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COMEDIA FAMOSA INTITULADA

LA GRAN SULTANA DOÑA CATALINA DE OVIEDO

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Jornada Primera

  Sale Salec, turco, y Roberto, vestido a lo griego, y, detrás dellos, un alárabe, vestido de un alquicel; trai en una lanza muchas estopas, y en una varilla de membrillo, en la punta, un papel como billete, y una velilla de cera encendida en la mano; este tal alárabe se pone al lado del teatro, sin hablar palabra, y luego dice Roberto:

 

Roberto La pompa y majestad deste tirano,  
  sin duda alguna, sube y se engrandece  
  sobre las fuerzas del poder humano.  
  Mas, ¿qué fantasma es esta que se ofrece,  
  coronada de estopas media lanza?

5

  Alárabe en el traje me parece.  
Salec Tienen aquí los pobres esta usanza  
  cuando alguno a pedir justicia viene  
  (que sólo el interés es quien la alcanza):  
  de una caña y de estopas se previene,

10

  y cuando el Turco pasa enciende fuego,  
  a cuyo resplandor él se detiene;  
  pide justicia a voces, dale luego  
  lugar la guarda, y el pobre, como jara,  
  arremete turbado y sin sosiego,

15

  y en la punta y remate de una vara  

 

  al Gran Señor su memorial presenta,  
  que para aquel efecto el paso para.  
  Luego, a un bello garzón, que tiene cuenta  
  con estos memoriales, se le entrega,

20

  que, en relación, después, dellos da cuenta;  
  pero jamás el término se llega  
  del buen despacho destos miserables,  
  que el interés le turba y se le niega.  
Roberto Cosas he visto aquí que de admirables

25

  pueden al más gallardo entendimiento  
  suspender.  
Salec Verás otras más notables.  
  Ya está a pie el Gran Señor; puedes atento  
  verle a tu gusto, que el cristiano puede  
  mirarle rostro a rostro a su contento.

30

  A ningún moro o turco se concede  
  que levante los ojos a miralle,  
  y en esto a toda majestad excede.  

 

  Entra a este instante el Gran Turco con mucho acompañamiento; delante de sí lleva un paje vestido a lo turquesco, con una flecha en la mano, levantada en alto, y detrás del Turco van otros dos garzones con dos bolsas de terciopelo verde, donde ponen los papeles que el Turco les da.

 

Roberto Por cierto, él es mancebo de buen talle,  
  y que, de gravedad y bizarría,

35

  la fama, con razón, puede loalle.  
Salec Hoy hace la zalá en Santa Sofía,  
  ese templo que ves, que en la grandeza  
  excede a cuantos tiene la Turquía.  
Roberto A encender y a gritar el moro empieza;

40

  el Turco se detiene mesurado,  
  señal de pïedad como de alteza.  
  El moro llega; un memorial le ha dado;  
  el Gran Señor le toma y se le entrega  
  a un bel garzón que casi trai al lado.

45

 

  En tanto que esto dice Roberto y el Turco pasa, tiene Salec doblado el cuerpo y inclinada la cabeza, sin miralle al rostro.

 

Salec Esta audiencia al que es pobre no se niega.  
  ¿Podré alzar la cabeza?  
Roberto Alza y mira,  
  que ya el Señor a la mezquita llega,  
  cuya grandeza desde aquí me admira.  

 

  Éntrase el Gran Señor, y queda en el teatro Salec y Roberto.

 

Salec ¿Qué te parece Roberto,

50

  de la pompa y majestad  
  que aquí se te ha descubierto?  
Roberto Que no creo a la verdad,  
  y pongo duda en lo cierto.  
Salec De a pie y de a caballo, van

55

  seis mil soldados.  
Roberto Sí irán.  
Salec No hay dudar, que seis mil son.  
Roberto Juntamente, admiración  
  y gusto y asombro dan.  
Salec Cuando sale a la zalá

60

  sale con este decoro;  
  y es el día del xumá,  
  que así al viernes llama el moro.  
Roberto ¡Bien acompañado va!  
  Pero, pues nos da lugar

65

  el tiempo, quiero acabar  
  de contarte lo que ayer  
  comencé a darte a entender.  
Salec Vuelve, amigo, a comenzar.  
Roberto «Aquel mancebo que dije

70

  vengo a buscar: que le quiero  
  más que al alma por quien vivo,  
  más que a los ojos que tengo.  
  Desde su pequeña edad,  
  fui su ayo y su maestro,

