Doña
Lorenza |
Milagro
ha sido éste, señora Hortigosa, el no haber dado la
vuelta a la llave mi duelo, mi yugo y mi desesperación.
Éste es el primero día, después que me casé con él,
que hablo con persona de fuera de casa; que fuera le vea
yo desta vida a él y a quien con él me casó. |
Hortigosa |
Ande,
mi señora doña Lorenza, no se queje tanto; que con una
caldera vieja se compra otra nueva. |
Doña
Lorenza |
Y aun
con esos y otros semejantes villancicos o refranes me
engañaron a mí; que malditos sean sus dineros, fuera de
las cruces; malditas sus joyas, malditas sus galas, y
maldito todo cuanto me da y promete. ¿De qué me sirve a
mí todo aquesto, si en mitad de la riqueza estoy pobre,
y en medio de la abundancia con hambre? |
Cristina |
En
verdad, señora tía, que tienes razón; que más
quisiera yo andar con un trapo atrás y otro adelante, y
tener un marido mozo, que verme casada y enlodada con ese
viejo podrido que tomaste por esposo. |
Doña
Lorenza |
¿Yo
le tomé, sobrina? A la fe, diómele quien pudo; y yo,
como muchacha, fui más presta al obedecer que al
contradecir; pero, si yo tuviera tanta experiencia destas
cosas, antes me tarazara la lengua con los dientes que
pronunciar aquel sí, que se pronuncia con dos letras y
da que llorar dos mil años; pero yo imagino que no fue
otra cosa sino que había de ser ésta, y que, las que
han de suceder forzosamente, no hay prevención ni
diligencia humana que las prevenga. |
Cristina |
¡Jesús
y del mal viejo! Toda la noche: ``Daca el orinal, toma el
orinal; levántate, Cristinica, y caliéntame unos
paños, que me muero de la ijada; dame aquellos juncos,
que me fatiga la piedra''. Con más ungüentos y
medicinas en el aposento que si fuera una botica; y yo,
que apenas sé vestirme, tengo de servirle de enfermera.
¡Pux, pux, pux, viejo clueco, tan potroso como celoso, y
el más celoso del mundo! |
Doña
Lorenza |
Dice
la verdad mi sobrina. |
Cristina |
¡Pluguiera
a Dios que nunca yo la dijera en esto! |
Hortigosa |
Ahora
bien, señora doña Lorenza, vuesa merced haga lo que le
tengo aconsejado, y verá cómo se halla muy bien con mi
consejo. El mozo es como un ginjo verde; quiere bien,
sabe callar y agradecer lo que por él se hace; y, pues
los celos y el recato del viejo no nos dan lugar a
demandas ni a respuestas, resolución y buen ánimo: que,
por la orden que hemos dado, yo le pondré al galán en
su aposento de vuesa merced y le sacaré, si bien tuviese
el viejo más ojos que Argos y viese más que un zahorí,
que dicen que vee siete estados debajo de la tierra. |
Doña
Lorenza |
Como
soy primeriza, estoy temerosa, y no querría, a trueco
del gusto, poner a riesgo la honra. |
Cristina |
Eso me
parece, señora tía, a lo del cantar de Gómez Arias: |
Doña
Lorenza |
Algún
espíritu malo debe de hablar en ti, sobrina, según las
cosas que dices. |
Cristina |
Yo no
sé quién habla; pero yo sé que haría todo aquello que
la señora Hortigosa ha dicho, sin faltar punto. |
Doña
Lorenza |
¿Y la
honra, sobrina? |
Cristina |
¿Y el
holgarnos, tía? |
Doña
Lorenza |
¿Y si
se sabe? |
Cristina |
¿Y si
no se sabe? |
Doña
Lorenza |
¿Y
quién me asegurará a mí que no se sepa? |
Hortigosa |
¿Quién?
La buena diligencia, la sagacidad, la industria; y, sobre
todo, el buen ánimo y mis trazas. |
Cristina |
Mire,
señora Hortigosa, tráyanosle galán, limpio,
desenvuelto, un poco atrevido, y, sobre todo, mozo. |
Hortigosa |
Todas
esas partes tiene el que he propuesto, y otras dos más:
que es rico y liberal. |
Doña
Lorenza |
Que no
quiero riquezas, señora Hortigosa; que me sobran las
joyas, y me ponen en confusión las diferencias de
colores de mis muchos vestidos; hasta eso no tengo que
desear, que Dios le dé salud a Cañizares: más vestida
me tiene que un palmito, y con más joyas que la vedriera
de un platero rico. No me clavara él las ventanas,
cerrara las puertas, visitara a todas horas la casa,
desterrara della los gatos y los perros, solamente porque
tienen nombre de varón; que, a trueco de que no hiciera
esto, y otras cosas no vistas en materia de recato, yo le
perdonara sus dádivas y mercedes. |
Hortigosa |
¿Que
tan celoso es? |
Doña
Lorenza |
Digo
que le vendían el otro día una tapicería a bonísimo
precio, y por ser de figuras no la quiso, y compró otra
de verduras por mayor precio, aunque no era tan buena.
