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COMEDIA FAMOSA DE PEDRO DE URDEMALAS

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Jornada Primera

  Entran Pedro de Urdemalas, en hábito de mozo de labrador, y Clemente, como zagal.

 

Clemente De tu ingenio, Pedro amigo,  
  y nuestra amistad se puede  
  fiar más de lo que digo,  
  porque él al mayor excede,  
  y della el mundo es testigo;

5

  así, que es de calidad  
  tu ingenio y nuestra amistad,  
  que, sin buscar otro medio,  
  en ambos pongo el remedio  
  de toda mi enfermedad.

10

  Esa hija de tu amo,  
  la que se llama Clemencia,  
  a quien yo Justicia llamo,  
  la que huye mi presencia,  
  cual del cazador el gamo;

15

  ésa, a quien naturaleza  
  dio el estremo de belleza  
  que has visto, me tiene tal,  
  que llega al punto mi mal  
  do llega el de su lindeza.

20

  Cuando pensé que ya estaba  
  algo crédula al cuidado  
  que en mis ansias le mostraba,  
  yo no sé quién la ha trocado  
  de cordera en tigre brava,

25

  ni sé yo por qué mentiras  
  sus mansedumbres en iras  
  ha vuelto, ni sé, ¡oh Amor!,  
  por qué con tanto rigor  
  contra mí tus flechas tiras.

30

Pedro Bobear; dime, en efeto,  
  lo que quieres.  
Clemente Pedro, hermano,  
  que me libres deste aprieto  
  con algún consejo sano  
  o ayuda de hombre discreto.

35

Pedro ¿Han llegado tus deseos  
  a más que dulces floreos,  
  o has tocado en el lugar  
  donde Amor suele fundar  
  el centro de sus empleos?

40

Clemente Pues sabes que soy pastor,  
  entona más bajo el punto,  
  habla con menos primor.  
Pedro Que si eres, te pregunto,  
  Amadís o Galaor.

45

Clemente No soy sino Antón Clemente,  
  y andas, Pedro, impertinente  
  en hablar por tal camino.  
Pedro ([Aparte] Pan por pan, vino por vino,  
  se ha de hablar con esta gente).

50

  ¿Haste visto con Clemencia  
  a solas o en parte escura,  
  donde ella te dio licencia  
  de alguna desenvoltura  
  que encargase la conciencia?

55

Clemente Pedro, el cielo me confunda,  
  y la tierra aquí me hunda,  
  y el aire jamás me aliente,  
  si no es un amor decente  
  en quien el mío se funda.

60

  Del padre el rico caudal  
  el mío pobre desprecia  
  por no ser al suyo igual,  
  y entiendo que sólo precia  
  el de Llorente y Pascual,

65

  que son ricos, y es razón  
  que se lleve el corazón  
  tras sí de cualquier mujer,  
  no el querer, sino el tener  
  del oro la posesión.

70

  Y, demás desto, Clemencia  
  a mi amor no corresponde  
  por no sé qué impertinencia  
  que le han dicho, y así, esconde  
  de mis ojos su presencia;

75

  y si tú, Pedro, no haces  
  de nuestras riñas las paces,  
  ya por perdido me cuento.  
Pedro O no tendré entendimiento,  
  o he de trazar tus solaces.

80

  Si sale, como imagino,  
  hoy mi amo por alcalde,  
  te digo, como adivino,  
  que hoy no te trujo de balde  
  a hablar conmigo el destino.

85

  Tú verás cómo te entrego  
  en holganza y en sosiego  
  el bien que interés te veda,  
  y que al dártele preceda  
  promesa, dádiva y ruego.

90

  Y, en tanto que esto se traza,  
  vuelve los ojos y mira  
  los lazos con que te enlaza  
  Amor, y por quien suspira  
  Febo, que allí se disfraza;

95

  mira a los rubios cabellos  
  de Clemencia, y mira entre ellos  
  al lascivo Amor jugando,  
  y cómo se va admirando  
  por ver que se mira en ellos.

100

  Benita viene con ella,  
  su prima, cual si viniese  
  con el sol alguna estrella  
  que no menos luz nos diese  
  que el mismo sol: tal es ella.

105

  Clemente, ten advertencia  
  que, si llega aquí Clemencia,  
  te le humilles: yo a Benita,  
  como a una cosa bendita  
  le pienso hacer reverencia.

110

  Dile con lengua curiosa  
  cosas de que no disguste,  
  y ten por cierta una cosa:  
  que no hay mujer que no guste  
  de oírse llamar hermosa.

115

  Liberal desta moneda  
  te muestra; no tengas queda  
  la lengua en sus alabanzas,  
  verás volver las mudanzas  
  de la varïable rueda.

120

 

  Entran Clemencia y Benita, zagalas, con sus cantarillas, como que van a la fuente.

 

Benita ¿Por qué te vuelves, Clemencia?  
Clemencia ¿Por qué me vuelvo, Benita?  
  Por no verme en la presencia  
  de quien la salud me quita  
  y me da mortal dolencia;

125

  por no ver a un insolente  
  que tiene bien diferente  
  de la condición el nombre.  
Benita Apostaré que es el hombre  
  por quien lo dices Clemente.

130

Clemente ¿Soy basilisco, pastora,  
  o soy alguna fantasma  
  que se aparece a deshora,  
  con que el sentido se pasma  
  y el ánimo se empeora?

135

Clemencia No eres sino un parlero,  
  adulador, lisonjero  
  y, sin porqué, jatancioso,  
  en verdades mentiroso  
  y en mentiras verdadero.

140

  ¿Cuándo te he dado yo prenda  
  que de mi amor te asegure  
  tanto, que claro se entienda  
  que, aunque el amor me procure,  
  no hayas temor que te ofenda?

145

  Esto dijiste a Jacinta,  
  y le mostraste una cinta  
  encarnada que te di,  
  y en tu rostro se ve aquí  
  aquesta verdad distinta.

150

Clemente Clemencia, si yo he dicho cosa alguna  
  que no vaya a servirte encaminada,  
  venga de la más próspera fortuna  
  a la más abatida y desastrada;  
  si siempre sobre el cerco de la luna

155

  no has sido por mi lengua levantada,  
  cuando quiera decirte mi querella,  
  mudo silencio el cielo infunda en ella;  
  si mostré tal, la fe en que yo pensaba,  
  por la ley amorosa, de salvarme,

160

  cuando a la vida el término se acaba,  
  por ella entonces venga a condenarme;  
  si dije tal, jamás halle en su aljaba  
  flechas de plomo Amor con que tirarme,  
  si no es a ti, y a mí con las doradas,

165

  a helarte y abrasarme encaminadas.  
Pedro Clemencia, tu padre viene,  
  y con la vara de alcalde.  
Clemencia No la ha alcanzado de balde;  
  que su salmorejo tiene.