75

  y del templo de la fama  
  le enseñé el camino estrecho;  
  encaminéle los pasos  
  por el angosto sendero  
  de la virtud; tuve a raya

80

  sus juveniles deseos;  
  pero no fueron bastantes  
  mis bien mirados consejos,  
  mis persecuciones cristianas,  
  del bien y mal mil ejemplos,

85

  para que, en mitad del curso  
  de su más florido tiempo,  
  amor no le saltease,  
  monfí de los años tiernos.  
  Enamoróse de Clara,

90

  la hija de aquel Lamberto  
  que tú en Praga conociste,  
  teutónico caballero.  
  Sus padres y su hermosura  
  nombre de Clara la dieron;

95

  pero quizá sus desdichas  
  en escuridad la han puesto.  
  Demandóla por esposa,  
  y no salió con su intento;  
  no porque no fuese igual

100

  y acertado el casamiento,  
  sino porque las desgracias  
  traen su corriente de lejos,  
  y no hay diligencia humana  
  que prevenga su remedio.

105

  Finalmente, él la sacó:  
  que voluntades que han puesto  
  la mira en cumplir su gusto,  
  pierden respetos y miedos.  
  Solos y a pie, en una noche

110

  de las frías del invierno,  
  iban los pobres amantes,  
  sin saber adónde, huyendo;  
  y, al tiempo que ya yo había  
  echado a Lamberto menos

115

  (que éste [es] el nombre del triste  
  que he dicho que a buscar vengo),  
  con aliento desmayado,  
  de un frío sudor cubierto  
  el rostro, y todo turbado,

120

  ante mis ojos le veo.  
  Arrojóseme a los pies,  
  la color como de un muerto,  
  y, con voz interrumpida  
  de sollozos, dijo: ``Muero,

125

  padre y señor, que estos nombres  
  a tus obras se los debo.  
  A Clara llevan cautiva  
  los turcos de Rocaferro.  
  Yo, cobarde; yo, mezquino

130

  y un traidor, que no lo niego,  
  hela dejado en sus manos,  
  por tener los pies ligeros.  
  Esta noche la llevaba  
  no sé adónde, aunque sé cierto

135

  que, si fortuna quisiera,  
  fuéramos los dos al cielo''.  
  A la nueva triste y nueva,  
  en un confuso silencio  
  quedé, sin osar decirle:

140

  ``Hijo mío, ¿cómo es esto?''  
  De aquesta perplejidad  
  me sacó el marcial estruendo  
  del rebato a que tocaron  
  las campanas en el pueblo.

145

  Púseme luego a caballo,  
  salió conmigo Lamberto  
  en otro, y salió una tropa  
  de caballos herreruelos.  
  Con la escuridad, perdimos

150

  el rastro de los que hicieron  
  el robo de Clara, y otros  
  que con el día se vieron.  
  Temerosos de celada,  
  no nos apartamos lejos

155

  del lugar, al cual volvimos  
  cansados y sin Lamberto.»  
Salec Pues, ¿cómo? ¿Quedóse aposta?  
Roberto «Aposta, a lo que sospecho,  
  porque nunca ha parecido

160

  desde entonces, vivo o muerto.  
  Su padre ofreció por Clara  
  gran cantidad de dinero,  
  pero no le fue posible  
  cobrarla por ningún precio.

165

  Díjose por cosa cierta  
  que el turco que fue su dueño  
  la presentó al Gran Señor  
  por ser hermosa en estremo.»  
  Por saber si esto es verdad,

170

  y por saber de Lamberto,  
  he venido como has visto  
  aquí en hábito de griego.  
  Sé hablar la lengua de modo  
  que pasar por griego entiendo.

175

Salec Puesto que nunca la sepas,  
  no tienes de qué haber miedo:  
  aquí todo es confusión,  
  y todos nos entendemos  
  con una lengua mezclada

180

  que ignoramos y sabemos.  
  De mí no te escaparás,  
  pues cuando te vi, al momento  
  te conocí.  
Roberto ¡Gran memoria!  
Salec Siempre la tuve en estremo.

185

Roberto Pues, ¿cómo te has olvidado  
  de quién eres?  
Salec No hablemos  
  en eso agora: otro día  
  de mis cosas trataremos;  
  que, si va a decir verdad,

190

  yo ninguna cosa creo.  
Roberto Fino ateísta te muestras.  
Salec Yo no sé lo que me muestro;  
  sólo sé que he de mostrarte,  
  con obras al descubierto,

195

  que soy tu amigo, a la traza  
  como lo fui en algún tiempo;  
  y, para saber de Clara,  
  un eunuco del gobierno  
  del serrallo del Gran Turco

200

  podrá hacerme satisfecho,  
  que es mi amigo. Y, entre tanto,  
  puedes mirar por Lamberto:  
  quizá, como tuvo el alma,  
  también tendrá preso el cuerpo.