Siete puertas hay antes que se llegue a mi aposento,
fuera de la puerta de la calle, y todas se cierran con
llave; y las llaves no me ha sido posible averiguar
dónde las esconde de noche. |
Cristina |
Tía,
la llave de loba creo que se la pone entre las faldas de
la camisa. |
Doña
Lorenza |
No lo
creas, sobrina; que yo duermo con él, y jamás le he
visto ni sentido que tenga llave alguna. |
Cristina |
Y
más, que toda la noche anda como trasgo por toda la
casa; y si acaso dan alguna música en la calle, les tira
de pedradas porque se vayan: es un malo, es un brujo; es
un viejo, que no tengo más que decir. |
Doña
Lorenza |
Señora
Hortigosa, váyase, no venga el gruñidor y la halle
conmigo, que sería echarlo a perder todo; y lo que ha de
hacer, hágalo luego; que estoy tan aburrida, que no me
falta sino echarme una soga al cuello, por salir de tan
mala vida. |
Hortigosa |
Quizá
con esta que ahora se comenzará, se le quitará toda esa
mala gana y le vendrá otra más saludable y que más la
contente. |
Cristina |
Así
suceda, aunque me costase a mí un dedo de la mano: que
quiero mucho a mi señora tía, y me muero de verla tan
pensativa y angustiada en poder deste viejo y reviejo, y
más que viejo; y no me puedo hartar de decille viejo. |
Doña
Lorenza |
Pues
en verdad que te quiere bien, Cristina. |
Cristina |
¿Deja
por eso de ser viejo? Cuanto más, que yo he oído decir
que siempre los viejos son amigos de niñas. |
Hortigosa |
Así
es la verdad, Cristina, y adiós, que, en acabando de
comer, doy la vuelta. Vuesa merced esté muy en lo que
dejamos concertado, y verá cómo salimos y entramos bien
en ello. |
Cristina |
Señora
Hortigosa, hágame merced de traerme a mí un frailecico
pequeñito, con quien yo me huelgue. |
Hortigosa |
Yo se
le traeré a la niña pintado. |
Cristina |
¡Que
no le quiero pintado, sino vivo, vivo, chiquito como unas
perlas! |
Doña
Lorenza |
¿Y si
lo vee tío? |
Cristina |
Diréle
yo que es un duende, y tendrá dél miedo, y holgaréme
yo. |
Hortigosa |
Digo
que yo le trairé, y adiós. |
Cañizares |
Señor
compadre, señor compadre: el setentón que se casa con
quince, o carece de entendimiento, o tiene gana de
visitar el otro mundo lo más presto que le sea posible.
Apenas me casé con doña Lorencica, pensando tener en
ella compañía y regalo, y persona que se hallase en mi
cabecera, y me cerrase los ojos al tiempo de mi muerte,
cuando me embistieron una turbamulta de trabajos y
desasosiegos; tenía casa, y busqué casar; estaba
posado, y desposéme. |
Compadre |
Compadre,
error fue, pero no muy grande; porque, según el dicho
del Apóstol, mejor es casarse que abrasarse. |
Cañizares |
¡Que
no había que abrasar en mí, señor compadre, que con la
menor llamarada quedara hecho ceniza! Compañía quise,
compañía busqué, compañía hallé, pero Dios lo
remedie, por quién Él es. |
Compadre |
¿Tiene
celos, señor compadre? |
Cañizares |
Del
sol que mira a Lorencita, del aire que le toca, de las
faldas que la vapulan. |
Compadre |
¿Dale
ocasión? |
Cañizares |
Ni por
pienso, ni tiene por qué, ni cómo, ni cuándo, ni
adónde: las ventanas, amén de estar con llave, las
guarnecen rejas y celosías; las puertas jamás se abren;
vecina no atraviesa mis umbrales, ni los atravesará
mientras Dios me diere vida. Mirad, compadre: no les
vienen los malos aires a las mujeres de ir a lo[s]
jubileos ni a las procesiones, ni a todos los actos de
regocijos públicos; donde ellas se mancan, donde ellas
se estropean y adonde ellas se dañan, es en casa de las
vecinas y de las amigas; más maldades encubre una mala
amiga, que la capa de la noche; más conciertos se hacen
en su casa y más se concluyen, que en una semblea. |
Compadre |
Yo
así lo creo; pero si la señora doña Lorenza no sale de
casa, ni nadie entra en la suya, ¿de qué vive
descontento mi compadre? |
Cañizares |
De que
no pasará mucho tiempo en que no caya Lorencica en lo
que le falta; que será un mal caso, y tan malo, que en
sólo pensallo le temo, y de temerle me desespero, y de