170

  Hermano Clemente, adiós.  
Clemente Pues, ¿cómo quedamos?  
Clemencia Bien.  
  Benita, si quieres, ven.  
Benita Sí, pues venimos las dos.  

 

  Éntrase Benita y Clemencia.

 

Pedro Vete en buen hora, Clemente,

175

  y quédese el cargo a mí  
  de lo que he de hacer por ti.  
Clemente Adiós, pues.  
Pedro Él te contente.  

 

  Salen Martín Crespo, alcalde, padre de Clemencia, y Sancho Macho y Diego Tarugo, regidores.

 

Tarugo Plácenos, Martín Crespo, del suceso.  
  Desechéisla por otra de brocado,

180

  sin que jamás un voto os salga avieso.  
Alcalde Diego Tarugo, lo que me ha costado  
  aquesta vara, sólo Dios lo sabe,  
  y mi vino, y capones, y ganado.  
  El que no te conoce, ése te alabe,

185

  deseo de mandar.  
Sancho Yo aqueso digo,  
  que sé que en él todo cuidado cabe.  
  Véala yo en poder de mi enemigo,  
  vara que es por presentes adquirida.  
Alcalde Pues ahora la tiene un vuestro amigo.

190

Sancho De vos, Crespo, será tan bien regida,  
  que no la doble dádiva ni ruego.  
Alcalde No, ¡juro a mí!, mientras tuviere vida.  
  Cuando mujer me informe, estaré ciego;  
  al ruego del hidalgo, sordo y mudo;

195

  que a la severidad todo me entrego.  
Tarugo Ya veo en vuestro tiempo, y no lo dudo,  
  sentencias de Salmón, el rey discreto,  
  que el niño dividió con hierro agudo.  
Alcalde Al menos, de mi parte yo prometo

200

  de arrimarme a la ley en cuanto pueda  
  sin alterar un mínimo decreto.  
Sancho Como yo lo deseo, así suceda;  
  y adiós.  
Alcalde Fortuna os tenga, Sancho Macho,  
  en la empinada cumbre de su rueda.

205

Tarugo Sin que el temor o amor os ponga empacho,  
  juzgad, Crespo, terrible y brevemente:  
  que la tardanza en toda cosa tacho;  
  y a Dios quedad.  
Alcalde En fin, sois buen pariente.  

 

  Éntranse Sancho Macho y Diego Tarugo.

 

  Pedro, que escuchando estás,

210

  ¿cómo de mi buen suceso  
  el parabién no me das?  
  Ya soy alcalde, y confieso  
  que lo seré por demás,  
  si tú no me das favor

215

  y muestras algún primor  
  con que juzgue rectamente;  
  que te tengo por prudente,  
  más que a un cura y a un doctor.  
Pedro Es aqueso tan verdad,

220

  cual lo dirá la esperiencia,  
  porque con facilidad  
  luego os mostraré una ciencia  
  que os dé nombre y calidad.  
  Llegaráos Licurgo apenas,

225

  y la celebrada Atenas  
  callará sus doctas leyes;  
  envidiaros han los reyes  
  y las escuelas más buenas.  
  Yo os meteré en la capilla

230

  dos docenas de sentencias  
  que al mundo den maravilla,  
  todas con sus diferencias,  
  civiles, o de rencilla;  
  y la que primero a mano

235

  os viniere, está bien llano  
  que no ha de haber más que ver.  
Alcalde Desde hoy más, Pedro, has de ser  
  no mi mozo, mas mi hermano.  
  Ven, y mostrarásme el modo

240

  cómo yo ponga en efeto  
  lo que has dicho, en parte o en todo.  
Pedro Pues más cosas te prometo.  
Alcalde A cualquiera me acomodo.  

 

  Éntranse el alcalde y Pedro.
  Salen otra vez Sancho Macho y Tarugo.

 

Sancho Mirad, Tarugo: bien siento

245

  que, aunque el parabién le distes  
  a Crespo de su contento,  
  otro paramal tuvistes  
  guardado en el pensamiento;  
  porque, en efeto, es mancilla

250

  que se rija aquesta villa  
  por la persona más necia  
  que hay desde Flandes a Grecia  
  y desde Egipto a Castilla.  
Tarugo Hoy mostrará la experiencia,

255

  buen regidor Sancho Macho,  
  adónde llega la ciencia  
  de Crespo, a quien yo no tacho  
  hasta la primera audiencia;  
  y, pues agora ha de ser,

260

  soy, Macho, de parecer  
  que le oigamos.  
Sancho Sea así;  
  aunque tengo para mí  
  que un simple en él se ha de ver.  

 

  Entran Lagartija y Hornachuelos, labradores.

 

Hornachuelos. ¿De quién, señores, sabremos

265

  si el alcalde en casa está?  
Tarugo Aquí los dos le atendemos.  
Lagartija Señal es que aquí saldrá.  
Sancho Tan cierta, que ya le vemos.  

 

  Salen el alcalde y Redondo, escribano, y Pedro.

 

Alcalde ¡Oh valientes regidores!

270

Redondo Siéntense vuesas mercedes.  
Alcalde Sin ceremonia, señores.  
Tarugo En cortés, exceder puedes  
  a los corteses mayores.  
Alcalde Siéntese aquí el escribano,

275

  y a mi izquierda y diestra mano  
  los regidores estén;  
  y tú, Pedro, estarás bien  
  a mis espaldas.  
Pedro Es llano.  
  Aquí, en tu capilla, están

280

  las sentencias suficientes  
  a cuantos pleitos vendrán,  
  aunque nunca pares mientes  
  a la relación que harán;  
  y si alguna no estuviere,

285

  a tu asesor te refiere,  
  que yo lo seré de modo  
  que te saque bien de todo,  
  y sea lo que se fuere.  
Redondo ¿Quieren algo, señores?  
Lagartija Sí querríamos.

