
  que tal vez la deslealtad  
  vive en el celoso amante.  
  ¡Oh¡ Si aquéste me dejase

635

  señero en mi pretensión,  
  con el alma y corazón,  
  ¡vive Dios!, que le adorase;  
  pero si no, no imagines,  
  primo, que por tu bondad

640

  dejará mi voluntad  
  de seguir sus dulces fines.  
  Y de aquesta intención mía  
  no me debes de culpar,  
  porque el amor y el reinar

645

  nunca admiten compañía.  
  Seguramente a mi lado  
  pudiste echarte a dormir,  
  pues no se puede herir  
  un hombre que es encantado;

650

  y así, la ocasión quitaste  
  que tu sueño me ofrecía,  
  para usar la cortesía  
  de que tú conmigo usaste.  
  Pero, despierto, veremos

655

  tu intención a dó se inclina;  
  y si donde yo camina,  
  pondré medio en sus estremos.  
  Irá el parentesco afuera,  
  la cortesía a una parte,

660

  si bajase el mismo Marte  
  a impedirlo de su esfera.  
  ¡Ah, Roldán¡ ¡Roldán, despierta!,  
  que es gran descuido el que tienes,  
  y más si, por dicha, vienes

665

  donde mi sospecha acierta.  
  Toma tu escudo, y el mío  
  me vuelve. ¡Despierta agora!  
[Roldan] [Soñando.] ¡Ay, Angélica, señora  
  de mi vida y mi albedrío!

670

  ¿A dó se esconde tu faz  
  que todo mi bien encierra?  
Reinaldos Declarada es nuestra guerra,  
  y perdida nuestra paz.  
  ¡Roldán, acaba, levanta;

675

  destroquemos los escudos!  
[Roldan] [Soñando.] ¡Con qué dulces, ciegos nudos  
  me añudaste la garganta;  
  la voluntad decir quiero,  
  y el alma que te entregué!

680

Reinaldos ¡Si no despiertas, a fe  
  que te despierte este acero,  
  y aun te mate, pues me matas,  
  ahora duermas, ahora veles!  
  Estos intentos crueles

685

  nacen de entrañas ingratas.  
  Estoy por dejar de ser  
  quien soy. ¡Acudid al punto,  
  respetos, que está difunto  
  mi acertado proceder!

690

  ¡Ansias que me consumís,  
  sospechas que me cansáis,  
  recelos que me acabáis,  
  celos que me pervertís!  

 

  Roldán despierta.

 

Roldán Reinaldos, ¿qué quies hacer?

695

Reinaldos ¡Deshacerme, o deshacerte!  
Roldán ¿Quieres, primo, darme muerte?  
Reinaldos Tu vida está en mi querer.  
Roldán ¿Cómo en mi querer?  
Reinaldos Dirélo:  
  no más de en querer decirme

700

  si vienes a perseguirme  
  en la busca de mi cielo;  
  si es tu venida a buscar  
  a Angélica. ¿No me entiendes?  
Roldán ¿De saber lo que pretendes...?

705

Reinaldos ¡Acabarte, o acabar!  
Roldán ¿Tanto el vivir te embaraza,  
  que tras tu muerte caminas?  
Reinaldos Profeta falso, adivinas  
  el mal que así te amenaza.

710

Roldán Contigo las cortesías  
  siempre fueron por demás.  
Reinaldos Dame mi escudo, y verás  
  como siempre desvarías.  
  Si a París no te vuelves,

715

  verás también en un punto  
  tu culpa y castigo junto.  
Roldán ¡Fácilmente te resuelves!  
  Ni a París he de volver,  
  ni a Angélica he de dejar.

720

  Mira qué quieres.  
Reinaldos Cortar  
  tu insolente proceder.  
  ¡Desharéte entre mis brazos,  
  aunque seas encantado!  
Roldán ¡Eres villano atestado,

725

  y quieres luchar a brazos!  
Reinaldos ¡Mientes! Y ven con la espada,  
  que, aunque seas de diamante,  
  verás, infame arrogante,  
  mi verdad averiguada!

730

 

  Vanse a herir con las espadas; salen del hueco del teatro llamas de fuego, que no los deja llegar.