205

 

  Éntranse.
  Salen Mamí y Rustán, eunucos.

 

Mamí Ten, Rustán, la lengua muda,  
  y conmigo no autorices  
  tu fee, de verdad desnuda,  
  pues mientes en cuanto dices,  
  y eres cristiano, sin duda:

210

  que el tener ansí encerrada  
  tanto tiempo y tan guardada  
  a la cautiva española,  
  es señal bastante y sola  
  que tu intención es dañada.

215

  Has quitado al Gran Señor  
  de gozar la hermosura  
  que tiene el mundo mayor,  
  siendo mal darle madura  
  fruta, que verde es mejor.

220

  Seis años ha que la celas  
  y la encubres con cautelas  
  que ya no pueden durar,  
  y agora por desvelar  
  esta verdad te desvelas.

225

  Pero, ¡espera, perro, aguarda,  
  y verás de qué manera  
  la fe al Gran Señor se guarda!  
Rustán ¡Mamí amigo, espera, espera!  
Mamí Llega el castigo, aunque tarda;

230

  y el que sabe una traición,  
  y se está sin descubrilla  
  algún tiempo, da ocasión  
  de pensar si en consentilla  
  tuvo parte la intención.

235

  La tuya he sabido hoy,  
  y así, al Gran Señor me voy  
  a contarle tu maldad.  

 

  Éntrase Mamí.

 

Rustán No hay negalle esta verdad;  
  por empalado me doy.

240

 

  Sale Doña Catalina de Oviedo, Gran Sultana, vestida a la turquesca.

 

Sultana Rustán, ¿qué hay?  
Rustán Mi señora,  
  de nuestra temprana muerte  
  es ya llegada la hora:  
  que así el alma me lo advierte,  
  pues en mi costancia llora;

245

  que, aunque parezco mujer,  
  nunca suelo yo verter  
  lágrimas que den señal  
  de grande bien o gran mal,  
  como suele acontecer.

250

  Mamí, señora, ha notado,  
  con astucia y con maldad,  
  el tiempo que te he guardado,  
  y ha juzgado mi lealtad  
  por traición y por pecado.

255

  Al Gran Señor va derecho  
  a contar por malo el hecho  
  que yo he tenido por bueno,  
  de malicia y rabia lleno  
  el siempre maligno pecho.

260

Sultana ¿Qué hemos de hacer?  
Rustán Esperar  
  la muerte con la entereza  
  que se puede imaginar,  
  aunque sé que a tu belleza  
  sultán ha de respetar.

265

  No te matará sultán;  
  quien muera será Rustán,  
  como deste caso autor.  
Sultana ¿Es crüel el Gran Señor?  
Rustán Nombre de blando le dan;

270

  pero, en efecto, es tirano.  
Sultana Con todo, confío en Dios,  
  que su poderosa mano  
  ha de librar a los dos  
  deste temor, que no es vano;

275

  y si estuvieren cerrados  
  los cielos por mis pecados,  
  por no oír mi petición,  
  dispondré mi corazón  
  a casos más desastrados.

280

  No triunfará el inhumano  
  del alma; del cuerpo, sí,  
  caduco, frágil y vano.  
Rustán Este suceso temí  
  de mi proceder cristiano.

285

  Mas no estoy arrepentido;  
  antes, estoy prevenido  
  de paciencia y sufrimiento  
  para cualquiera tormento.  
Sultana Con mi intención has venido.

290

  Dispuesta estoy a tener  
  por regalo cualquier pena  
  que me pueda suceder.  
Rustán Nunca a muerte se condena  
  tan gallardo parecer.

295

  Hallarás en tu hermosura,  
  no pena, sino ventura;  
  yo, por el contrario estremo,  
  hallaré, como lo temo,  
  en el fuego sepultura.

300

Sultana Bien podrá ofrecerme el mundo  
  cuantos tesoros encierra  
  la tierra y el mar profundo;  
  podrá bien hacerme guerra  
  el contrario sin segundo

305

  con una y otra legión  
  de su infernal escuadrón;  
  pero no podrán, Dios mío,  
  como yo de vos confío,  
  mudar mi buena intención.