290

Redondo Pues digan: que aquí está el señor alcalde,  
  que les hará justicia rectamente.  
Alcalde Perdónemelo Dios lo que ahora digo,  
  y no me sea tomado por soberbia:  
  tan tiestamenta pienso hacer justicia,

295

  como si fuese un sonador romano.  
Redondo Senador, Martín Crespo.  
Alcalde Allá va todo.  
  Digan su pleito apriesa y brevemente:  
  que apenas me le habrán dicho, en mi ánima,  
  cuando les dé sentencia rota y justa.

300

Redondo Recta, señor alcalde.  
Alcalde Allá va todo.  
Hornachuelos Prestóme Lagartija tres reales,  
  volvíle dos, la deuda queda en uno,  
  y él dice que le debo cuatro justos.  
  Éste es el pleito: brevedad, y dije.

305

  ¿Es aquesto verdad, buen Lagartija?  
Lagartija Verdad; pero yo hallo por mi cuenta,  
  o que yo soy un asno, o que Hornachuelos  
  me queda a deber cuatro.  
Alcalde ¡Bravo caso!  
Lagartija No hay más en nuestro pleito, y me rezumo

310

  en lo que sentenciare el señor Crespo.  
Redondo Rezumo por resumo, allá va todo.  
alcalde ¿Qué decís vos a esto, Hornachuelos?  
Hornachuelos No hay qué decir; yo en todo me arremeto  
  al señor Martín Crespo.  
Redondo Me remito,

315

  ¡pese a mi abuelo!  
Alcalde Dejadle que arremeta;  
  ¿qué se os da a vos, Redondo?  
Redondo A mí, nonada.  
Alcalde Pedro, sácame, amigo, una sentencia  
  desa capilla: la que está mas cerca.  
Redondo ¿Antes de ver el pleito, hay ya sentencia?

320

Alcalde Ahí se podrá ver quién es Callejas.  
Pedro Léase esta sentencia, y punto en boca.  
Redondo "En el pleito que tratan .N. y .F."  
Pedro Zutano con Fulano significan  
  la .N. con la .F. entre dos puntos.

325

Redondo Así es verdad. Y digo que "en el pleito  
  que trata este Fulano con Zutano,  
  que debo condenar, fallo y condeno  
  al dicho puerco de Zutano a muerte,  
  porque fue matador de la criatura

330

  del ya dicho Fulano..." Yo no atino  
  qué disparate es éste deste puerco  
  y de tantos Fulanos y Zutanos,  
  ni sé cómo es posible que esto cuadre  
  ni esquine con el pleito destos hombres.

335

Alcalde Redondo está en lo cierto, Pedro amigo,  
  mete la mano y saca otra sentencia;  
  podría ser que fuese de provecho.  
Pedro Yo, que soy asesor vuestro, me atrevo  
  de dar sentencia luego cual convenga.

340

Lagartija Por mí, mas que la dé un jumento nuevo.  
Sancho Digo que el asesor es estremado.  
Hornachuelos Sentencia norabuena.  
Alcalde Pedro, vaya,  
  que en tu magín mi honra deposito.  
Pedro Deposite primero Hornachuelos,

345

  para mí, el asesor, doce reales.  
Hornachuelos Pues sola la mitad importa el pleito.  
Pedro Así es verdad: que Lagartija, el bueno,  
  tres reales de a dos os dio prestados,  
  y déstos le volvistes dos sencillos;

350

  y por aquesta cuenta debéis cuatro,  
  y no, cual decís vos, no más de uno.  
Lagartija Ello es ansí, sin que le falte cosa.  
Hornachuelos No lo puedo negar; vencido quedo,  
  y pagaré los doce con los cuatro.

355

Redondo Ensúciome en Catón y en Justiniano,  
  ¡oh Pedro de Urde, montañés famoso!,  
  que así lo muestra el nombre y el ingenio.  
Hornachuelos Yo voy por el dinero, y voy corrido.  
Lagartija Yo me contento con haber vencido.

360

 

  Éntranse Lagartija y Hornachuelos.
  Salen Clemente y Clemencia, como pastor y pastora, embozados.

 

Clemente Permítase que hablemos embozados  
  ante tan justiciero ayuntamiento.  
alcalde Mas que habléis en un costal atados;  
  porque a oír, y no a ver, aquí me siento.  
Clemente Los siglos que renombre de dorados

365

  les dio la antigüedad con justo intento,  
  ya se ven en los nuestros, pues que vemos  
  en ellos de justicia los estremos.  
  Vemos un Crespo alcalde...  
alcalde Dios os guarde.  
  Dejad aquesas lonjas a una parte...

370

Redondo Lisonjas, decir quiso.  
Alcalde Y, porque es tarde,  
  de vuestro intento en breve nos dad parte.  
Clemente Con verdadera lengua, cierto alarde  
  hace de lo que quiero parte a parte.  
Alcalde Decid: que ni soy sordo, ni lo he sido.

375

Clemente Desde mis tiernos años,  
  de mi fatal estrella conducido,  
  sin las nubes de engaños,  
  el sol que en este velo está escondido  
  miré para adoralle,

380

  porque esto hizo el que llegó a miralle.  
  Sus rayos se imp[r]imieron  
  en lo mejor del alma, de tal modo,  
  que en sí la convirtieron:  
  todo soy fuego, yo soy fuego todo,

385

  y, con todo, me yelo,  
  si el sol me falta que me eclipsa un velo.  
  Grata correspondencia  
  tuvo mi justo y mi cabal deseo:  
  que Amor me dio licencia

390

  a hacer de mi alma rico empleo:  
  en fin, esta pastora,  
  así como la adoro, ella me adora.  
  A hurto de su padre,  
  que es de su libertad duro tirano,

395

  que ella no tiene madre,  
  de esposa me entregó la fe y la mano;  
  y agora, temerosa  
  del padre, no confiesa ser mi esposa.  
  Teme que el padre, rico,

400

  se afrente de mi humilde medianía,  
  porque hace el pellico  
  al monje en estad edad de tiranía.  
  Él me sobra en riqueza;  
  pero no en la que da naturaleza.