 

Roldán Bien sé que anda por aquí,  
  temeroso de tu muerte,  
  mas no ha de poder valerte,  
  tu hechicero Malgesí;  
  que pasaré de Aqueronte

735

  la barca por castigarte.  
Reinaldos Yo pondré por alcanzarte  
  un monte sobre otro monte;  
  arrojaréme en el fuego,  
  como ves que aquí lo hago.

740

Roldán No te deja dar tu pago  
  tu hermano.  
Reinaldos ¡Pues dél reniego!  

 

  Dice el espíritu de Merlín:

 

Espíritu Fuerte Bernardo, sal fuera,
  y a los dos en paz pondrás.

 

  Sale Bernardo.

 

Bernardo ¡Caballeros, no haya más!

745

  ¡Guerreros fuertes, afuera!  
Reinaldos ¿Hate el cielo aquí llovido?  
  ¿Qué quieres, o qué nos mandas?  
Bernardo Son tan justas mis demandas,  
  que he de ser obedecido.

750

  Y es que dejéis la dudosa  
  lid de tan esquivo trance.  
Reinaldos Tú has echado muy buen lance,  
  y la demanda es donosa.  
  ¿Eres español, a dicha?

755

Bernardo Por dicha, soy español.  
Reinaldos Vete, porque sólo el sol  
  ha de ver nuestra desdicha;  
  que no queremos testigos  
  más que el sol en la lid nuestra.

760

Bernardo No me he de ir sin que la diestra  
  os déis de buenos amigos.  
Roldán ¡Pesado estás!  
Bernardo Más pesados  
  estáis los dos, si advertís.  
Reinaldos Español, ¿cómo no os is?

765

Bernardo Por corteses o rogados,  
  vuestra quistión, por ahora,  
  no ha de pasar adelante.  
Roldán Yo soy el señor de Aglante.  
Reinaldos Yo, Reinaldos.  
Bernardo Sea en buen hora;

770

  que ser quien sois os obliga  
  a conceder con mi ruego.  
Roldán Esa razón no la niego.  
Reinaldos Este español me atosiga;  
  que siempre aquesta nación

775

  fue arrogante y porfiada.  
Roldán Señor, pues que no os va nada,  
  no impidáis nuestra quistión;  
  dejadnos llevar al fin  
  nuestro deseo, que es justo.

780

Bernardo Aquése fuera mi gusto,  
  a serlo así el de Merlín.  
Roldán ¡Oh cuerpo de San Dionís,  
  con el español marrano!  
Bernardo ¡Mientes, infame villano!

785

Reinaldos A plomo cayó el mentís.  
  ¡Afuera, Roldán, no más!  
Roldán ¡Deja, que me abraso en ira!  
  ¿Qué es esto? ¿Quién me retira?  
  ¿El pie de Roldán atrás?

790

  ¿Roldán el pie atrás? ¿Qué es esto?  
  ¡Ni huyo, ni me retiro!  
Reinaldos De Merlín es este tiro.  
Bernardo Pues yo haré que huyáis presto.  

 

  Vase retirando Roldán hacia atrás, y sube por la montaña como por fuerza de oculta virtud.

 

Reinaldos ¡Por cierto, a gentiles manos

795

  te ha traído tu fortuna!  
Bernardo Manos, yo no veo ninguna;  
  pies, sí, ligeros y sanos,  
  y que os importa tenellos  
  para huir de mi presencia.

800

Reinaldos ¡Sin igual es tu insolencia!  

 

Marfisa ¿Si se combaten aquéllos?  
  Si hacen, ponerlos quiero  
  en paz, si fuere posible.  
  ¡Oh, qué montaña terrible!

805

  Subir por ella no espero,  
  ni podré a caballo ir,  
  aunque le vuelva a tomar;  
  mas, con todo, he de probar  
  el trabajo del subir.

810

  Bien se queda en la espesura  
  mi caballo hasta que vuelva;  
  nunca falta en esta selva  
  o buena o mala ventura.  

 

  Sube Marfisa por la montaña, y vuelven a salir al teatro, riñendo, Roldán, Bernardo y Reinaldos.

 

Roldán No sé yo cómo sea

815

  que contra ti no tengo alguna saña,  
  ni puedo en tal pelea  
  mover la espada. ¡Cosa es ésta estraña!  
Bernardo La razón que me ayuda  
  pone tus fuerzas y tu esfuerzo en duda.