310

  En mi tierna edad perdí,  
  Dios mío, la libertad,  
  que aun apenas conocí;  
  trújome aquí la beldad,  
  Señor, que pusiste en mí;

315

  si ella ha de ser instrumento  
  de perderme, yo consiento,  
  petición cristiana y cuerda,  
  que mi belleza se pierda  
  por milagro en un momento;

320

  esta rosada color  
  que tengo, según se muestra  
  en mi espejo adulador,  
  marchítala con tu diestra;  
  vuélveme fea, Señor;

325

  que no es bien que lleve palma  
  de la hermosura del alma  
  la del cuerpo.  
Rustán Dices bien.  
  Mas no es bien que aquí se estén  
  nuestros sentidos en calma,

330

  sin que demos traza o medio  
  de buscar a nuestra culpa  
  o ya disculpa, o remedio.  
Sultana Del remedio a la disculpa  
  hay grandes montes en medio.

335

  Vámonos a apercebir,  
  amigo, para morir  
  cristianos.  
Rustán Remedio es ése  
  del más subido interese  
  que al Cielo puedes pedir.

340

 

  Éntranse.
  Salen Mamí, el eunuco, y el Gran Turco.

 

Mamí Morato Arráez, Gran Señor,  
  te la presentó, y es ella  
  la primera y la mejor  
  que del título de bella  
  puede llevarse el honor.

345

  De tus ojos escondido  
  este gran tesoro ha sido  
  por industria de Rustán  
  seis años, y a siete van,  
  según la cuenta he tenido.

350

Turco ¿Y del modo que has contado  
  es hermosa?  
Mamí Es tan hermosa  
  como en el jardín cerrado  
  la entreabierta y fresca rosa  
  a quien el sol no ha tocado;

355

  o como el alba serena,  
  de aljófar y perlas llena,  
  al salir del claro Oriente;  
  o como sol al Poniente,  
  con los reflejos que ordena.

360

  Robó la naturaleza  
  lo mejor de cada cosa  
  para formar esta pieza,  
  y así, la sacó hermosa  
  sobre la humana belleza.

365

  Quitó al cielo dos estrellas,  
  que puso en las luces bellas  
  de sus bellísimos ojos,  
  con que de amor los despojos  
  se aumentan, pues vive en ellas.

370

  El todo y sus partes son  
  correspondientes de modo,  
  que me muestra la razón  
  que en las partes y en el todo  
  asiste la perfección.

375

  Y con esto se conforma  
  el color, que hace la forma  
  hermosa en un grado inmenso.  
Turco Este loco, a lo que pienso,  
  de alguna diosa me informa.

380

Mamí A su belleza, que es tanta  
  que pasa al imaginar,  
  su discreción se adelanta.  
Turco Tú me la harás adorar  
  por cosa divina y santa.

385

Mamí Tal jamás la ha visto el sol,  
  ni otra fundió en su crisol  
  el cielo que la compuso;  
  y, sobre todo, le puso  
  el desenfado español.

390

  Digo, señor, que es divina  
  la beldad desta cautiva,  
  en el mundo peregrina.  
Turco De verla el deseo se aviva.  
  ¿Y llámase?  
Mamí Catalina,

395

  y es de Oviedo el sobrenombre.  
Turco ¿Cómo no ha mudado el nombre,  
  siendo ya turca?  
Mamí No sé;  
  como no ha mudado fe,  
  no apetece otro renombre.

400

Turco ¿Luego, es cristiana?  
Mamí Yo hallo  
  por mi cuenta que lo es.  
Turco ¿Cristiana, y en mi serrallo?  
Mamí Más deben de estar de tres;  
  mas, ¿quién podrá averiguallo?

405

  Si otra cosa yo supiera,  
  como aquésta, la dijera,  
  sin encubrir un momento  
  dicho o hecho o pensamiento  
  que contra ti se ofreciera.

410

Turco Descuido es vuestro y maldad.  
Mamí Yo sé decir que te adoro  
  y sirvo con la lealtad  
  y con el justo decoro  
  que debo a tu majestad.

415

Turco Al serrallo iré esta tarde  
  a ver si yela o si arde  
  la belleza única y sola  
  de tu alabada española.  
Mamí Mahoma, señor, te guarde.

420

 

  Éntranse estos dos.
  Salen Madrigal, cautivo, y Andrés, en hábito de griego.

 

Madrigal ¡Vive Roque, canalla barretina,  
  que no habéis de gozar de la cazuela,  
  llena de boronía y caldo prieto!  
Andrea ¿Con quién las has, cristiano?  
Madrigal No con naide.  
  ¿No escucháis la bolina y la algazara

425

  que suena dentro desta casa?  