405

  Como él, yo soy tan bueno;  
  tan rico, no, y a su riqueza igualo  
  con estar siempre ajeno  
  de todo vicio perezoso y malo;  
  y, entre buenos, es fuero

410

  que valga la virtud más que el dinero.  
  Pido que ante ti vuelva  
  a confirmar el sí de ser mi esposa,  
  y en serlo se resuelva,  
  sin estar de su padre temerosa,

415

  pues que no aparta el hombre  
  a los que Dios juntó en su gracia y nombre.  
Alcalde ¿Qué respondéis a esto,  
  sol que entre nubes se cubrió a deshora?  
Clemente Su proceder honesto

420

  la tendrá muda, por mi mal, agora;  
  pero señales puede  
  hacer con que su intento claro quede.  
Alcalde ¿Sois su esposa, doncella?  
Pedro La cabeza bajó: señal bien clara

425

  que no lo niega ella.  
Sancho Pues, ¿en qué, Martín Crespo, se repara?  
Alcalde En que de mi capilla  
  se saque la sentencia, y en oílla.  
  Pedro, sácala al punto.

430

Pedro Yo sé que ésta saldrá pintiparada,  
  porque, a lo que barrunto,  
  siempre fue la verdad acreditada,  
  por atajo o rodeo;  
  y esta sentencia lo dirá que leo.

435

 

  Saca un papel de la capilla, y léele Pedro.

 

  "Yo, Martín Crespo, alcalde, determino  
  que sea la pollina del pollino".  
Redondo Vaso de suertes es vuestra capilla,  
  y ésta que ha sido agora pronunciada,  
  aunque es para entre bestias, maravilla,

440

  y aun da muestras de ser cosa pensada.  
Clemente El alma en Dios, y en tierra la rodilla,  
  la vuestra besaré, como a estremada  
  coluna que sustenta el edificio  
  donde moran las ciencias y el jüicio.

445

Alcalde Puesto que redundará esta sentencia,  
  hijo, en haberos dado el alma mía,  
  porque no es otra cosa mi Clemencia,  
  me fuera de gran gusto y alegría.  
  Y alégrenos agora la presencia

450

  vuestra, que está en razón y en cortesía,  
  pues ya lo desleído y sentenciado  
  será, sin duda alguna, ejecutado.  
Clemencia Pues, con ese seguro, padre mío,  
  el velo quito y a tus pies me postro.

455

  Mal haces en usar deste desvío,  
  pues soy tu hija, y no espantable monstro.  
  Tú has dado la sentencia a tu albedrío,  
  y, si es injusta, es bien que te dé en rostro;  
  pero, si justa es, haz que se apruebe,

460

  con que a debida ejecución se lleve.  
Alcalde Lo que escribí, escribí; bien dices, hija:  
  y así, a Clemente admito por mi hijo,  
  y el mundo deste proceder colija  
  que más por ley que por pasión me rijo.

465

Sancho No hay alma aquí que no se regocija  
  de vuestro no pensado regocijo.  
Tarugo Ni lengua que a Martín Crespo no alabe  
  por hombre ingeniosísimo y que sabe.  
Pedro Nuestro amo, habéis de saber

470

  que es merced particular  
  la que el cielo quiere hacer  
  cuando se dispone a dar  
  al hombre buena mujer;  
  y corre el mismo partido

475

  ella, si le da marido  
  que sea en todo varón,  
  afable de condición,  
  más que arrojado, sufrido.  
  De Clemencia y de Clemente

480

  se hará un junta dichosa,  
  que os alegre y os contente,  
  y quien lleve vuestra honrosa  
  estirpe de gente en gente,  
  y esta noche de San Juan

485

  las bodas celebrarán,  
  con el suyo y vuestro gusto.  
Alcalde Señales de hombre muy justo  
  todas tus cosas me dan;  
  pero la boda otro día

490

  se hará: que es noche ocupada  
  de general alegría  
  aquésta.  
Clemente No importa nada,  
  siendo ya Clemencia mía:  
  que el gusto del corazón

495

  consiste en la posesión  
  mucho más que en la esperanza.  
Pedro ¡Oh, cuántas cosas alcanza  
  la industria y sagacidad!  
Alcalde Vamos, que hay mucho que hacer

500

  esta noche.  
Tarugo Sea en buen hora.  
Clemente Ni qué esperar ni temer  
  me queda, pues por señora  
  y esposa te vengo a ver.  
Tarugo ¡Bien escogistes, Clemencia!

505

Clemencia Al que ordenó la sentencia  
  las gracias se den, y al cielo.  
Pedro De que he encargado, recelo,  
  algún tanto mi conciencia.  

 

  Éntranse todos, y, al entrarse, sale Pascual y tira del sayo a Pedro, y quédanse los dos en el teatro, y tras Pascual entra un sacristán.

 

Pascual Pedro amigo.  
Pedro ¿Qué hay, Pascual?

510

  No pienses que me descuido  
  del remedio de tu mal;  
  antes, en él tanto cuido,  
  que casi no pienso en al.  
  Esta noche de San Juan

515

  ya tú sabes cómo están  
  del lugar las mozas todas  
  esperando de sus bodas  
  las señales que les dan.  
  Benita, el cabello al viento,

520

  y el pie en una bacía  
  llena de agua, y oído atento,  
  ha de esperar hasta el día  
  señal de su casamiento;  
  sé tú primero en nombrarte

525

  en su calle, de tal arte,  
  que claro entienda tu nombre.  
Pascual Por excelencia, el renombre  
  de industrioso pueden darte.  
  Yo lo haré así: queda en paz;

530

  mas, después de aquesto hecho,  
  tú lo que faltare haz,  
  ansí no abrasa tu pecho  
  el fuego de aquel rapaz.  
[Pedro] Así será; ve con Dios.

535

 

  Vase Pascual.

 

Sacristán Por ligero que seáis vos,  
  yo os saldré por el atajo,  
  y buscaré sin trabajo  
  la industria de ambos a dos.  

 

  Éntrase el sacristán. Sale Maldonado, conde de gitanos; y adviértase que todos los que hicieren figura de gitanos, han de hablar ceceoso.

 

Maldonado Pedro, ceñor, Dioz te guarde.