desesperarme vivo con disgusto. |
Compadre |
Y con
razón se puede tener ese temer, porque las mujeres
querrían gozar enteros los frutos del matrimonio. |
Cañizares |
La
mía los goza doblados. |
Compadre |
Ahí
está el daño, señor [com]padre. |
Cañizares |
No,
no, ni por pienso; porque es más simple Lorencica que
una paloma, y hasta agora no entiende nada desas
filaterías; y adiós, señor compadre, que me quiero
entrar en casa. |
Compadre |
Yo
quiero entrar allá, y ver a mi señora doña Lorenza. |
Cañizares |
Habéis
de saber, compadre, que los antiguos latinos usaban de un
refrán, que decía: Amicus usque ad aras, que
quiere decir: "El amigo, hasta el altar";
infiriendo que el amigo ha de hacer por su amigo todo
aquello que no fuere contra Dios; y yo digo que mi amigo,
usque ad portam, hasta la puerta; que ninguno ha
de pasar mis quicios; y adiós, señor compadre, y
perdóneme. |
Cristina |
Tía,
mucho tarda tío, y más tarda Hortigosa. |
[Doña]
Lorenza |
Mas,
que nunca él acá viniese, ni ella tampoco; porque él
me enfada y ella me tiene confusa. |
Cristina |
Todo
es probar, señora tía; y, cuando no saliere bien, darle
del codo. |
Doña
Lorenza |
¡Ay,
sobrina! Que estas cosas, o yo sé poco o sé que todo el
daño está en probarlas. |
Cristina |
A fe,
señora tía, que tiene poco ánimo, y que, si yo fuera
de su edad, que no me espantaran hombres armados. |
Doña
Lorenza |
Otra
vez torno a decir, y diré cien mil veces, que Satanás
habla en tu boca; mas ¡ay! ¿Cómo se ha entrado señor? |
Cristina |
Debe
de haber abierto con la llave maestra. |
Doña
Lorenza |
Encomiendo
yo al diablo sus maestrías y sus llaves. |
Cañizares |
¿Con
quién hablábades, doña Lorenza? |
Doña
Lorenza |
Con
Cristinica hablaba. |
Cañizares |
Miradlo
bien, doña Lorenza. |
Doña
Lorenza |
Digo
que hablaba con Cristinica: ¿con quién había de
hablar? ¿Tengo yo, por ventura, con quién? |
Cañizares |
No
querría que tuviésedes algún soliloquio con vos misma,
que redundase en mi perjuicio. |
Doña
Lorenza |
Ni
entiendo esos circunloquios que decís, ni aun los quiero
entender; y tengamos la fiesta en paz. |
Cañizares |
Ni aun
las vísperas no querría yo tener en guerra con vos;
pero, ¿quién llama a aquella puerta con tanta priesa?
Mira, Cristinica, quien es, y, si es pobre, dale limosna
y des- pídele. |
Cristina |
¿Quién
está ahí? |
Hortigosa |
La
vecina Hortigosa es, señora Cristina. |
Cañizares |
¿Hortigosa
y vecina? Dios sea conmigo. |
|
Pregúntale,
Cristina, lo que quiere, y dáselo, con condición que no
atraviese esos umbrales. |
Cristina |
¿Y
qué quiere, señora vecina? |
Cañizares |
El
nombre de vecina me turba y sobresalta; llámala por su
proprio nombre, Cristina. |
Cristina |
Responda:
y ¿qué quiere, señora Hortigosa? |
Hortigosa |
Al
señor Cañizares quiero suplicar un poco, en que me va
la honra, la vida y el alma. |
Cañizares |
Decidle,
sobrina, a esa señora, que a mí me va todo eso y más
en que no entre acá dentro. |
Doña
Lorenza |
¡Jesús,
y qué condición tan extravagante! ¿Aquí no estoy
delante de vos? ¿Hanme de comer de ojo? ¿Hanme de
llevar por los aires? |
Cañizares |
¡Entre
con cien mil Bercebuyes, pues vos lo queréis! |
Cristina |
Entre,
señora vecina. |
Cañizares |
¡Nombre
fatal para mí es el de vecina! |
Hortigosa |
Señor
mío de mi alma, movida y incitada de la buena fama de
vuesa merced, de su gran caridad y de sus muchas
limosnas, me he atrevido de venir a suplicar a vuesa
merced me haga tanta merced, caridad y limosna y buena
obra de comprarme este guadamecí, porque tengo un hijo
preso por unas heridas que dio a un tundidor, y ha
mandado la justicia que declare el cirujano, y no tengo
con qué pagalle, y corre peligro no le echen otros
embargos, que podrían ser muchos, a causa que es muy
travieso mi hijo; y querría echarle hoy o mañana, si
fuese posible, de la cárcel. La obra es buena, el
guadamecí nuevo, y, con todo eso, le daré por lo que
vuesa merced quisiere darme por él, que en más está la
monta, y como esas cosas he perdido yo en esta vida.