 

  Dice dentro un judío:

 

Judío ¡Ah perro!  
  ¡El Dío te maldiga y te confunda!  
  ¡[J]amás la libertad amada alcances!  
Andrea Di: ¿por qué te maldicen estos tristes?  
Madrigal Entré sin que me viesen en su casa,

430

  y en una gran cazuela que tenían  
  de un guisado que llaman boronía,  
  les eché de tocino un gran pedazo.  
Andrea Pues, ¿quién te lo dio a ti?  
Madrigal Ciertos jenízaros  
  mataron en el monte el otro día

435

  un puerco jabalí, que le vendieron  
  a los cristianos de Mamud Arráez,  
  de los cuales compré de la papada  
  lo que está en la cazuela sepultado  
  para dar sepultura a estos malditos,

440

  con quien tengo rencor y mal talante;  
  a quien el diablo pape, engulla y sorba.  

 

  Pónese un judío a la ventana.

 

Judío ¡Mueras de hambre, bárbaro insolente;  
  el cuotidiano pan te niegue el Dío;  
  andes de puerta en puerta mendigando;

445

  échente de la tierra como a gafo,  
  agraz de nuestros ojos, espantajo,  
  de nuestra sinagoga asombro y miedo,  
  de nuestras criaturas enemigo  
  el mayor que tenemos en el mundo!

450

Madrigal ¡Agáchate, judío!  
Judío ¡Ay, sin ventura,  
  que entrambas sienes me ha quebrado! ¡Ay triste!  
Andrea Sí, que no le tiraste.  
Madrigal ¡Ni por pienso!  
Andrea Pues, ¿de qué se lamenta el hideputa?  

 

  Dice dentro otro judío:

 

Judío Quítate, Zabulón, de la ventana,

455

  que ese perro español es un demonio,  
  y te hará pedazos la cabeza  
  con sólo que te escupa y que te acierte.  
  ¡Guayas, y qué comida que tenemos!  
  ¡Guayas, y qué cazuela que se pierde!

460

Madrigal ¿Los plantos de Ramá volvéis al mundo,  
  canalla miserable? ¿Otra vez vuelves,  
  perro?  
Judío ¡Qué!, ¿aún no te has ido? ¿Por ventura  
  quieres atosigarnos el aliento?  
Madrigal ¡Recógeme este prisco!  

 

  Dicen dentro:

 

  ¿No aprovecha

465

  decirte, Zabulón, que no te asomes?  
  Déjale ya en mal hora; éntrate, hijo.  
Andrea ¡Oh gente aniquilada! ¡Oh infame, oh sucia  
  raza, y a qué miseria os ha traído  
  vuestro vano esperar, vuestra locura

470

  y vuestra incomparable pertinacia,  
  a quien llamáis firmeza y fee inmudable  
  contra toda verdad y buen discurso!  
  Ya parece que callan; ya en silencio  
  pasan su burla y hambre los mezquinos.

475

  Español, ¿conocéisme?  
Madrigal Juraría  
  [q]ue en mi vida os he visto.  
Andrea Soy Andrea,  
  la espía.  
Madrigal ¿Vos, Andrea?  
Andrea Sí, sin duda.  
Madrigal ¿El que llevó a Castillo y Palomares,  
  mis camaradas?  
Andrea Y el que llevó a Meléndez,

480

  a Arguijo y Santisteban, todos juntos,  
  y en Nápoles los dejó a sus anchuras,  
  de la agradable libertad gozando.  
Madrigal ¿Cómo me conocistes?  
Andrea La memoria  
  tenéis dada a adobar, a lo que entiendo,

485

  o reducida a voluntad no buena.  
  ¿No os acordáis que os vi y hablé la noche  
  que recogí a los cinco, y vos quisistes  
  quedaros por no más de vuestro gusto,  
  poniendo por escusa que os tenía

490

  amor rendida el alma, y que una alárabe,  
  con nuevo cautiverio y nuevas leyes,  
  os la tenía encadenada y presa?  
Madrigal Verdad; y aun todavía tengo el yugo  
  al cuello, todavía estoy cautivo,

495

  todavía la fuerza poderosa  
  de amor tiene sujeto a mi albedrío.  
Andrea Luego, ¿en balde será tratar yo agora  
  de que os vengáis conmigo?  
Madrigal En balde, cierto.  
Andrea ¡Desdichado de vos!  
Madrigal Quizá dichoso.