540

  ¿Qué te haz hecho, que he venido  
  a buzcarte aquezta tarde,  
  por ver ci eztás ya atrevido,  
  o todavía cobarde?  
  Quiero decir, ci te agrada

545

  el cer nueztra camarada,  
  nueztro amigo y compañero,  
  como me haz dicho.  
Pedro Sí quiero.  
Maldonado ¿Reparaz en algo?  
Pedro En nada.  
Maldonado Mira, Pedro: nueztra vida

550

  ez zuelta, libre, curioza,  
  ancha, holgazana, estendida,  
  a quien nunca falta coza  
  que el deceo buzque y pida.  
  Danoz el herbozo zuelo

555

  lechoz; círvenoz el cielo  
  de pabellón dondequiera;  
  ni noz quema el zol, ni altera  
  el fiero rigor del yelo.  
  El máz cerrado vergel

560

  laz primiciaz noz ofrece  
  de cuanto bueno haya en él;  
  y apenaz ce vee o parece  
  la albilla o la mozcatel,  
  que no eztá luego en la mano

565

  del atrevido gitano,  
  zahorí del fruto ajeno,  
  de induztria y ánimo lleno,  
  ágil, prezto, zuelto y zano.  
  Gozamoz nuestroz amorez

570

  librez del dezazociego  
  que dan loz competidorez,  
  calentándonoz zu fuego  
  cin celoz y cin temorez.  
  Y agora eztá una mochacha

575

  que con nadie no ce empacha  
  en nueztro rancho, tan bella,  
  que no halla en qué ponella  
  la envidia ni aun una tacha.  
  Una gitana, hurtada,

580

  la trujo; pero ella es tal,  
  que, por hermoza y honrada,  
  muestra que es de principal  
  y rica gente engendrada.  
  Ezta, Pedro, cerá tuya,

585

  aunque máz el yugo huya,  
  que rinde la libertad,  
  cuando de nueztra amiztad  
  lo acordado ce concluya.  
Pedro Porque veas, Maldonado,

590

  lo que me mueve el intento  
  a querer mudar de estado,  
  quiero que me estés atento  
  un rato.  
Maldonado De muy buen grado.  
Pedro Por lo que te he de contar,

595

  vendrás en limpio a sacar  
  si para gitano soy.  
Maldonado Atento eztaré y eztoy;  
  bien puedez ya comenzar.  
Pedro Yo soy hijo de la piedra,

600

  que padre no conocí:  
  desdicha de las mayores  
  que a un hombre pueden venir.  
  No sé dónde me criaron;  
  pero sé decir que fui

605

  destos niños de dotrina  
  sarnosos que hay por ahí.  
  Allí, con dieta y azotes,  
  que siempre sobran allí,  
  aprendí las oraciones,

610

  y a tener hambre aprendí;  
  aunque también con aquesto  
  supe leer y escribir,  
  y supe hurtar la limosna,  
  y desculparme y mentir.

615

  No me contentó esta vida  
  cuando algo grande me vi,  
  y en un navío de flota  
  con todo mi cuerpo di,  
  donde serví de grumete,

620

  y a las Indias fui y volví,  
  vestido de pez y anjeo,  
  y sin un maravedí.  
  Temí con los huracanes,  
  y con las calmas temí,

625

  y espantóme la Bermuda  
  cuando su costa corrí.  
  Dejé el comer del bizcocho  
  con dos dedos de hollín,  
  y el beber vino del diablo

630

  antes que de San Martín.  
  Pisé otra vez las riberas  
  del rico Guadalquivir,  
  y entreguéme a sus crecientes,  
  y a Sevilla me volví,

635

  donde al rateruelo oficio  
  me acomodé bajo y vil  
  de mozo de la esportilla,  
  que el tiempo lo pidió ansí;  
  en el cual, sin ser yo cura,

640

  muy muchos diezmos cogí,  
  haciendo salva a mil cosas  
  que me condenan aquí.  
  En fin: por cierta desgracia,  
  el oficio tuvo fin,

645

  y comenzó el peligroso  
  que suelen llamar mandil.  
  En él supe de la hampa  
  la vida larga y cerril,  
  formar pendencias del viento,

650

  y con el soplo herir.  
  Mi amo, que era tan bravo  
  como ligero pasquín,  
  dio asalto a una faldriquera  
  a lo callado y sotil;

655

  con las manos en la masa  
  le cogió un cierto alguacil,  
  y él quiso ser en un potro  
  confesor y no martir;  
  mártir, digo, Maldonado.

660

Maldonado En eso, ¿qué me va a mí?  
  Pronunciad como os dé gusto,  
  pues que no habláis latín.  
Pedro Palme[ó]le las espaldas  
  contra su gusto el bochín,

665

  de lo cual quedó mohíno,  
  según que dijo un malsín.  
  A las casas movedizas  
  le llevaron, y yo vi  
  arañarse la Escalanta

670

  y llorar la Becerril.  
  Yo, viéndome sin el fieltro  
  de mi andaluz paladín,  
  de mandil a moch[i]lero  
  un salto forzoso di.

675

  Deparóme la fortuna  
  un soldado espadachín  
  de los que van hasta el puerto,  
  y se vuelven desde allí.  
  Las boletas rescatadas,

680

  las gallinas que cogí,  
  si no las perdona el cielo,  
  ¡desventurado de mí!  
  Diome en rostro aquella vida,  
  porque della conocí

685

  que el soldado churrullero  
  tiene en las gurapas fin,  
  y a gentilhombre de playa  
  en un punto me acogí,  
  vida de mil sobresaltos

690

  y de contentos cien mil.  
  Mas, por temor de irme a Argel,  
  presto a Córdoba me fui,  
  adonde vendí aguardiente,  

 

  y naranjada vendí.

695

  Allí el salario de un mes  
  en un día me bebí,  
  porque, si hay agua que sepa,  
  la ardiente es doctor sotil.  
  Arrojárame mi amo

700

  con un trabuco de sí,  
  y en casa de un asturiano  
  por mi desventura di.  
  Hacía suplicaciones,  
  suplicaciones vendí,

705

  y en un día diez canastas  
  todas las jugué y perdí.  
  Fuime, y topé con un ciego,  
  a quien diez meses serví,  
  que, a ser años, yo supiera

710

  lo que no supo Merlín.  
  Aprendí la jerigonza,  
  y a ser vistoso aprendí,  
  y a componer oraciones  
  en verso airoso y gentil.

715

  Murióseme mi buen ciego,  
  dejóme cual Juan Paulín,  
  sin blanca, pero discreto,  
  de ingenio claro y sotil.  
  Luego fui mozo de mulas,

720

  y aun de un fullero lo fui,  
  que con la boca de lobo  
  se tragara a San Quintín;  
  gran jugador de las cuatro,  
  y con la sola le vi

725

  dar tan mortales heridas,  
  que no se pueden decir.  
  Berrugeta y ballestilla,  
  el raspadillo y hollín  
  jugaba por excelencia,

730

  y el Mase Juan hi de ruin.  
  Gran saje del espejuelo,  
  y del retén tan sotil,  
  que no se le viera un lince  
  con los antojos del Cid.