Tenga vuesa merced desa punta, señora mía, y
descojámosle, porque no vea el señor Cañizares que hay
engaño en mis palabras; alce más, señora mía, y mire
cómo es bueno de caída, y las pinturas de los cuadros
parece que están vivas. |
Cañizares |
¡Oh,
qué lindo Rodamonte! ¿Y qué quiere el señor
rebozadito en mi casa? Aun si supiese que tan amigo soy
yo destas cosas y destos rebocitos, espantarse ía. |
Cristina |
Señor
tío, yo no sé nada de rebozados; y si él ha entrado en
casa, la señora Hortigosa tiene la culpa; que a mí, el
diablo me lleve si dije ni hice nada para que él
entrase; no, en mi conciencia, aun el diablo sería si mi
señor tío me echase a mí la culpa de su entrada. |
Cañizares |
Ya yo
lo veo, sobrina, que la señora Hortigosa tiene la culpa;
pero no hay de qué maravillarme, porque ella no sabe mi
condición, ni cuán enemigo soy de aquestas pinturas. |
Doña
Lorenza |
Por
las pinturas lo dice, Cristinica, y no por otra cosa. |
Cristina |
Pues
por esas digo yo. ¡Ay, Dios sea conmigo! Vuelto se me ha
el ánima al cuerpo, que ya andaba por los aires. |
Doña
Lorenza |
¡Quemado
vea yo ese pico de once varas! En fin, quien con
muchachos se acuesta, etc. |
Cristina |
¡Ay,
desgraciada, y en qué peligro pudiera haber puesto toda
esta baraja! |
Cañizares |
Señora
Hortigosa, yo no soy amigo de figuras rebozadas ni por
rebozar; tome este doblón, con el cual podrá remediar
su necesidad, y váyase de mi casa lo más presto que
pudiere, y ha de ser luego, y llévese su guadamecí. |
Hortigosa |
Viva
vuesa merced más años que Matute el de Jerusalén, en
vida de mi señora doña... no sé cómo se llama, a
quien suplico me mande, que la serviré de noche y de
día, con la vida y con el alma, que la debe de tener
ella como la de una tortolica simple. |
Cañizares |
Señora
Hortigosa, abrevie y váyase, y no se esté agora
juzgando almas ajenas. |
Hortigosa |
Si
vuesa merced hubiere menester algún pegadillo para la
madre, téngolos milagrosos; y, si para mal de muelas,
sé unas palabras que quitan el dolor como con la mano. |
Cañizares |
Abrevie,
señora Hortigosa, que doña Lorenza, ni tiene madre, ni
dolor de muelas; que todas las tiene sanas y enteras, que
en su vida se ha sacado muela alguna. |
Hortigosa |
Ella
se las sacará, placiendo al cielo, porque le dará
muchos años de vida; y la vejez es la total destruición
de la dentadura. |
Cañizares |
¡Aquí
de Dios! ¿Que no será posible que me deje esta vecina?
¡Hortigosa, o diablo, o vecina, o lo que eres, vete con
Dios y déjame en mi casa! |
Hortigosa |
Justa
es la demanda, y vuesa merced no se enoje, que ya me voy. |
Cañizares |
¡Oh
vecinas, vecinas! Escaldado quedo aun de las buenas
palabras desta vecina, por haber salido por boca de
vecina. |
Doña
Lorenza |
Digo
que tenéis condición de bárbaro y de salvaje; y ¿qué
ha dicho esta vecina para que quedéis con la ojeriza
contra ella? Todas vuestras buenas obras las hacéis en
pecado mortal: dístesle dos docenas de reales,
acompañados con otras dos docenas de injurias, ¡boca de
lobo, lengua de escorpión y silo de malicias! |
Cañizares |
No,
no, a mal viento va esta parva; no me parece bien que
volváis tanto por vuestra vecina. |
Cristina |
Señora
tía, éntrese allí dentro y desenójese, y deje a tío,
que parece que está enojado. |
Doña
Lorenza |
Así
lo haré, sobrina; y aun quizá no me verá la cara en
estas dos horas; y a fe que yo se la dé a beber, por
más que la rehúse. |
[Doña
Lorenza] |
¿Cristinica?