500

Andrea ¿Cómo puede ser esto?  
Madrigal Son las leyes  
  del gusto poderosas sobremodo.  
Andrea Una resolución gallarda puede  
  romperlas.  
Madrigal Yo lo creo; mas no es tiempo  
  de ponerme a los brazos con sus fuerzas.

505

Andrea ¿No sois vos español?  
Madrigal ¿Por qué? ¿Por esto?  
  Pues, por las once mil de malla juro,  
  y por el alto, dulce, omnipotente  
  deseo que se encierra bajo el hopo  
  de cuatro acomodados porcionistas,

510

  que he de romper por montes de diamantes  
  y por dificultades indecibles,  
  y he de llevar mi libertad en peso  
  sobre los propios hombros de mi gusto,  
  y entrar triunfando en Nápoles la bella

515

  con dos o tres galeras levantadas  
  por mi industria y valor, y Dios delante,  
  y dando a la Anunciada los dos bucos,  
  quedaré con el uno rico y próspero;  
  y no ponerme ahora a andar por trena,

520

  cargado de temor y de miseria.  
Andrea ¡Español sois, sin duda!  
Madrigal Y soylo, y soylo,  
  lo he sido y lo seré mientras que viva,  
  y aun después de ser muerto ochenta siglos.  
Andrea ¿Habrá quién quiera libertad huyendo?

525

Madrigal Cuatro bravos soldados os esperan,  
  y son gente de pluma y bien nacidos.  
Andrea ¿Son los que dijo Arguijo?  
Madrigal Aquellos mismos.  
Andrea Yo los tengo escondidos y a recaudo.  
Madrigal ¿Qué turba es ésta? ¿Qué ruïdo es éste?

530

Andrea Es el embajador de los persianos,  
  que viene a tratar paces con el Turco.  
  Haceos a aquesta parte mientras pasa.  

 

  Entra un embajador, vestido como los que andan aquí, y acompáñanle jenízaros; va como turco.

 

Madrigal ¡Bizarro va y gallardo por estremo!  
Andrea Los más de los persianos son gallardos,

535

  y muy grandes de cuerpo, y grandes hombres  
  de a caballo.  
Madrigal Y son, según se dice,  
  los caballos el nervio de sus fuerzas.  
  ¡Plega a Dios que las paces no se hagan!  
  ¿Queréis venir, Andrea?  
Andrea Guía adonde

540

  fuere más de tu gusto.  
Madrigal Al baño guío  
  del Uchalí.  
Andrea Al de Morato guía,  
  que he de juntarme allí con otra espía.  

 

  Éntranse.
  Entra el Gran Turco, Rustán y Mamí.

 

Turco Flaca disculpa me das  
  de la traición que me has hecho,

545

  mayor que se vio jamás.  
Rustán Si bien estás en el hecho,  
  señor, no me culparás.  
  Cuando vino a mi poder,  
  no vino de parecer

550

  que pudiese darte gusto,  
  y fue el reservarla justo  
  a más tomo y mejor ser;  
  muchos años, Gran Señor,  
  profundas melancolías

555

  la tuvieron sin color.  
Turco ¿Quién la curó?  
Rustán Sedequías,  
  el judío, tu doctor.  
Turco Testigos muertos presentas  
  en tu causa; a fe que intentas

560

  escaparte por buen modo.  
Rustán Yo digo verdad en todo.  
Turco Razón será que no mientas.  
Rustán No ha tres días que el sereno  
  cielo de su rostro hermoso

565

  mostró de hermosura lleno;  
  no ha tres días que un ansioso  
  dolor salió de su seno.  
  En efecto: no ha tres días  
  que de sus melancolías

570

  está libre esta española,  
  que es en la belleza sola.  
Turco Tú mientes o desvarías.  
Rustán Ni miento ni desvarío.  
  Puedes hacer la experiencia

575

  cuando gustes, señor mío.  
  Haz que venga a tu presencia:  
  verás su donaire y brío;  
  verás andar en el suelo,  
  con pies humanos, al cielo,

580

  cifrado en su gentileza.  
Turco De un temor otro se empieza,  
  de un recelo, otro recelo.  
  Mucho temo, mucho espero,  
  mucho puede la alabanza

585

  en lengua de lisonjero;  
  mas la lisonja no alcanza  
  parte aquí. Rustán, yo quiero  
  ver esa cautiva luego;  
  ¡ve por ella, y por el dios ciego,

590

  que me tïene asombrado,  
  que a no ser cual la has pintado,  
  que te he de entregar al fuego!  

 

  Éntrase Rustán.