735

  Cayóse la casa un día,  
  vínole su San Martín,  
  pusiéro[n]le un sobreescrito  
  encima de la nariz.  
  Dejéle, y víneme al campo,

740

  y sirvo, cual ves, aquí,  
  a Martín Crespo, el alcalde,  
  que me quiere más que a sí.  
  Es Pedro de Urde mi nombre:  
  mas un cierto Malgesí,

745

  mirándome un día las rayas  
  de la mano, dijo así:  
  ``Añadidle Pedro al Urde  
  un malas; pero advertid,  
  hijo, que habéis de ser rey,

750

  fraile y papa, y matachín.  
  Y avendráos por un gitano  
  un caso que sé decir  
  que le escucharán los reyes  
  y gustarán de le oír.

755

  Pasaréis por mil oficios  
  trabajosos; pero al fin  
  tendréis uno do seáis  
  todo cuanto he dicho aquí''.  
  Y, aunque yo no le doy crédito,

760

  todavía veo en mí  
  un no sé qué que me inclina  
  a ser todo lo que oí;  
  pues, como deste pronóstico  
  el indicio veo en ti,

765

  digo que he de ser gitano,  
  y que lo soy desde aquí.  
Maldonado ¡Oh Pedro de Urdemalaz generozo,  
  coluna y cer del gitanezco templo!  
  Ven, y daraz principio al alto intento

770

  que te incita, te mueve, impele y lleva  
  a ponerte en la lizta gitanezca;  
  ven a adulcir el agrio y tierno pecho  
  de la hurtada mochacha que te he dicho,  
  por quien zeráz dichoso zobremodo.

775

Pedro Vamos, que yo no pongo duda en eso,  
  y espero deste asumpto un gran suceso.  

 

  Éntranse.
  Pónese Benita a la ventana en ca- bello.

 

Benita Tus alas, ¡oh noche!, estiende  
  sobre cuantos te requiebran,  
  y a su gusto justo atiende,

780

  pues dicen que te celebran  
  hasta los moros de aliende.  
  Yo, por conseguir mi intento,  
  los cabellos doy al viento,  
  y el pie izquierdo a una bacía

785

  llena de agua clara y fría,  
  y el oído al aire atento.  
  Eres noche tan sagrada,  
  que hasta la voz que en ti suena  
  dicen que viene preñada

790

  de alguna ventura buena  
  a quien la escucha guardada.  
  Haz que a mis oídos toque  
  alguna que me provoque  
  a esperar suerte dichosa.

795

 

  Entra el sacristán.

 

Sacristán Prenderá a la dama hermosa,  
  sin alguna duda, el Roque.  
  Roque ha de ser el que prenda  
  en este juego a la dama,  
  puesto que ella se defienda;

800

  que su ventura le llama  
  a gozar tan rica prenda.  
Benita Roque dicen, Roque oí.  
  Pues no hay otro Roque aquí  
  que el necio del sacristán.

805

  Veamos si nombrarán  
  Roque otra vez.  
Sacristán Será así,  
  porque es el Roque tal pieza,  
  que no hay dama que se esquive  
  de entregalle su belleza;

810

  y, aunque en estrecheza vive,  
  es muy rico en su estrecheza.  
Benita ¡Ce!, gentilhombre, tomad  
  este listón y mostrad  
  quién sois mañana con él.

815

Sacristán Seréos en todo fiel,  
  estremo de la beldad;  

 

  Estándole dando un listón Benita al sacristán, entra Pascual, y ásele del cuello y quítale la cinta.

 

  que cualquiera que seáis  
  de las dos que en esta casa  
  vivís, sé os aventajáis

820

  a Venus.  
Pascual ¿Que aquesto pasa?  
  ¿Que esta cuenta de vos dais?  
  Benita, ¿que a un sacristán,  
  vuestros despojos se dan?  
  Grave fuera aquesta culpa,

825

  si no tuviera disculpa  
  en ser noche de San Juan.  
  Vos, bachiller graduado  
  en letras de canto llano,  
  ¿de quién fuistes avisado

830

  para ganar por la mano  
  el juego mal comenzado?  
  ¿Así a maitines se toca  
  con vuestra vergüenza poca?  
  ¿Así os hacen olvidar

835

  del cantar y repicar  
  los picones de una loca?  

 

  Entra Pedro.

 

Pedro ¿Qué es esto, Pascual amigo?  
Pascual El sacristán y Benita  
  han querido sea testigo

840

  de que ella es mujer bendita  
  y él de embustes enemigo;  
  mas porque no se alborote,  
  y vea que al estricote  
  le trae su honra su intento,

845

  por testigos le presento  
  esta cinta y este zote.  
Sacristán Por las santas vinajeras,  
  a quien dejo cada día  
  agostadas y ligeras,

850

  que no fue la intención mía  
  de burlarme con las veras.  
  Hoy a los dos os oí  
  lo que había de hacer allí  
  Benita, en cabello puesta,

855

  y, por gozar de la fiesta,  
  vine, señores, aquí.  
  Nombréme, y ella acudió  
  al reclamo, como quien,  
  del primer nombre que oyó,

860

  de su gusto y de su bien  
  indicio claro tomó;  
  que la vana hechicería  
  que la noche antes del día  
  de San Juan usan doncellas,

865

  hace que se muestren ellas  
  de liviana fantasía.  
Pascual ¿Para qué te dio esta cinta?  
Sacristán Para que me la pusiese,  
  y conocer por su pinta

870

  quién yo era, cuando fuese  
  ya la luz clara y distinta.  
Benita ¿Para qué a tantas preguntas  
  te alargas, Pascual? ¿Barruntas  
  mal de mí? Mas no lo dudo,

875

  porque, en mi daño, de agudo  
  siempre he visto que despuntas.  
Pascual Así con esa verdad  
  se te arranque el alma, ingrata,  
  sospechosa en la amistad,

880

  que con más llaneza trata  
  que vio la sinceridad.  
  Los álamos de aquel río,  
  que con el cuchillo mío  
  tienen grabado tu nombre,

885

  te dirán si yo soy hombre  
  de buen proceder vacío.  
Pedro Yo soy testigo, Benita,  
  que no hay haya en aquel prado  
  donde no te vea escrita,

890

  y tu nombre coronado  
  que tu fama solicita.  
Pascual ¿Y en qué junta de pastores  
  me has visto que los loores  
  de Benita no alce al cielo,