¿Cristinica? |
Cristina |
¿Qué
quiere, tía? |
Doña
Lorenza |
¡Si
supieses qué galán me ha deparado la buena suerte!
Mozo, bien dispuesto, pelinegro, y que le huele la boca a
mil azahares. |
Cristina |
¡Jesús,
y qué locuras y qué niñerías! ¿Está loca, tía? |
Doña
Lorenza |
No
estoy sino en todo mi juicio; y en verdad que, si le
vieses, que se te alegrase el alma. |
Cristina |
¡Jesús,
y qué locuras y qué niñe[r]ías! Ríñala, tío,
porque no se at[r]eva, ni aun burlando, a decir
deshonestidades. |
Cañizares |
¿Bobear,
Lorenza? Pues a fe que no estoy yo de gracia para sufrir
esas burlas. |
Doña
Lorenza |
Que no
son sino veras, y tan veras, que en este género no
pueden ser mayores. |
Cristina |
¡Jesús,
y qué locuras y qué niñerías! Y dígame, tía,
¿está ahí también mi frailecito? |
Doña
Lorenza |
No,
sobrina; pero otra vez vendrá si quiere Hortigosa, la
vecina. |
Cañizares |
Lorenza,
di lo que quisieres, pero no tomes en tu boca el nombre
de vecina, que me tiemblan las carnes en oírle. |
Doña
Lorenza |
También
me tiemblan a mí por amor de la vecina. |
Cristina |
¡Jesús,
y qué locuras y qué niñerías! |
Doña
Lorenza |
Ahora
echo de ver quién eres, viejo maldito; que hasta aquí
he vivido engañada contigo. |
Cristina |
Ríñala,
tío, ríñala, tío; que se desvergüenza mucho. |
Doña
Lorenza |
Lavar
quiero a un galán las pocas barbas que tiene con una
bacía llena de agua de ángeles, porque su cara es como
la de un ángel pintado. |
Cristina |
¡Jesús,
y qué locuras y qué niñerías! Despedácela, tío. |
Cañizares |
No la
despedazaré yo a ella, sino a la puerta que la encubre. |
Doña
Lorenza |
No hay
para qué: vela aquí abierta; entre, y verá como es
verdad cuanto le he dicho. |
Cañizares |
Aunque
sé que te burlas, sí entraré para desenojarte. |
Alguacil |
¿Qué
es esto? ¿Qué pendencia es ésta? ¿Quién daba aquí
voces? |
Cañizares |
Señor,
no es nada; pendencias son entre marido y mujer, que
luego se pasan. |
Músicos |
¡Por
Dios, que estábamos mis compañeros y yo, que somos
músicos, aquí pared y medio, en un desposorio, y a las
voces hemos acudido, con no pequeño sobresalto, pensando
que era otra cosa. |
Hortigosa |
Y yo
también, en mi ánima pecadora. |
Cañizares |
Pues
en verdad, señora Hortigosa, que si no fuera por ella,
que no hubiera sucedido nada de lo sucedido. |
Hortigosa |
Mis
pecados lo habrán hecho; que soy tan desdichada, que,
sin saber por dónde ni por dónde no, se me echan a mí
las culpas que otros cometen. |
Cañizares |
Señores,
vuesas mercedes todos se vuelvan norabuena, que yo les
agradezco su buen deseo; que ya yo y mi esposa quedamos
en paz. |
Doña
Lorenza |
Sí
quedaré, como le pida primero perdón a la vecina, si
alguna cosa mala pensó contra ella. |
Cañizares |
Si a
todas las vecinas de quien yo pienso mal hubiese de pedir
perdón, sería nunca acabar; pero, con todo eso, yo se
le pido a la señora Hortigosa. |
Hortigosa |
Y yo
le otorgo para aquí y para delante de Pero García. |
Músicos |
Pues,
en verdad, que no habemos de haber venido en balde:
toquen mis compañeros, y baile el bailarín, y
regocíjense las paces con esta canción. |
Cañizares |
Señores,
no quiero música: yo la doy por recebida. |
Músicos |
Pues
aunque no la quiera. |