 

Mamí Si no está en más la ventura  
  de Rustán, que en ser hermosa

595

  la cautiva, y de hermosura  
  rara, su suerte es dichosa;  
  libre está de desventura.  
  Desde ahora muy bien puedes  
  hacerle, señor, mercedes,

600

  porque verás, de aquí a poco,  
  aquí todo el cielo.  
Turco Loco,  
  a todo hipérbole excedes.  
  Deja, que es justo, a los ojos  
  algo que puedan hallar

605

  en tan divinos despojos.  
Mamí ¿Qué vista podrá mirar  
  de Apolo los rayos rojos  
  que no quede deslumbrada?  
Turco Tanta alabanza me enfada.

610

Mamí Remítome a la experiencia  
  que has de hacer con la presencia  
  désta, en mi lengua, agraviada.  

 

  Entran Rustán y la Sultana.

 

Rustán Háblale mansa y süave,  
  que importa, señora mía,

615

  porque con todos no acabe.  
Sultana Daré de la lengua mía  
  al santo cielo la llave;  
  Arrojaréme a sus pies;  
  diré que su esclava es

620

  la que tiene a gran ventura  
  besárselos.  
Rustán Es cordura  
  que en ese artificio des.  
Sultana Las rodillas en la tierra  
  y mis ojos en tus ojos,

625

  te doy, señor, los despojos  
  que mi humilde ser encierra;  
  y si es soberbia el mirarte,  
  ya los abajo e inclino  
  por ir por aquel camino

630

  que suele más agradarte.  
Turco ¡Gente indiscreta, ignorante,  
  locos, sin duda, de atar,  
  a quien no se puede hallar,  
  en ser simples, semejante;

635

  Robadores de la fama  
  debida a tan gran sujeto;  
  Mentirosos, en efecto,  
  que es la traición que os infama!  
  ¡Por cierto que bien se emplea

640

  cualquier castigo en vosotros!  
Mamí ¡Desdichados de nosotros  
  si le ha parecido fea!  
Turco ¡Cuán a lo humano hablasteis  
  de una hermosura divina,

645

  y esta beldad peregrina  
  cuán vulgarmente pintastes!  
  ¿No fuera mejor ponella  
  al par de Alá en sus asientos,  
  hollando los elementos

650

  y una y otra clara estrella,  
  dando leyes desde allá,  
  que con reverencia y celo  
  Guardaremos los del suelo,  
  como Mahoma las da?

655

Mamí ¿No te dije que era rosa  
  en el huerto a medio abrir?  
  ¿Qué más pudiera decir  
  la lengua más ingeniosa?  
  ¿No te la pinté discreta

660

  cual nunca se vio jamás?  
  ¿Pudiera decirte más  
  un mentiroso poeta?  
Rustán Cielo te la hice yo,  
  con pies humanos, señor.

665

Turco A hacerla su Hacedor  
  acertaras.  
Rustán Eso no:  
  que esos grandes atributos  
  cuadran solamente a Dios.  
Turco En su alabanza los dos

670

  anduvistes resolutos  
  y cortos en demasía,  
  por lo cual, sin replicar,  
  os he de hacer empalar  
  antes que pase este día.

675

  Mayor pena merecías,  
  traidor Rustán, por ser cierto  
  que me has tenido encubierto  
  tan gran tesoro tres días.  
  Tres días has detenido

680

  el curso de mi ventura;  
  tres días en mal segura  
  vida y penosa he vivido;  
  tres días me has defraudado  
  del mayor bien que se encierra

685

  en el cerco de la tierra  
  y en cuanto vee el sol dorado.  
  Morirás, sin duda alguna,  
  hoy, en este mismo día:  
  que, a do comienza la mía,

690

  ha de acabar tu fortuna.  
Sultana Si ha hallado esta cautiva  
  alguna gracia ante ti,  
  vivan Rustán y Mamí.  
Turco Rustán muera; Mamí viva.

695

  Pero maldigo la lengua  
  que tal cosa pronunció;  
  vos pedís; no otorgo yo.  
  Recompensaré esta mengua  
  con haceros juramento,

700

  por mi valor todo junto,  
  de no discrepar un punto  
  de hacer vuestro mandamiento.  
  No sólo viva Rustán;  
  pero, si vos lo queréis,

705

  los cautivos soltaréis,  
  que en las mazmorras están;  
  porque a vuestra voluntad  
  tan sujeta está la mía,  
  como está a la luz del día

710

  sujeta la escuridad.  
Sultana No tengo capacidad  
  para tanto bien, señor.  
Turco Sabe igualar el amor  
  el vos y la majestad.