895

  descubriendo mi buen celo  
  y encubriendo mis amores?  
  ¿Qué almendro, guindo o manzano  
  has visto tú que se viese  
  en dar su fruto temprano

900

  que por la mía no fuese  
  traído a tu bella mano  
  antes que las mismas aves  
  le tocasen? Y aun tú sabes  
  que otras cosas por ti he hecho

905

  de tu honra y tu provecho,  
  dignas de que las alabes.  
  Y en los árboles que ahora  
  vendrán a enramar tu puerta,  
  verás, crüel matadora,

910

  cómo en ellos se vee cierta  
  la gran fe que en mi alma mora.  
  Aquí verás la verbena,  
  de raras virtudes llena,  
  y el rosal, que alegra al alma,

915

  y la vitoriosa palma,  
  en todos sucesos buena.  
  Verás del álamo erguido  
  pender la delgada oblea,  
  y del valle aquí traído,

920

  para que en tu puerta sea  
  sombra al sol, gusto al sentido.  
Benita No hayas miedo me provoque  
  tu arenga a que yo te toque  
  la mano, encuentro amoroso,

925

  porque no ha de ser mi esposo  
  quien no se llamare Roque.  
Pedro Tú tienes mucha razón;  
  pero el remedio está llano  
  con toda satisfación,

930

  porque nos le da en la mano  
  la santa Confirmación.  
  Puede Pascual confirmarse,  
  y puede el nombre mudarse  
  de Pascual en Roque, y luego,

935

  con su gusto y tu sosiego,  
  puede contigo casarse.  
Benita Dese modo, yo lo aceto.  
Sacristán ¡Gracias a Dios que me veo  
  libre de tan grande aprieto!

940

Pedro Que has hecho un gallardo empleo,  
  Benita, yo te prometo,  
  porque aquel refrán que pasa  
  por gente de buena masa,  
  que es discreto determino:

945

  "Al hijo de tu vecino,  
  límpiale y métele en casa".  
Benita Ponte ese listón, Pascual,  
  y en parte do yo le vea.  
Pascual Pienso hacer dél el caudal

950

  que hace de su librea  
  Iris, arco celestial.  
  Espérate, que ya suena  
  la música que se ordena  
  para el traer de los ramos.

955

Pedro Con gusto aquí la esperamos.  
Benita Ella venga en hora buena.  

 

  Suena dentro todo género de música y su gaita zamorana. Salen todos los que pudieren con ramos, principalmente Clemente, y los músicos entran cantando esto:

 

[Músicos]
  Niña, la que esperas  
  en reja o balcón,  
  advierte que viene

960

  tu polido amor.  
  Noche de San Juan,  
  el gran Precursor,  
  que tuvo la mano  
  más que de reloj,

965

  pues su dedo santo  
  tan bien señaló,  
  que nos mostró el día  
  que no anocheció;  
  muéstratenos clara,

970

  sea en ti el albor  
  tal, que perlas llueva  
  sobre cada flor;  
  y en tanto que esperas  
  a que salga el sol,

975

  di[r]ás a mi niña  
  en suave son:  
  Niña, la que esperas,&c.  
  Dirás a Benita  
  que Pascual, pastor,

980

  guarda los cuidados  
  de tu corazón;  
  y que de Clemencia  
  el que es ya señor,  
  es su humilde esclavo,

985

  con justa razón;  
  y a la que desmaya  
  en su pretensión,  
  tenla de tu mano,  
  no la olvides, non,

990

  y dile callando,  
  o en erguida voz,  
  de modo que oiga  
  la imaginación:  
  Niña, la que esperas

995

  en reja o balcón,  
  advierte que viene  
  tu polido amor.  

 

Clemente Ello está muy bien cantado.  
  ¡Ea!, enrámese este umbral

1000

  por el uno y otro lado.  
  ¿Qué haces aquí, Pascual,  
  de los dos acompañado?  
  Ayúdanos, y a Benita  
  con servicios solicita,

1005

  enramándole la puerta:  
  que a la voluntad ya muerta  
  el servirla resucita.  
  Ese laurel pon aquí,  
  ese sauce a esotra parte,

1010

  ese álamo blanco allí,  
  y entre todos tenga parte  
  el jazmín y el alhelí.  
  Haga el suelo de esmeraldas  
  la juncia, y la flor de gualdas

1015

  le vuelva en ricos topacios,  
  y llénense estos espacios  
  de flores para guirnaldas.  
Benita Vaya otra vez la música, señores,  
  que la escucha Clemencia; y tú, mi Roque,

1020

 

  Quítase de la ventana.

 

  haz que suene otra vez.  
Pascual A mí me place,  
  confirmadora dulce hermosa mía.  
  Vuélvanse a repicar esas sonajas,  
  háganse rajas las guitarras, vaya  
  otra vez el floreo, y solenícese

1025

  esta mañana en todo el mundo célebre,  
  pues que lo quiere así la gloria mía.  
Clemente Cántese, y vamos, que se viene el día.  

 

  A la puerta puestos  
  de mis amores,

1030

  espinas y zarzas  
  se vuelven flores.  
  El fresno escabroso  
  y robusta encina,  
  puestos a la puerta

1035

  do vive mi vida,  
  verán que se vuelven,  
  si acaso los mira,  
  en matas sabeas  
  de sacros olores,

1040

  y espinas y zarzas  
  se vuelven flores;  
  do pone la vista  
  o la tierna planta,  
  la yerba marchita

1045

  verde se levanta;  
  los campos alegra,  
  regocija al alma,  
  enamora a siervos,  
  rinde a señores,

1050

  y espinas y zarzas  
  se vuelven flores.  

 

  Éntranse cantando.
  Salen Inés y Belica, gitanas, que las podrán hacer las que han hecho Benita y Clemencia.

 

Inés Mucha fantasía es ésa;  
  Belilla, no sé qué diga:  
  o tú te sueñas condesa,

1055

  o que eres del rey amiga.  
Belica De que sea sueño me pesa.  
  Inés, no me des pasión  
  con tanta reprehensión;  
  déjame seguir mi estrella.

1060

Inés Confiada en que eres bella,  
  tienes tanta presunción.  
  Pues mira que la hermosura  
  que no tiene calidad,  
  raras veces aventura.

1065

Belica Confírmase esa verdad  
  muy bien con mi desventura.  
  ¡Oh cruda suerte inhumana!  
  ¿Por qué a una pobre gitana  
  diste ricos pensamientos?