820

Reinaldos De Merlín es el hecho,  
  que no hay razón que valga con su encanto;  
  que, aunque fuera su pecho  
  león en furia y en dureza un canto,  
  si hechiceros no hubiera,

825

  nunca mi primo atrás el pie volviera.  

 

  Entra Angélica, llorando, y con ella el Vizcaíno, escudero de Bernardo.

 

Vizcaíno ¡Pardiós, echóte al río!  
  ¡Tienes Granada, bravo Ferraguto!  
Angélica ¡Ay, triste hermano mío!  
Roldán ¿Por qué ese cielo al suelo da tributo

830

  de lágrimas tan bellas,  
  si el mismo cielo se le debe a ellas?  
Angélica Un español ha muerto  
  a mi querido hermano; y es un moro  
  que no guardó el concierto

835

  debido a la milicia y su decoro,  
  y arrojóle en un río.  
Roldán ¿Quién es el moro?  
Bernardo Es un amigo mío.  
Roldán ¿Amigo tuyo? ¡Oh perro,  
  tú llevarás de su maldad la pena!

840

Reinaldos Roldán, no hagas tal yerro;  
  deja a mí el castigo.  
Angélica Aquí se ordena  
  mi muerte, y más desdicha  
  si de los dos me coge alguno, a dicha.  
  A esta selva escura

845

  quiero entregar ya mis ligeras plantas,  
  mi guarda y mi ventura.  
Bernardo ¿Cómo, Reinaldos, di, no te adelantas  
  a herirme con tu primo?  
  Por la honra, la vida en poco estimo.

850

 

  Sale Marfisa, poniendo paz y poniendo mano a la espada; éntrase huyendo Angélica.

 

Marfisa ¿Qué es esto? ¡Afuera, afuera;  
  afuera, caballeros!, que os lo pide  
  quien mandarlo pudiera;  
  que, si no es que mi luz la vista impide,  
  mirando esta divisa,

855

  veréis que soy la sin igual Marfisa.  
Vizcaíno La puta, la doncella,  
  se es ida.  
Roldán ¡Oh nunca vista desventura!;  
  forzoso he de ir tras ella.  
Reinaldos Yo sí; tú no.  
Roldán ¡Notable es tu locura!

860

Reinaldos No muevas de aquí el paso.  
Roldán No hago yo de tus locuras caso.  
Reinaldos ¡Por Dios que, si te mueves,  
  que te haga pedazos al instante!  
Roldán ¿Que a estorbarme te atreves,

865

  fanfarrón, pordiosero y arrogante?  
  ¿Cómo te estás tan quedo?  
  ¡Que no me tenga este cobarde miedo!  

 

  Entrase Roldán.

 

Vizcaíno Señor, déjale vaya;  
  que pues no por allí, que por la senda

870

  quedan arriz, en playa  
  poned a la dama.  
Marfisa ¿Por qué fue la contienda?  
Bernardo Por celos sé que ha sido.  
  Dime: ¿Ferraguto quedó herido?  
Vizcaíno Bueno, puto, y qué sano.

875

Bernardo ¿Con quién tuvo batalla?  
Vizcaíno ¿Ya no oíste?  
  Batalla con hermano  
  de bella huidora, y pobre, y muerto, y triste,  
  de moro enojo, brío  
  teniendo, dio con él todo en el río,

880

  y queda aquí aguardando  
  espaldas de montaña.  
Marfisa Iréte acompañando,  
  que quiero saber más de tu hazaña;  
  que descubro en ti muestras

885

  que muestran que eres más de lo que muestras.  
  Y advierte que contigo  
  llevas a la sin par sola Marfisa,  
  que, en señas y testigo  
  que es única en el mundo, la divisa

890

  trae de aquella ave nueva  
  que en el fuego la vida se renueva.  
[Bernardo] Haréte compañía  
  subas al cielo o bajes al abismo.  
Marfisa Tan grande cortesía

895

  no puede parecer sino a ti mismo,  
  y, usando deste gusto,  
  yo he de seguir el tuyo, que es muy justo.  

 

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Última actualización: 16/12/97.