715

  De los reinos que poseo,  
  que casi infinitos son,  
  toda su juridición  
  rendida a la tuya veo;  
  ya mis grandes señoríos,

720

  que grande señor me han hecho,  
  por justicia y por derecho,  
  son ya tuyos más que míos;  
  y, en pensar no te demandes  
  esto soy, aquello fui;

725

  que, pues me mandas a mí,  
  no es mucho que al mundo mandes.  
  Que seas turca o seas cristiana,  
  a mí no me importa cosa;  
  esta belleza es mi esposa,

730

  y es de hoy más la Gran Sultana.  
Sultana Cristiana soy, y de suerte,  
  que de la fe que profeso  
  no me ha de mudar exceso  
  de promesas ni aun de muerte.

735

  Y mira que no es cordura  
  que entre los tuyos se hable  
  de un caso que, por notable,  
  se ha de juzgar por locura.  
  ¿Dónde, señor, se habrá visto

740

  que asistan dos en un lecho,  
  que el uno tenga en el pecho  
  a Mahoma, el otro a Cristo?  
  Mal tus deseos se miden  
  con tu supremo valor,

745

  pues no junta bien Amor  
  dos que las leyes dividen.  
  Allá te avén con tu alteza,  
  con tus ritos y tu secta,  
  que no es bien que se entremeta

750

  con mi ley y mi bajeza.  
Turco En estos discursos entro,  
  pues Amor me da licencia;  
  yo soy tu circunferencia,  
  y tú, señora, mi centro;

755

  de mí a ti han de ser iguales  
  las cosas que se trataren,  
  sin que en otro punto paren  
  que las haga desiguales.  
  La majestad y el Amor

760

  nunca bien se convinieron,  
  y en la igualdad le pusieron,  
  los que hablaron del mejor.  
  Deste modo se adereza  
  lo que tú ves despüés:

765

  que, humillándome a tus pies,  
  te levanto a mi cabeza.  
  Iguales estamos ya.  
Sultana Levanta, señor, levanta,  
  que tanta humildad espanta.

770

Mamí Rindióse; vencido está.  
Sultana Una merced te suplico,  
  y me la has de conceder.  
Turco A cuanto quieras querer  
  obedezco y no replico.

775

  Suelta, condena, rescata,  
  absuelve, quita, haz mercedes,  
  que esto y más, señora, puedes:  
  que Amor tu imperio dilata.  
  Pídeme los imposibles

780

  que te ofreciere el deseo,  
  que, en fe de ser tuyo, creo  
  que los he de hacer posibles.  
  No vengas a contentarte  
  con pocas cosas, mi amor;

785

  que haré, siendo pecador,  
  milagros por agradarte.  
Sultana Sólo te pido tres días,  
  Gran Señor, para pensar...  
Turco Tres días me han de acabar.

790

Sultana ...en no sé qué dudas mías,  
  que escrupulosa me han hecho,  
  y, éstos cumplidos, vendrás,  
  y claramente verás  
  lo que tienes en mi pecho.

795

Turco Soy contento. Queda en paz,  
  guerra de mi pensamiento,  
  de mis placeres aumento,  
  de mis angustias solaz.  
  Vosotros, atribulados

800

  y alegres en un instante,  
  llevaréis de aquí adelante  
  vuestros gajes seisdoblados.  
  Entra, Rustán; da las nuevas  
  a esas cautivas todas

805

  de mis esperadas bodas.  
Mamí ¡Gentil recado les llevas!  
Turco Y como a cosa divina,  
  y esto también les dirás,  
  sirvan y adoren de hoy más,

810

  a mi hermosa Catalina.  

 

  Éntranse el Turco, Mamí y Rustán, y queda en el teatro sola la Sultana.

 

Sultana ¡A ti me vuelvo, Gran Señor, que alzaste,  
  a costa de tu sangre y de tu vida,  
  la mísera de Adán primer caída,  
  y, adonde él nos perdió, Tú nos cobraste.

815

  A Ti, Pastor bendito, que buscaste  
  de las cien ovejuelas la perdida,  
  y, hallándola del lobo perseguida,  
  sobre tus hombros santos te la echaste;  
  a Ti me vuelvo en mi af[l]ición amarga,

820

  y a Ti toca, Señor, el darme ayuda:  
  que soy cordera de tu aprisco ausente,  
  y temo que, a carrera corta o larga,  
  cuando a mi daño tu favor no acuda,  
  me ha de alcanzar esta infernal serpiente!

825

 

Fin de la primera jornada

 

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Última actualización: 11/02/99.