1070

Inés Aquel fabrica en los vientos  
  que a ver quién es no se allana.  
  Huye desas fantasías;  
  ven, y el baile aprenderás  
  que comenzaste estos días.

1075

Belica Inés, tú me acabarás  
  con tus estrañas porfías;  
  pero engáñaste en pensar  
  que tengo yo de guardar  
  tu gusto cual justa ley,

1080

  y sólo ha de ser el rey  
  el que me ha de hacer bailar.  
Inés Desa manera, Belilla,  
  que vengáis al hospital  
  no será gran maravilla:

1085

  que hacer de la principal  
  no es para vuestra costilla.  
  ¡Acomodaos, noramala,  
  a la cocina y la sala,  
  a bailar aquí y allí!

1090

Belica Aqueso no es para mí.  
Inés ¿Pues qué? ¿El donaire y la gala,  
  el rumbo, el cer del tuzón,  
  derribando por el zuelo  
  el gitanezco blazón,

1095

  levantado hasta el cielo  
  por nuestra honezta intención?  
  Antes te vea yo comida  
  de rabia, y antes rendida  
  a un gitano que te dome,

1100

  o a un verdugo que te tome  
  de las espaldas medida.  
  ¿Esto por ti se ha de ver?  
  ¿Que no sea con gitano  
  gitana, mala mujer?

1105

  Chico hoyo hagas temprano,  
  si es que tan mala has de ser.  
Belica Mucho te alargas, Inés,  
  y, como simple, no ves  
  dónde mi intención camina.

1110

Inés Pues esta simple adivina  
  lo que tú verás después.  

 

  Salen Pedro y Maldonado.

 

Maldonado Esta que ves, Pedro hermano,  
  es la gitana que digo,  
  de parecer sobrehumano,

1115

  cuya posesión me obligo  
  de entregártela en la mano.  
  Acaba, muda de traje,  
  y aprende nuestro lenguaje;  
  y, aun sin aprenderle, entiendo

1120

  que has de ser gitano, siendo  
  cabeza de tu linaje.  
Inés ¡Danoz una limoznica,  
  caballero atán garrido!  
Maldonado ¡Deso el labrador se pica!

1125

  ¡Qué mal que le has conocido,  
  Inés!  
Inés Pide tú, Belica.  
Pedro Si ella pide, no habrá cosa,  
  por grande y dificultosa  
  que sea, que yo no haga,

1130

  sin esperar otra paga  
  que el servir a una hermosa.  
maldonado ¿No le rezpondes, ceñora?  
Inés Ceñor conde, vez do viene  
  la viuda tan guardadora,

1135

  que, puesto que mucho tiene,  
  máz guarda y máz atezora.  

 

  Entra una viuda labradora, que la lleva un escudero labrador de la mano.

 

Inés Limozna, ceñora mía,  
  por la bendita María  
  y por zu Hijo bendito.

1140

Viuda De mí nunca lleva el grito  
  limosna, ni la porfía.  
  Mejor estará el servir  
  a vosotras, que os está  
  tan sin vergüenza el pedir.

1145

Escudero Va el mundo de suerte ya,  
  que no se puede sufrir.  
  Es vagamunda esta era;  
  no hay moza que servir quiera,  
  ni mozo que por su yerro

1150

  no se ande a la flor del berro:  
  él sandio, y ella altanera.  
  Y esta gente infrutuosa,  
  siempre atenta a mil malicias,  
  doblada, astuta y mañosa,

1155

  ni a la Iglesia da primicias,  
  ni al rey no le sube en cosa.  
  A la sombra de herreros  
  usan muchos desafueros,  
  y, con perdón sea mentado,

1160

  no hay seguro asno en el prado  
  de los gitanos cuatreros.  
Viuda Dejadlos, y caminad,  
  Llorente, que es algo tarde.  

 

  Éntranse Llorente y la viuda.

 

Belica Tómame esa caridad.

1165

  No hagáis sino hacer alarde  
  de vuestra necesidad  
  de[l]ante de aquesta gente,  
  que no faltará un Llorente  
  como otro Gil que os persiga,

1170

  y, sin que os dé nada, diga  
  palabras con que os afrente.  
Maldonado ¿Veisla, Pedro? Pues es fama  
  que tiene diez mil ducados  
  junto a los pies de su cama,

1175

  en dos cofres barreados  
  a quien sus ángeles llama.  
  Requiébrase así con ellos,  
  que pone su gloria en ellos,  
  y así, en vellos se desalma:

1180

  que han de ser para su alma  
  lo que a Absalón sus cabellos.  
  Sólo a un ciego da un real  
  cada mes, porque le reza  
  las mañanas a su umbral

1185

  oraciones que endereza  
  al eterno tribunal,  
  por si acaso sus parientes,  
  su marido y ascendientes  
  están en el purgatorio,

1190

  haga el santo consistorio  
  de su gloria merecientes;  
  y con sola esta obra piensa  
  irse al cielo de rondón,  
  sin desmán y sin ofensa.

1195

Pedro Que yo la saque de [h]arón  
  mi agudo ingenio dispensa.  
  Informarte has, Maldonado,  
  de todos los que han pasado  
  deste mundo sus parientes,

1200

  amigos y bien querientes,  
  hasta el siervo o paniaguado,  
  y tráemelo por escrito,  
  y verás cuán fácilmente  
  de su miseria la quito;

1205

  y, a lo que soy suficiente,  
  a este embuste lo remito.  
Maldonado Desde su tercer abuelo  
  hasta el postrer netezuelo  
  que de su linaje ha muerto,

1210

  te trairé el número cierto,  
  sin que te discrepe un pelo.  
Pedro Vamos, y verás después  
  lo que haré en aqueste caso  
  por el común interés.

1215

Maldonado ¿Dó encaminarás el paso,  
  Belica?  
Belica Do querrá Inés.  
Pedro Doquiera que le encamines,  
  tendrá por honrosos fines  
  tu estremado pensamiento.

1220

Belica Aunque fabrique en el viento,  
  Pedro, no te determines  
  a burlar de mi deseo,  
  que de lejos se me muestra  
  una esperanza en quien veo

1225

  cierta luz tal, que me adiestra  
  y lleva al bien que deseo.  
Pedro De tu rara hermosura  
  se puede esperar ventura  
  que la iguale. Ven, gitana,

1230

  por quien nuestra edad se ufana  
  y en sus glorias se asegura.  

 

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Última actualización: 16/12/97.